El poder de una convocatoria
EGIN
( ... ) Los Aberri Eguna han sido desde su creación un buen termómetro de esa conciencia, y la calle el foro en donde su temperatura podía ser percibida. Quienes pretenden trasladar a las instituciones -unas instituciones de muy difícil encaje con las verdaderas aspiraciones- el protagonismo de la lucha han entrado en contradicción con el tradicional espíritu del Aberri Eguna.Hace unos pocos años abandonaron la calle como escenario, para refugiarse en locales cerrados que disfrazaran el desencanto de sus seguidores, más preocupados por las vacaciones de primavera que por la conmemoración. Hoy los dirigentes de esos partidos hablan ya de la conveniencia de trasladarla a fechas más adecuadas para garantizar un mayor poder de convocatoria. Mañana tratarán de explicar que el Aberri Egguna no tiene ya sentido, puesto que las reivindicaciones están canalizadas por las "instituciones que todos nos hemos dado". Fueron los dirigentes de los partidos españolistas los primeros en retirarse de una celebración que nunca sintieron como propia y en la que sólo tuvieron efímera participacíón por oportunismo político. Los dirigentes de los partidos estatutistas parecen anunciar ya quiénes serán los siguientes.
Paralelamente, y sin que para ellos parezcan existir los inconvenientes de las fechas y de los desplazamientos, las convocatorias de Herri Batasuna tienen un seguimiento cada vez mayor. Es ésta una realidad que ninguna inanipulación periodística puede ocultar, a pesar de que se hable y se traten las diversas celebraciones, las de unos centenares de seguidores, las de unos pocos -poquísimos- miles, en pie de igualdad con las de decenas de millares.
Ya no es noticia que HB congregue más pueblo que nadie, pero sigue siendo noticia muy importante que nadie ponga en duda la fidelidad y la madurez de un sector muy importante de Euskal Herria al que la tremenda represión que sufre no acobarda.
Ciertos ataques al uso de la ocasión no hacen sino reforzarla, con la particularidad de que sólo ponen en evidencia a los que los profieren. Para el editorialista de Deia, ahora no tienen sentido los Aberri Eguna unitarios, que pudieron "ser legítimos en situaciones límite", porque no se deben "mezclar olores, colores y sabores políticos diferentes en nombre de una unidad de dificil ensamblaje, porque se parte de principios muy diferentes". La idea parecía anunciar la que sería la crítica a los que propugnan -dicen- una Albania cantábrica. Para el diario del PNV, lo democrático es celebrar el Aberri Eguna sin las malas compañías de los que tienen olor, color y sabor de marxismo revolucionario. Encapillados. Como los de EE. Y divididos como nunca lo estuvieron antes. Los que estuvieron en Iruñea no parecieron echarlos en falta.
Los periodistas -esta vez uno de postín, Feliciano Fidalgo- y los medios de comunicación -también el postín en esta ocasión: el diario EL PAÍS"- siguen jugándole malas pasadas al presidente del PNV, al hacerle protagonista de escándalos que en días informativamente muertos, en los que los muertos de las carreteras son la mayor y la peor noticia, adquieren dimensiones desorbitadas. Si Arzalluz llamó o no ex asesino a Onaindía se ha convertido en la comidilla de un Viernes Santo en el que también las procesiones se han visto perjudicadas por el "éxodo vacacional", salvo las programadas precisamente para atraer ese turismo.
Un periodista bien intencionado tendría que haber deducido cori facilidad que lo que Arzalluz quería decir, al margen de sus textuales palabras, era que Onaindía había sido considerado como asesino inductor de asesinatos por muchos de los que ahora lo jalean, El propio afectado lo tenía que haber entendido así, a menos que estuviera entonces falto de tema para su mitin de Zarauz y que comprendiera que la ocasión la pintan calva para salir en los papeles y para ilustrar lo que se pretendía fuera el mensaje de su Aberri Eguna.
A más de un malintencionado le quedará la duda de cuándo lo cluiso fastidiar más Arzalluz, si cuando lo usó de ejemplo ilustrador o cuarido aclaró que ni siquiera le constaba que Mario Onaindía hubiera levantado un arma contra nadie.
31 de marzo
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