Los 'jubilados' de ETA
La ruptura del diálogo de Argel truncó la ilusión de volver a España de los ex 'etarras' residentes en México
Más de 20 ex miembros de ETA residen actualmente en México. Algunos fueron enviados allí por la dirección de la organización terrorista porque los consideraba cartuchos quemados en Francia. Otros siguieron la estela de Yoyes, la primera mili que llegó a México, en 1980, y renunciaron a disparar. Son los jubilados de ETA. "Queremos volver a Euskadi no como héroes, pero tampoco como vencidos ni humillados", asegura uno de ellos.
Todos los etarras han seguido con ansiedad las noticias que llegaban sobre las conversaciones políticas entre el Gobierno y ETA en Argel. Finalmente se apoderó de ellos la frustración. La ruptura de la tregua y la reanudación de las acciones terroristas les ha vuelto a reproducir la angustia que genera la idea de que aún les queda mucho tiempo para regresar a su tierra. Probablemente no volverán. Ninguno de ellos se atreve a acogerse a las medidas de reinserción por temor a las represalias de ETA, especialmente después del asesinato de María Dolores González Catarain, Yoyes, una dirigente histórica de la organización que renunció a la lucha armada y, tras acogerse a la amnistía de 1977, regresó a su pueblo natal, Ordizia, donde fue cobardemente asesinada por la organización. Yoyes fue la primera etarra que llegó a México.
Ese país se convirtió en el retiro preferido de los jubilados de ETA por el idioma y el arraigo de la colonia vasca, que les apoyaba para encontrar trabajo y documentación. El Centro Vasco formó un comité encabezado por su presidente, Rufino Prieto Tellechea, para ayudar a los activistas de ETA. Actualmente residen en este país al menos 10 milis, cuatro polimilis y seis autónomos, aunque estos últimos no están muy bien considerados en los círculos abertzales radicales. Incluso son calificados de "chorizos y atracadores".
Los etarras se reparten por todo México. Viven en el Distrito Federal, algunos en la colonia de Coyoacán; en Oaxaca, Querétaro, Guadalajara, Cancún, Veracruz, y en algunos pueblos del norte del país. No existe excesiva relación entre ellos, sólo esporádicas reuniones en el Centro Vasco, donde últimamente han dialogado sobre las conversaciones entre el Gobierno y ETA.
Yoyes rechazó en su día ser la coordinadora de la oficina de ETA en Latinoamérica y ese puesto debe estar ocupado actualmente por alguno de los históricos deportados en Cuba, seguramente Carlos Ibarguren, Nervios. No obstante, los jubilados de ETA están prácticamente apartados de la organización y no mantienen relaciones habituales con el grupo de deportados ni orgánicas con el jefe de la oficina en Latinoamérica.
Los etarras de México capital están totalmente desvinculados de la organización y sólo se relacionan en el Centro Vasco de la colonia Polanco. Allí charlan, juegan al mus, al dominó o a la pelota. Uno de los jubilados de ETA asegura que no existe excesiva relación entre ellos y ninguna con la organización terrorista, y señala: "Hemos estado pendientes de las conversaciones entre el Gobierno y ETA y hemos sentido cierta frustración por este fracaso".
Pasaporte
La vuelta a casa está cada vez más lejos, aunque la han sentido muy cerca. Las expectativas ante las conversaciones eran tan optimistas que uno de ellos, residente en Querétaro, solicitó en el Consulado el pasaporte para volver a España esperando un inmediato acuerdo en Argel. Actualmente, este pasaporte está siendo tramitado por el Consulado español en México, que ha pedido consultas a Madrid para expedirlo. Sobre por qué no regresan a Euskadi acogiéndose a la reinserción en el caso de que la necesitaran, uno de ellos responde: "Nosotros queremos volver como luchadores no humillados; tampoco como héroes, pero no como vencidos. Al menos respetados en nuestra tierra y con la cabeza alta". La organización terrorista trata de convencer de que la reinserción es una forma de arrepentimiento o traición. Muchos no lo consideran así, pero temen acabar como Yoyes. .Todos ellos han sido apoyados por la colonia vasca de México, cifrada en torno a las 50.000 personas, fundamentalmente a través del Centro Vasco de la colonia Polanco.El comité dirigido por Rufino Prieto les proporcionó apoyo, compañía, trabajo y facilidades para conseguir documentaciones en regla de las que todavía carecen algunos. Los etarras trabajan en fábricas de mármoles, maderas, hierros y vidrios. Uno de ellos regenta un restaurante con dinero de su familia. Los de Oaxaca se encuentran trabajando en una explotación forestal y algunos han prestado servicios como vigilantes jurados.
Han pasado de fugitivos a forasteros. No están integrados en México y sienten nostalgia de Euskadi. Algunos de ellos ya son residentes en el país. Para conseguir esta situación, que en México se denomina de inmigrado, deben haber permanecido al menos cinco años en el país. Después y discrecionalmente el Gobierno mexicano puede concederles la condición de inmigrado, residente o FM-2, como se denomina habitualmente por el tipo de impreso que se les expide.
Los etarras fueron vigilados durante un tiempo por la visita a México en 1981 del entonces presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo. En aquella fecha existió cierta presión pero actualmente no sufren ningún tipo de molestia por parte de la policía mexicana.
Ahora todo está en calma. No tienen problemas. Simplemente se les ha roto la ilusión de volver a su tierra.
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