Juan Pablo II y Pertini, en las alturas, o la amistad
Parece que el Papa dijo al presidente: "Este es un hecho sin precedentes en las relaciones entre la Santa Sede y el Estado italiano, y puede que algunos se escandalicen, pero no hay escándalo ninguno cuando lo que nos mueve es una verdadera amistad".¡Qué encuentro más admirable!, ¡qué significado tiene más profundo! Es como una nota de color -si es que el blanco de la nieve es un color y no todos los colores, como la luz- de la que emana una gran paz y una gran belleza, porque eso es la amistad.
La amistad es un encuentro amoroso, porque la amistad es una forma de amor. Los franceses dicen que es l´amour sans ailes (el amor sin alas), pero no es así: el amor tiene varias formas, y una de ellas, nobilísima, es la amistad; y todas las formas del amor son aladas.
El ecumenismo -la amistad intercristiana- tiene problemas, y algunos de ellos parecen insolubles. El irenismo sin más, la paz religiosa a cualquier precio, no es la fórmula: "Tu verdad, no; la verdad. Vamos juntos a buscarla; la tuya, guárdatela". Pero no se puede guardar la verdad de cada uno; hay que partir de cada verdad personal hasta constituir el cuerpo único de la Verdad verdadera. El Concilio Vaticano II, sobre el ecumenismo, tras salvar para la Iglesia católica la integridad y la plenitud del depósito de fe y tras reconocer que se interponen para la plena comunión eclesiástica con los hermanos separados no pocos obstáculos, a veces muy graves -que el movimiento ecumenista trata de superar-, lo define en estos términos:
"Sin embargo, justificados por la fe en el bautismo -los cristianos no católicos-, quedan incorporados a Cristo y, por tanto, reciben el nombre de cristianols con todo derecho y, justamente, son reconocidos como hermanos en el Señor por los hijos de la Iglesia Católica. Además, de los elementos o bienes que en su conjunto constituyen o vivifican a la Iglesia, algunos, o mejor, muchísimos y muy importantes, pueden encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia Católica: la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y algunos dones interiores del Espíritu Santo, y elementos visibles; todo esto, que proviene de Cristo y a Él conduce, pertenece.por derecho a la única Iglesia de Cristo".
"Los hermanos separados practican no pocos actos de culto de la religión cristiana, los cuales, de varias formas, según la diversa condición de cada iglesia o comunidad, pueden, sin duda alguna, producir la vida de gracia, y hay que confesar que son aptos para dejar abierto el acceso a la comunión de la salvación. Por consiguiente, aunque creemos que las iglesias y comunidades separadas tienen defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia".
Pero la amistad es el paso más profundo en un ecumenismo integral. A los hombres de poca fe y de poco ánimo les escandalizará, como dice el Papa, este encuentro entre el Vicario de Cristo y un jefe político manifiestamente agnóstico. Ése es siempre el escándalo de los fariseos de todos los tiempos. También a Jesucristo le echaban en cara que comía con los publicanos y pecadores, y la contestación del Mesías fue clara y terminante: "No he venido a curar a los sanos, sino a los enfermos".
El Papa tiene que ser el padre no sólo de los cristianos, sino de todo el género humano, porque es el Vicario de Cristo, y Cristo es patrimonio de la humanidad entera -su sangre se ha derramado por todos los hombres"Por ello, el Concilio Vaticano II, tras haber profundizado en el misterio de la Iglesia, se dirige ahora no sólo a los hijos de la Iglesia Católica y a cuantos invocan a Cristo, sino a todos los hombres, con el deseo de anunciar a todos cómo entiende la presencia y la acción de la Iglesia en el mundo actual".
La nueva liturgia, la constitución dogmática de Ecclesia, el ecumenismo, la promoción del laicado, el esquema 13 sobre la Iglesia y el mundo, etcétera, ¿qué otra cosa significan sino como una respuesta a la pregunta "¿quién es mi prójirno"? El sentido del diálogo exaltado por Pablo VI en la encíclica Ecclesian Suam, ¿qué otra cosa quiere ser más que proximidad? No se puede dialogar a distancia. Parece como si la Iglesia hubiera profundizado sobre el concepto del prójimo, de los otros, y hubiera sacado a la luz, o más que a la luz, que los otros son todos los hombres, y que todos los hombres son nuestros prójimos. No tanto que hay hermanos separados, sino que todos los separados también son hermanos nuestros.
Juan Pablo, en las alturas -porque la amistad es una elevación-, se ha encontrado con el hermano Pertini; la amistad es un encuentro, un gran encuentro. Se ha escrito que siempre los dioses empujan al semejante hacia su semejante, haciéndoles encontrarse. ¡Qué cosa más misteriosa es ese encuentro de la amistad, y qué cosa más misteriosa es la idea del encuentro en sí misma! El encuentro amistoso parece pertenecer a un orden superior de las cosas, al mismo orden que hace moverse a las estrellas y, sobre todo, mueve las mentes y el corazón de los hombres hacia las cosas nobles y bellas.
Cuando se llega a decir de una persona que es el amigo ya no se puede decir más, puesto que la palabra amistad como forma de
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amor es la más alta palabra que puede alcanzarse en el lenguaje de los hombres. "No os llamo ya siervos", dice Jesús a sus discípulos... "A vosotros os he llamado amigos...". ¡Qué maravilloso que el cristiano, sin perder su identidad de tal -y el Papa encarna esta identidad en el más alto grado- pueda decir amigo a cualquier hombre, a todo hombre! La vida es, en cierto modo, la búsqueda y la espera de un encuentro, el encuentro del hombre con el hombre, o mejor, el encuentro de un ser humano con otro ser humano.
Todo el pontificado de Juan Pablo II, como lo fue el de Pablo II, gira en torno al hombre y a su dignidad. ¿A qué hombre? Sencillamente, al hombre nacido de mujer, el primero de los cuales y su cabeza es Jesucristo. "En efecto", dice San Pablo, "todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo; ya no hay judío, ni griego, ni esclavo, ni libre, ni hombre, ni mujer" (Gálatas 3, 27). "Bautizados en Cristo". ¿Pertini es un bautizado? No lo sé, pero no importa. El mismo Concilio, en su constitución pastoral sobre la Iglesia y el mundo, dice, en el número 92: "El deseo de este diálogo -el diálogo entre todos los hombres- no excluye a nadie; ni a aquellos que, cultivando los excelsos bienes del espíritu humano, aún no reconocen al autor de esos bienes, ni siquiera a quienes se oponen a la Iglesia y en varias formas la persiguen. Siendo Dios Padre el principio y fin de todas las cosas, todos somos llamados a ser hermanos. Por eso, llamados por una misma vocación divina y humana, sin violencia, sin engaño, podemos y debemos cooperar a construir el mundo en la verdadera paz".
En las relaciones entre el Vaticano y el Quirinal, desde que la toma de la Puerta Pía dio fin, venturosamente, a los Estados Vaticanos e interrumpió el Concilio Vaticano I, hasta los Acuerdos de Letrán entre Pío XI y Mussolini, no ha habido un acto de relación y de amistad ni remotamente semejante al que representa ese encuentro en los Alpes, en la cumbre del Adamello. El Papa esquiaba, y el presidente, atónito, fumaba su pipa. Nada más sencillo y humano. Pero pocas cosas han ocurrido últimamente, en cierto modo, más misteriosas.
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