Triunfador, el clarinero
ENVIADO ESPECIALEl clarín le sonó al clarinero, cuando tocaba el cambio de tercio de varas en el sexto toro, como si hubiera tenido una bajada de tensión. La nota que debió ser aguda y sostenida le salió del instrumento flácida; más que un toque de clarín, fue una pedorreta. Se mofó la gente, que está en todo y quiere impecable la liturgia de la Maestranza. Pero no podía. quedar así y cuando el clarinero tocó el cambio del tercio de banderillas, el clarinazo dejó sorda a medio plaza, hendió los vientos y subió a la sierra de Aracena, donde debieron creer que se acercaba el séptimo de caballería. Aquél no fue un clarinazo taurino, sino bíblico; la gente lo coreó con un ¡olé! estruendoso y rompió a aplaudir.
Plaza de la Maestranza
15 de abril. Quinta corrida de feria.Toros de Manuel González, desiguales de presentación y juego. Julio Robles: estocada corta (aplausos); dos pinchazos -aviso- otros dos pinchazos estocada y descabello (aplausos). Emilio Muñoz: bajonazo (ovación y salida al tercio); pinchazo y bajonazo (ovación y salida al tercio). Espartaco: pinchazo y bajonazo (silencio); estocada ladeada (aplausos).
Tal como caía la tarde, después de seis toros sin brillantez, el clarinero se erigía triunfador. Lo sabía, y saludaba, el sombrero de ala ancha en mano, por debajo de la sombrilla; que en esta plaza a los clarineros les ponen una sombrilla bermeja, con flecos dorados, para que no se torren al sol, o no les cale la lluvia, como estos días.
El sexto y el primero eran lo que los taurinos llaman "el toro de Sevilla", que no está definido en ninguna tauromaquia, ni se acierta a describir en los mentideros, pero que resulta ser aquella cosa. De no tener cuernos, el primero hubiera parecido un perro. El sexto se le daba toda la estampa, con cuernos y todo. Tampoco tenían fuerza, lo cual no impidió que los picadores, les tundieran las espaldas con rusticidad bereber. En realidad, a todos les tundieron las espaldas. El segundo de la tarde, en cambio, tundido y todo, embestía sin parar, igual que una fiera.
Se trataba de un toro importante, uno de los más encastados y bravos que se hayan visto en lo que va de feria. El banderillero Mariscal le prendió dos pares emocionantes, y la faena que le hizo Emilio Muñoz tuvo mucho mérito. Arte no, ni temple, pero mérito sí, porque aguantó las tremendas acometidas a zapatilla quieta, mientras los pitones le centelleaban las hombreras. Cierto que, de haber templado, esos pitones habrían preferido seguir dócilmente los vuelos de la muleta, en lugar de amenazar hombros, pero no menos cierto es que resultaba dificilísimo acompasar la veloz y codiciosa embestida.
En el quinto, que araba la arena en la dos primeras arrancadas y a la tercera se paraba, también estuvo valiente Emilio Muñoz, y toda la faena la hizo en una parcelilla de no más de tres o cuatro metros, de la raya para allá, lo cual también es muy de tener en cuenta en estos tiempos de toreo gimnástico y peripatético.
Reconoció el público los valores aportados por Emilio Muñoz, y nada en absoluto los de Julio Robles, a pesar de que sacó todo el partido que tenían los dos incómodos toros que le correspondieron. El perruno, pues se revolvía; el otro, un cárdeno claro cuajado, porque tenía corto recorrido y no acababa de humillar. Los toreó con valor, técnica y la hondura que se podía. Una vez, en el cuarto, le tocaron la música y parte de este público que le dicen tan benevolente y respetuoso con los toreros, se puso a protestar. No era muy justo. Bien es verdad que Robles alegraba poco la es cena, a la que aportó su sobriedad castellana, más no se le habría podido pedir que se pusiera cañí. Hay toreros a quienes lo cañí les sienta peor que un traje de lagarterana.
.Espartaco tampoco se pone cañí y ayer hasta parecía norteño Gran parte del toreo y sus formas, ya es sabido, depende de los toros, y a Espartaco no le van a salir siempre "de vacas", como los del domingo. Frente al incierto tercero y al perruno sexto de ayer, no, parecía el mismo de aquel día. Le sacan con bigote, y pasa por noruego. Si no llega a ser por el clarinazo bíblico que puso a guardia a los de Aracena, la corrida habría sido una conferencia sobre el misticismo de la mosca.
Babelia
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