Música y lágrimas
Dos buenas cosas tiene Philipe de Monte, el docudrama histórico que emitió TVE- 1 en la noche del lunes. Por primera vez, si no me equivoco, TVE coproducía un programa dramático en régimen ejemplarmente paritario con la televisión checoslovaca, y el doble esfuerzo estaba encaminado a iluminar la figura sombría de un estupendo músico del siglo XVI que corrió, como tantos iguales de su tiempo, la suerte agridulce del cortesano-artista.Jesús García de Dueñas, hombre de cine y veterano realizador de la casa, ha escrito un guión y realizado, en soporte cinematográfico, un programa que es claramente una obra de amor. Muy bien documentado y contando con un aparato artístico de calidad, especialmente notable en las secuencias localizadas en Checoslovaquia, García de Dueñas reconstruye con paciencia de investigador y ojo de cineasta las andanzas de ese hombre cincunspecto que, desde su posición de músico dedicado al divertimiento o consuelo de sus mecenas, asiste al despliegue del poder y a la consumación de las más imposibles alianzas en las cortes europeas de su tiempo.
La dificultad de comprimir en una hora el rico material biográfico, histórico y musical era vencida de manera desigual. En la primera parte, las ilustraciones de trasfondo resultaban opacas o anecdóticas, sin que, por otro lado, llegase a cobrar la vida que el episodio pedía a voces la peripecia amorosa con la casquivana Catalina (magníficamente interpretada por Carmen Elías). El encuentro del séquito hispano con la corte de Londres daba pie a la bonita escena de los músicos ingleses y españoles rivalizando en sus virtuosismos (y hay que destacar la estupenda composición del ciego maestro Cabezón lograda por Miguel Rellán).
Más fascinante, pero algo frustrante por la limitación de contenidos, resultaba la segunda parte del programa, que recogía el asentamiento de De Monte en la ilustrada corte bohemia de Rodolfo II, y donde García de Dueñas intentaba bravamente resumir con intercalaciones el carácter del gran rey hermético y saturnino que hizo de la Praga de su día la metrópolis de la alquimia. Allí aparecían el sabio John Dee y el discutido mago Kelly, allí los pintores manieristas favorecidos por el rey, pero sólo en las escenas musicales y teatrales quedaba plasmada con la suficiente riqueza la verdad del artista que por aliviar la melancolía de los poderosos malogró su propia felicidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.