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El Congreso de EE UU frena la política de rearme de Reagan

Francisco G. Basterra

La segunda revolución americana prometida por Ronald Reagan es posible que siga adelante, pero deberá hacerlo sin uno de sus componentes fundamentales: el rearme, que ha sufrido un parón a manos del Congreso. El Senado, controlado por los republicanos, decidió el jueves por la noche que los 100 misiles que proyectaba desplegar el presidente se quedarán de momento en 50, mientras que la Cámara de Representantes, que dominan los demócratas, acordaba que el presupuesto militar para 1986 sea congelado a los niveles del pasado año. Para Reagan, la decisión del Parlamento es un serio revés, aunque trató ayer de convertirla en una victoria del consenso en aras de la reducción del déficit, que supera los 200.000 millones de dólares.

En el mejor de los casos, el presidente conseguirá un aumento del gasto de defensa igual a la cifra de inflación -aproximadamente un 4%-, según aprobó hace unos días el Pleno del Senado. El mes próximo, una conferencia de las dos cámaras deberá ponerse de acuerdo sobre si el gasto militar se congela o se ajusta a la inflación. Este cambio es muy significativo sí se tiene en cuenta que el Congreso aceptó en los pasados cuatro años aprobar 1,1 billones de dólares para la defensa, un 33% más que en los cuatro años anteriores. Lo ocurrido es una seria derrota del jefe del Pentágono, Caspar Weinberger, cuya política ha consistido en pedir cada vez más y echar dinero a los diferentes sistemas de armas sin reformar la Administración militar.Más sorprendente es aún la aceptación de esta realidad por el presidente, que sólo hace unas semanas calificó de una acción que "pondrá en peligro nuestra seguridad" la posibilidad de un compromiso en el gasto militar por debajo del 6%, por encima de la inflación que Reagan había solicitado inicialmente. ¿Qué ha ocurrido para que Reagan, que ha logrado doblar el gasto de defensa en relación con 1979, tenga que aceptar esta retirada táctica? Hace cuatro años, tres de cada cinco norteamericanos creían que había que realizar un rearme considerable, opinión que hoy sólo es apoyada por uno de cada siete ciudadanos. En esta primavera de 1985, los halcones se conforman con un aumento del 4% del presupuesto militar, mientras que los palomas lo congelan al nivel actual.

Reagan se ha tenido que someter a la realidad reflejada en 213.000 millones de dólares de déficit público, que sólo puede ser reducido si también se aprieta el cinturón el Pentágono.

A cambio de este acomodo, la Casa Blanca ha advertido que no está dispuesta a aceptar algo menos que un aumento inferior a la inflación. Consigue asimismo una disminución de 56.000 millones de dólares en el déficit para el próximo año sin necesidad de subir los impuestos.

Un factor que ha sido decisivo para detener el rearme, al menos por este año, ha sido el espectáculo de irregularidades, descontrol e incluso fraude ofrecido por las empresas del denominado complejo militar-industrial. La opinión pública se ha sentido estafada con las noticias que hablan de martillos para el Pentágono a un coste de 400 dólares o de tapas de retrete a 600 dólares. Sólo en el último mes, la General Electric se ha declarado culpable de defraudar en las facturas a la Fuerza Aérea y ha sido multada con 1,4 millones de dólares.

Esta semana, la General Dynamic, la tercera contratista para el Ejército, fabricante de los submarinos nucleares Trident, ha sido multada con 675.000 dólares por hacer regalos al general del que dependían las construcciones de sumergibles atómicos y el Pentágono ha suspendido sus contratos con la compañía. También se ha revelado que el Ministerio de Defensa ha recibido unos 18.000 millones de dólares más de lo presupuestado, debido a sobrevaloraciones en los índices de inflación.

El Pentágono no se queda, sin embargo, con las manos en los bolsillos y, a pesar de que finalmente puede recibir 20.000 millones menos de dólares de lo que Reagan solicitó para 1986 no suspenderá ningún sistema importante de armas, sino que simplemente alargará los plazos de producción.

En cualquier caso, el Senado se ha comprometido a que en los años fiscales 1987 y 1988 el presupuesto de Defensa aumente anualmente un 3% por encima de la inflación. El presidente había pedido incrementos del 8,2% y el 8,8%. "Sólo un masivo gasto militar podrá detener la amenaza soviética", dijo Reagan cuando fue reelegido en 1980. Ese desembolso ya ha sido hecho y, a pesar de las declaraciones políticas de la Administración, el nivel de rearme de este país parece suficiente para disuadir cualquier aventura de la URSS.

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