'Viaje al intenor de la 'cámara de la droga'
Sólo 10 personas están autorizadas a visitar el almacén secreto de los estupefacientes decomisados
El día 25 de agosto, la policía madrileña se incautó en Móstoles (Madrid) del mayor alijo de heroína intervenido en España: 17,5 kilos en peso bruto y 17,2 kilos en peso neto, con un valor no inferior a los 800 millones de pesetas. Dos días después, la policía hizo entrega de esta droga al servicio sanitario encargado del control de estupefacientes. La droga. quedó depositada en una cámara acorazada hasta que judicialmente se ordene su destrucción.Una pareja de agentes de la Policía Nacional observó la entrada de este alijo en un pequeño edificio. Permamentemente, en horas diurnas, dos policías nacionales patrullan alrededor de la casa, situada en el centro de la capital de España, en cuyo subsuelo se extiende la cámara de la droga. Esta presencia policial es un detalle complementario, casi superfluo, de la trama de seguridad que garantiza la inexpugnabilidad de aquella cámara.
Un tendido de controles audiovisuales, térmicos, mecánicos y electrónicos cubre todo el edificio, de forma que los guardias civiles -en turnos de ocho horas- ven, oyen, saben en todo momento del día lo que pasa en ese recinto.
Uno de los 12 objetivos de televisión que pueblan el complejo arquitectónico de la cámara de la droga capta al visitante en cuanto se aproxima al edificio. Cada paso queda preso desde ese momento.
Unas esculturas -extrañas en este paisaje- reciben al visitante en un flanco del jardín por donde se abre la única entrada al área de almacenaje de estupefacientes. Algo te dice que forman parte del invisible tejido que te observa, aunque de hecho no sea así.
La llave -más de un palmo de larga- entra en la primera puerta acorazada, pero no basta: hace falta la clave. Pasas. Una especie de antesala. Enfrente, otra puerta acorazada vuelve a cerrar el paso. No podrá ser abierta basta que la anterior no quede otra vez cerrada. Pero tampoco basta ya esa medida. Hay que utilizar otra llave, minúscula, para desconectar la alarma que se ha dejado atrás.
La cámara de la droga es un combinado de compartimientos estancos, de exclusas. No se accede a una pieza sin que las demás estén totalmente selladas. No se traspasa una barrera de seguridad sin haber dejado lista la que acabas de neutralizar.
Sólo 10 personas tienen permitido el acceso. A algunos les ha ocurrido: la alarma ha sonado por olvidarse de hacer exactamente lo que tenían que hacer. "Tienes que concentrarte pensar cada paso que das", explica una de estas personas. Siempre entran de dos en dos, "porque la mujer del César, además de ser honesta...".
Los guardias civiles; saben que alguien ha entrado. Se lo reconfirman los indicadores de sonido y calor que reflejan en un panel de control una pisada, el más leve ruido, el calor de un cuerpo humano. Ante cualquier anomalía, usarán el teléfono o la emisora conectados con la Dirección General.
La cámara de la droga tiene una extensión de unos 400 metros cuadrados. Tres salas principales acorazadas y otras menores. Al pasar la antesala, un pasillo lleva, a la izquierda, al almacén de estupefacientes decomisados, colindante con el almacén de codeína -analgésico de producción nacional controlada por el Estado, con destino a la industria farmacéutica para uso médico-, única habitación que tan sólo tiene blindaje.
El sofá del guardián
A la derecha, el cuarto de control de la Guardia Civil -un sofá delante del panel de seguimiento-, frente al que se sitúa una pequeña habitación de descanso de los guardias, que incluye un catre en su mobiliario. Más al fondo de este ala, otras pequeñas salas sirven también de depósitos. Pronto habrá horno de cremación propio.El control de los alijos de drogas intervenidos se ejerce: mediante una cadena de pasos minuciosos. Esta competencia corresponde, en nuestro país, al Ministerio de Sanidad y Consumo. "Dos cosas ventajosas nos diferencian de otros países en la aplicación de los convenios internacionales sobre el control de estupefacientes: una, que aquí el Estado tiene el monopolio del mercado de estupefacientes lícitos, y otra, que el control total, también de los estupefacientes ilícitos, queda a cargo de de Sanidad", indica un portavoz de este departamento.
A la cámara de la droga debe llegar de inmediato todo lo intervenído por las diferentes fuerzas de seguridad en aduanas e instituciones penitenciarias o por cualquier otro medio o institución.
El pesaje en bruto de la droga requisada se fija por escrito en la comisaría o centro que la haya intervenido, en unos impresos específicos con las firmas de los funcionarios autores. El peso neto lo realiza el Servicio de Restricción de Estupefacientes, de la Dirección General de Farmacia -organismo que centraliza todas estas competencias legales- El proceso queda igualmente registrado y firmado, así como los resultado del laboratorio de análisis.
El pesaje neto es decisivo, no sólo en cuanto al control, sino como prueba pericial para que el juez determine el valor y la pena.
A pesar de que las fuerzas de seguridad no tienen competencia para analizar los alijos, "hay flexibiidad y se permite que lo hagan veces, porque se entiende que puede beneficiar sus investigaciones", precisa un portavoz sanitario. En todo este proceso, el juez instructor recibe de oficio la información pertinente, y en su momento ordena la destrucción de la prueba judicial (la droga).
Según fuentes oficiales, no ha habido ninguna pérdida de droga.
Traslado al amanecer
Los envíos al horno crematorio -fuera del casco urbano- se efectúan mensual o bimensualmente, con cargas de unos 400 kilos. Un furgón matrícula PMM con custodia de la Guardia Civil sale de la cámara al amanecer. El itinerario y la destrucción quedan bajo vigilancia armada.En cada provincia se hace lo mismo, pero esta competencia no está transferida a las administraciones autónomas. Hay 17 laboratorios de zona en todo el territorio estatal, y depósitos de seguridad en cada capital. El mayor y más protegido es el de Algeciras.
A la cámara de la droga de Madrid llegan cada año unos 12.000 alijos. La mayor parte son pequeños decomisos de papelinas de heroína y hachís. "Algunos jueces tardan rrieses, hasta un año a veces, en ordenar la destrucción. Cuando el alijo es grande suelen tener más celeridad. La media es de más de seis meses. En Sevilla y Barcelona se funciona muy bien. En una semana se destruye un decomiso", añade la misma faente.
El declarante es una de las 10 personas que saben dónde está, cómo entrar y qué hay en la cámara de la droga.
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