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Andrés Segovia celebra 93 años de una vida "Iarga y ancha"

El guitarrista Andrés Segovia festejó ayer sus 93 años -o 39, como dice su esposa- en compañía de su familia y amigos. Nació en Linares (Jaén) -aunque haya diccionarios que digan otra cosa- en 1893, el año de la muerte de Chaikovski y Gounod y, en España, el del nacimiento de Federico Mompou, Manuel Palau, Agustín Gran, Norberto Almandoz, el organista Echeveste, y los grandes zarzuelistas Ernesto Rosillo y Rafael Millán. Segovia es el artista español más venerado en el mundo y está escribiendo sus memorias, que serán publicadas en cuatro tomos, porque su vida, dice, "es larga y ancha".

Cuando un artista cumple 93 años, no cabe mejor celebración que la de poder hablar de sus proyectos en vez de limitarse a evocar sus recuerdos. Esto sucede con Andrés Segovia, concertista en activo, que mantiene sus giras por Estados Unidos, aunque ahora deje pasar tres días entre cada actuación."Este año celebraré en Londres los 60 años de mi primer concierto. Tocaré, en la misma Wigmore Hall, el mismo programa de entonces. Además, recibiré de la Royal Philharmonic la medalla de oro, que me ha sido concedida por votación unánime entre sus componentes. Basta un voto en contra para que la distinción sea negada El último que la recibió fue el director Herbert von Karajan".

"Como mi marido no lo va a contar", tercia Emilia, la esposa de Segovia, "le hablaré del concierto que dará en Nueva York a beneficio de la biblioteca pública para un público escogido que ha pagado 10.000 dólares por entrada. Hace cuatro me ses que están agotadas, lo que cons tituye un caso sin precedentes".

Todos hemos repetido lo mismo una y otra vez: Andrés Segovia no envejece, almacena juventudes Por eso resulta fascinante escuchar a este joven de 93 años los recuerdos de su vida, que son, más o menos, los del siglo.

"Su guitarra no suena piano, sino lejos", le decía Igor Stravinski, que, sin embargo, no cedió al atractivo tímbrico y al misterio del instrumento. "Hablamos muchas veces de la posibilidad de que Stravinski hiciera algo para guitarra, evoca Andrés Segovia. "Confieso que a mí, en los años veinte, me daba un poco de miedo. Se lo decía al mismo Igor en medio de sus risas. Usted es capaz de intentar que me coloque la guitarra en el cogote o algo parecido y, como yo no iba a hacerlo, sería penoso tener una invención de usted y no programarla. Pasado el tiempo, quizá como testimonio de su interés, me envió una serenata en la que había introducido una breve y excesivamente sencilla intervención de la guitarra".

Más cerca estuvo de hacerlo Maurice Ravel. "Había compuesto maravillosamente, pero, cuando me encontré con él, ya comenzaba su enfermedad. Era un hombre extraordinario y con frecuencia hacía gala de un gran sentido del humor. Recuerdo haberle oído decir que, en principio, su título para el Bolero era el de Clavo, entra bien en la cabeza".

Entre los méritos históricos de Andrés Segovia, marqués de Salobreña por obra y reconocimiento del rey Juan Carlos, está el de haber impuesto la guitarra como instrumento de concierto digno de la máxima consideración. Antes se pensaba en él, principalmente, como vehículo de lo popular; después no faltó quien dudara de sus posibilidades y hasta tildase a la guitarra de "instrumento para pulgas arnaestradas", como recuerda Alejo Carpentier, al tiempo que afirma: "Después de la guerra mundial empieza la guitarra, como instruínento de concierto, a cobrar una importancia sospechada". Es el resultado de la larga, paciente e inspirada labor de Andrés Segovia. Hace sólo unos días, en el acto de imposición de la Medalla del Sol Naciente por el embajador de Japón, Segovia recordaba que había en ese país dos millones y medio de guitarristas. El ministro le rectificó: "No, querido Segovia; ésa es una estadística algo atrasada. Actualmente llegan a cuatro millones los guitarristas de mi país".

La unión concertista-instrumento adquiere, en el caso de la guitarra, formas casi amorosas y Segovia ha recordado en muchas ocasiones las formas femeninas del misterioso instrumento. ¿Cuáles han sido las compañeras de Segovia a lo largo de su dilatada carrera? "Empecé con una guitarra de Manuel Ramírez, con la que me presenté en el Ateneo de Madrid el año 1912. Después tuve una Fleta, que todavía conservo con la que toco en casa. A partir de 1937 utilicé un hermoso instrumento que me hizo Hermann Hauser, de Múnich. Con ella volví a España en los años cincuenta para actuar en uno de los primeros festivales de Granada. Pero la Hauser enfermó de tres notas: un fa sostenido, un sol natural y un do natural agudo, que se convirtieron en lo que llamamos sonidos lobo. Ni el hijo de Hauser, ni el gran. Vidoudez, de Ginebra, ni ningún otro, luthier pudieron curarla. Desde entonces toco con una Fleta. Claro es que tengo muchas más guitarras y, si hubiese aceptado y conservado todas las que me enviaron, podría formar un museo y en mi casa no habría sitio para otra cosa". Segovia viajará mañana a Estados Unidos para una nueva gira de conciertos.

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