Los 'doce' forcejean en busca de un acuerdo mínimo sobre la unión monetaria europea
Los líderes de los 12 países miembros de la Comunidad Europea se enzarzaron ayer en un forcejeo encaminado a conseguir que la unión monetaria europea eche a andar al concluir hoy la cumbre de Madrid. La primera ministra británica, la conservadora Margaret Thatcher, y el presidente francés, el socialista François Mitterrand, polarizaron los debates del 41º Consejo Europeo, el primero que se celebra en la capital española.
Thatcher aceptó con múltiples condiciones el objetivo de la unión monetaria, pero Mitterrand amenazó veladamente con romper la baraja si no se actuaba con celeridad para empezar a ponerlo en práctica. Lo arduo de las discusiones no impidió, sin embargo, que la distensión presidiera las reuniones mantenidas en el céntrico Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid y que en ellas reinara un espíritu de consenso que el presidente del Consejo Europeo, el español Felipe González, trata de plasmar en un documento que concilie en un mínimo común denominador las posturas maximalistas.A falta de la declaración formal, que se efectuará hoy, los doce, en el marco de la cooperación política, acordaron ya ayer adoptar nuevas sanciones contra China por reprimir las autoridades de este país, a sangre y fuego, a los estudiantes y obreros que exigían la democratización del régimen.
El tono empleado por la dama de hierro fue "moderado", según su homólogo belga, Wilfried Martens, pero no por ello comulgó con el proyecto de unión monetaria recogido en un informe que lleva el nombre del presidente de la Comisión Europea, el francés Jacques Delors. Si bien este informe propone tres fases, la aceptación de la primera no supondría grandes obligaciones para los que la suscriban. La segunda y la tercera darían paso, en cambio, gracias a un nuevo tratado, a una federación de los bancos centrales europeos y a la creación de una moneda única.
Aunque no puso reparos a un rápido arranque de la primera fase del informe, que se obstinó en llamar de cooperación monetaria en lugar de unión monetaria, Thatcher rechazó las etapas ulteriores alegando, según fuentes oficiales británicas, que le suponían "serios problemas", ya que implican "tremendas" transferencias de soberanía de las capitales nacionales a nuevas instituciones supranacionales.
Su discurso, que su propia delegación desconocía hasta lo que pronunció, fue aún más decepcionante cuando puso muy alto el listón para al ingreso de la libra esterlina en el Sistema Monetario Europeo (SME), en el que ya están integradas las monedas de todos los demás pesos pesados de la CE, incluida la peseta desde hace una semana.
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González reafirma el objetivo de la unión monetaria
Viene de la primera páginaEl "mornento oportuno" para meter a la libra en el SME sólo llegará, dijo Thatcher, cuando se haya creado el espacio financiero común, que conlleva el mercado único, y cuando se haya reducido la actual inflación en el Reino Unido, que rebasa el 8%, de "manera significativa", es decir, próximo a la media comunitaria que se sitúa en torno al 4%.
El cumplimiento previo de este requisito fue considerado inaceptable por todos, porque supone hipotecar un acuerdo comunitario a una circunstancia nacional que depende exclusivamente de su política económica. "Esto significa", comentó un diplomático español, "que puede manejar a su antojo el momento del ingreso".
Mitterrand le advirtió en su contestación que acaso el espacio financiero común con el que sueña para, entre otras cosas, potenciar aún más la plaza financiera de Londres, no se lleve a cabo si persiste en su actitud sobre la unión monetaria y los jefes de Gobierno alemán e italiano, Helmut Kohl y Ciriaco de Mita, le secundaron en su respaldo al informe Delors, aunque no llegaron a formular amenazas.
"Aquellos que han aceptado la fecha del 1 de julio de 1990 para la liberación de los movimientos de capitales" en la CE, dijo Mitterrand en una clara alusión a su propio país, "tenían in mente otras etapas". "Si esas perspectivas se diluyesen, esos países podrían verse obligados a revisar su postura".
Tras recordar por la tarde que "la fecha de 1990 conlleva sacrificios para Francia", el presidente galo insistió en que "aquellos que sólo quieren el liberalismo intentan atraernos sobre un terreno en el que no podemos seguirles" y recordó nuevamente a su interlocutora que "Europa no puede ser construída sin transferencias de soberanía". "Este es el fundamento de la construcción europea", advirtió.
Tras escuchar estas intervenciones y las de sus otros huéspedes reunidos en el Palacio de Congresos y Exposiciones, González esbozó un compromiso en torno a cuatro puntos: 1) Reafirmar el objetivo de la unión monetaria; 2) Estimar que el informe Delors es una base útil de un proceso global y por etapas; 3) Iniciar la aplicación de la primera etapa del informe el 1 de julio de 1990, coincidiendo con la total liberalización de los movimientos de capitales, y encargar su preparación a los ministros de Economía y Hacienda.
El cuarto y más importante punto del compromiso presidencial consiste en encomendar a los órganos competentes la realización de trabajos preparatorios con vistas a convocar en su momento una conferencia intergubernamental para redactar un nuevo tratado y poder así, más tarde, pasar de la primera a las fases dos y tres de la unión.
"El informe Delors es un instrumento entre otros", reaccionó inmediatamente Thatcher, dando a entender que había alternativas y en su réplica se mostró aún más reacia a avalar la convocatoria de una conferencia aunque su fecha no sea aún decidida. Para Mitterrand, "el único compromiso posible es que no se fije aún una fecha para la conferencia", pero los doce deben, por lo menos, decidir celebrarla sin especificar dónde y cuándo. "Si no se hace, todo el proceso quedará obstaculizado".
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