Del Rey, abajo, ninguno
Don Juan Carlos está vendiendo en su gira norteamericana una imagen de una España moderna y competitiva, pero está prácticamente solo en el empeño. Una vez más, sigue siendo un esfuerzo personal, un confiar en que la simpatía y la personalidad de los Reyes funcionarán por sí solas. Un séquito de 24 personas, aunque sólo se trata de una visita privada (25 si se cuenta la inesperada aparición de Luis Yáñez en Los Ángeles), sigue a los Reyes, preocupados muchos de ellos, fundamentalmente, por salir en la foto o marcarse políticamente (Exteriores a Presidencia, o viceversa). Una gran excepción en este espectáculo es el secretario general de la Casa Real, Sabino Fernández Campo.
El desmoronamiento culminó, las horas que siguieron al terremoto del pasado jueves en Los Ángeles, con el aturdimiento general de los tres portavoces que viajan con los Reyes (el de Presidencia del Gobierno, el de Exteriores y el del palacio de la Zarzuela), incapaces de actuar con rapidez y sin entender que en España se necesitaba una reacción inmediata para tranquilizar a la opinión pública. Fue don Juan Carlos, acosado por los periodistas, quien tuvo que resolver las carencias de sus ayudantes.Horas antes, el portavoz de Exteriores, Inocencio Arias, había anunciado a los periodistas una lista de luminarias de Hollywood que cenarían con los Reyes, entre ellas, Jane Fonda. No se! presentó ni una sola. Fue un fracaso que sorprendió a los propios Reyes cuando solo apareció, despistada, Esther Williams.
Las comidas o cenas de los Reyes, en las que don Juan Carlos presenta una España que no tiene imagen alguna aquí ante el mundo de la economía, la ciencia o la cultura norteamericanos, son casi clandestinas.
Inflación de portavoces
Imposible que esta inflación de servidores públicos haya sido capaz de producir algunas de las paIabras que los anfitriones de los Reyes en cada Estado han pronunciado en los banquetes oficiales. Ha habido que lograrla por otros medios. Lo importante para algunos miembros de este séquito es no bajarse de los coches oficiales y viajar con motoristas abriendo paso.La presencia de los periodistas se reduce lo máximo en las cenas o comidas a las que acuden los Reyes. Pero en estos actos, que son los más informativos de la gira, las plazas que podrían ocupar los informadores, que no están aquí de vacaciones, las llenan los segundos, terceros o cuartos de los portavoces.
Tres portavoces viajan con don Juan Carlos y la información es inexistente, llega tarde o, simplemente, se oculta. Los programas del viaje que reparten los ayuntamientos de las ciudades por las que pasan los Reyes contienen información que, en el programa oficial de la Oficina del Portavoz del Gobierno es secreta. "Es que este no es un viaje para periodistas serios. Aquí no hay nada que contar. No sé por qué habéis venido", aseguran medios del Gobierno que acompañan a los Monarcas.
Sólo quieren fotos para la Prensa del corazón y periodistas chupando de los discursos oficiales y acudiendo a las dedicaciones de monumentos.
Los portavoces, con la excepción a veces del director de la Oficina de Información Diplomática, Inocencio Arias, y de la profesional Helga Soto, que ahora trabaja en la embajada en Washington, prefieren no mezclarse con los periodistas, no vayan a contaminarse. Y son simples directores generales que cobran del erario público. Esta actitud es especialmente sonada en el hombre que representa en el viaje al portavoz del Gobierno, Julián Castedo, que viaja con el nombre de director de Cooperación Informativa de la Oficina del Portavoz.
Todavía no ha creído conveniente dar la cara ante la Prensa. Considera, al parecer, suficiente que sus ayudantes, que sí trabajan y cubren como pueden algunos huecos, metan la mano en un enorme saco que arrastran desde Madrid y vayan entregando cada noche los discursos del Rey del día siguiente.
Castedo prefiere -se comenta en el entorno real- hacer carrera y ver si consigue ser el próximo jefe de Prensa de La Zarzuela. El hombre que ocupa este puesto, el tercer portavoz del viaje, Fernando Gutiérrez, honestamente admite, preocupado, que "esto está saliendo muy mal".
El Rey, personalmente, tuvo que pedirle a un periodista, el pasado lunes, en el Centro Médico de Houston, que por favor intentara que los fotógrafos no se echaran encima de los enfermos. Ninguna de las gentes que viajan con él para arreglar estas cosas estaba allí a mano.
Cada funcionario describe el objetivo del viaje de una manera distinta, y, alguno dice "que es difícil ponerle una etiqueta". Entre los tres portavoces, más sus múltiples ayudantes, han sido incapaces aún de dar una explicación coherente de este viaje.
En Estados Unidos, los portavoces del presidente y del secretario de Estado viajan con la Prensa en sus vehículos, viven en sus hoteles, están siempre a mano. Sudan la camiseta. Pero es que les pagan por ello. Este sistema del triple portavoz es un lujo demasiado caro que sólo un país como España puede permitirse.
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