El Gobierno decide aplicar soluciones políticas en el grupo INI
La sustitución de Enrique Moya por un socialista, Luis Carlos Croissier, en la presidencia del Instituto Nacional de Industria (INI) aparece como una amplia operación del Gobierno para acometer, desde un punto de vista político, la reforma y saneamiento de la empresa pública. Adoptada con cierto retraso, si se tiene en cuenta que el PSOE lleva más de 20 meses en el poder, el nuevo presidente del INI tendrá que hacer auténticos malabarismos para restablecer un equilibrio en un holding que, según un informe mantenido con gran reserva por el Gobierno (el denominado Libro Blanco del INI), arrastra un desfase patrimonial superior al medio billón de pesetas.
Lejos de aclarar dudas, el nombramiento de Luis Carlos Croissier, un economista de 34 años adscrito al grupo de delfines del PSOE que se conoce como el "clan de Majadahonda", alimenta incertidumbres sobre el apoyo efectivo con el que cuenta. Alejado de la dicotomía Boyer-Guerra, el nuevo presidente del INI hereda un Plan de Actuación, Inversión y Financiación (PAIF) para 1985 caracterizado por su austeridad y con unas aportaciones que, a menos que se produzca una mejora sustancial en la gestión, no evitará que el próximo año los resultados del grupo público sigan creciendo. Según el proyecto de Presupuestos que el ministro de Economía y Hacienda, Miguel Boyer, ha presentado, el INI percibirá tan sólo 115.000 millones de pesetas como aportación patrimonial para sus empresas. Si bien el Estado procederá a una subrogelón de pérdidas de los dos últimos ejercicios por un importe de 180.000 millones, fuentes del propio holding estiman que estas cantidades serán insuficientes para reducir unas cargas financieras que, en 1984, superarán en 40.000 millones a la cifra estimada de pérdidas.
En este contexto, el nuevo presidente llega al INI con una experiencia intensa, pero reducida por su corta duración, en sus problemas. Como subsecretario del Ministerio de Industria y miembro de los consejos de gerencia del INI y del Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH), Croissier ha centrado su trabajo en la situación de varias empresas, concretamente sobre Seat, Iberia, ENASA y las sometidas al plan de reconversión
Pero en 20 meses, su experiencia externa en el INI puede probar ser muy diferente a la responsabilidad de tener que dirigir un conglomerado de más de 70 compañías integradas en el holding. El hecho de que Carlos Solchaga, verdadero artífice en el nombramiento de Croissier, haya reforzado su futura gestión con un vicepresidente de su total confianza, el estudioso (procede de un servicio de estudios) Claudio Aranzadi, apunta hacia la hipótesis de que Croissier tendrá una responsabilidad mucho más política que gestora.
Desinterés ministerial
El ministro de Industria, Carlos Solchaga, no ha explicado aún muy bien por qué ha dejado en un segundo plano, en su primera fase como titular del departamento, a la empresa pública. Un portavoz suyo trataba de justificar esta actitud señalando, a la vuelta del verano, que después de encauzar la reconversión industrial y de concluir la reordenación del sector energético, "el ministro había colocado ahora al frente de sus prioridades la cuestión de la reforma de la empresa pública, y más concretamente el INI". Si bien ha sido imposible contrastar directamente esta voluntad, personas próximas al círculo Solchaga reconocen que el desinterés previo del ministro por la empresa pública puede haber sido la causa del ambiente de desesperanza en el que entraron altos responsables de la empresa pública en los últimos meses y que culminaron con la petición de relevo por parte del ya ex presidente del INI.
Según estas fuentes, muchas de las propuestas presentadas a lo largo del último período por el lado del INI, aunque bien recibidas, han pasado meses en un cajón del ministerio, entre ellas algunas tan importantes como la nueva ley del holding, la renovación de algunos cargos en determinadas empresas o la urgencia de buscar un sistema de incentivos para los directivos de las empresas. No hay que olvidar que quizá el problema más grave que el INI ha tenido en este último año -la crisis provocada en Iberia con la huelga de los pilotos- no llegó a resolverse hasta que el Gobierno -y no la compañía o el INI- tomó cartas en el asunto por medio de la petición de un laudo. Pero esto fue un mes después de iniciado el conflicto.
Quizá el ejemplo más obvio de este aparente desinterés haya sido la estrategia propuesta en el último año para sanear la empresa pública, consistente en la introducción de mejoras en la gestión junto a un programa de capitalización de las empresas más deficitarias o en situación de quiebra técnica, tales como Seat, Iberia, o las siderúrgicas y navales. Bajo el argumento sólido de que el Gobierno tiene que bregar con los recursos de que dispone, el INI se ha visto con su autofinanciación limitada y con un mecanismo de relojería en marcha de multiplicar pérdidas, extremo que plantea muchas dudas sobre la capacidad de maniobra del nuevo equipo que designe Croissier.
El Libro Blanco
Pero los males del INI son viejos, aunque no tan conocidos. Un alto funcionario de un ministerio económico hablaba un día de que los problemas del INI los conoce el Gobierno socialista desde hace muchos meses y que incluso se aventuró a reflejarlos en un famoso Libro Blanco. Pero sucedió que el mencionado libro, del que hoy sólo existen cuatro copias y algunas fotocopias, fue censurado por las altas instancias del Estado Cuentan varias anécdotas de la suerte que experimentó este documento, y un asesor del ministro de Industria comentaba hace pocos días que el conocimiento de algunos aspectos del libro podía tener un impacto muy negativo sobre la bolsa o sobre el crédito internacional de España. Aunque esta opinión es puesta en entredicho por muchos expertos familiarizados con el holding público, que aseguran que "ahí está el caso de Rumasa, y no se conmovió ni la bolsa ni el rating", quizá la mala suerte de los defensores de la empresa pública tiene su origen en la quiebra del holding privado que fundó José María Ruiz-Mateos. El saneamiento de los bancos y las empresas de Rumasa, en efecto, ha absorbido hasta ahora una buena parte de los recursos excedentarios de este país hasta totalizar una suma que supera el medio billón de pesetas.
Y con "medio billón de pesetas", declaraba un funcionario gubernamental, muchos de los problemas de la empresa pública, de Iberia, Seat, incluso Renfe y toda la reconversión industrial, "se habrían solucionado en un año". La cuestión, en este sentido, puede ser que este país, con un déficit fiscal cuya contención es prioridad absoluta dentro de la política de ajuste gradual que practica el ministro de Economía y Hacienda, Miguel Boyer, tiene su ahorro comprometido durante algunos años y la reforma de la empresa pública, pese a la urgencia política que conlleva para un partido que desea mantenerse en el poder, no tiene más remedio que ser, a su vez, gradual.
Así lo ha visto, en todo caso, el propio Croissier, que en sus primeras declaraciones a la Prensa ha hecho profesión de fe en la empresa pública y en la posibilidad de afrontar un programa a medio plazo para equilibrar su funcionamiento. El nuevo presidente del INI ha pedido unos meses para elaborar este programa y ha afirmado que confía en que el INI, con los medios humanos de que dispone y una reestructuración en la gestión y seguimiento de sus empresas, pero sin entrar en "cambios masivos", podrá enderezar sus resultados en tres años.
No falta, sin embargo, quien opina que Croissier, como sus predecesores en los últimos años, puede verse forzado a vivir de nuevo la experiencia del famoso mandarín chino que, a su llegada al poder en una remota provincia de su país, recibió por única herencia tres cartas, que, numeradas del uno a tres, tenían una inscripción que aconsejaba abrirlas de una en una, en caso de problemas.
La anécdota, contada con sorna por Carlos Bustelo, señala que cuando ocurrió el primer desorden el mandarín chino abrió el sobre número uno y recibió por consejo: "Echa la culpa a la herencia recibida". Las protestas, sin embargo, se repitieron al año y el mandarín tuvo que abrir el segundo sobre. El consejo, esta vez, fue que cambiara a todos los altos cargos y los acusara de malos gestores y, efectivamente, la recomendación tuvo su efecto por otro año más. Cuando el mandarín, en situación extrema, decidió abrir la última carta, el mensaje fue mucho más escueto: "Lo siento, comienza a escribir las tres cartas".
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