La otra cara del déficit exterior
Las abultadas cifras del déficit exterior español han sido valoradas muy negativamente por la mayoría de los economistas que han hecho oir su voz. La situación actual de nuestra balanza de pagos ha sido una y otra vez calificada como desequilibrada, preocupante e incluso insostenible. En las líneas que siguen, el autor defiende una visión muy diferente: nuestro déficit exterior puede también interpretarse como una consecuencia de la buena salud de nuestra economía.
La balanza de pagos está compuesta por la balanza por cuenta corriente y por la balanza de capital, en la que considero incluida la variación de reservas. A un déficit en la primera tiene que corresponder necesariamente un superávit de la misma cuantía en la segunda, y viceversa. Ello refleja el hecho de que si, por ejemplo, un país compra al exterior más de lo que vende, tiene que recibir un flujo de capital que le financie la diferencia o reducir sus reservas. Esto es bastante intuitivo. Lo que no es tan intuitivo es que si un país recibe, por las razones que sean, un flujo neto positivo de capital del exterior, tendrá que tener inevitablemente un déficit en su balanza por cuenta corriente o incrementar sus reservas. La relación entre ambas balanzas es una identidad de tipo contable que no supone, a priori, causalidad alguna. No es suficiente observar déficit en la balanza por cuenta corriente, por grandes que sean, para deducir que un país tiene desequilibrios graves que reclamen ajustes drásticos. Hay que recurrir además al examen de la balanza de capital y comprobar si efectivamente el país en cuestión se está endeudando.Desde un punto de vista contable, todo superávit de la balanza de capital supone un incremento de la posición deudora de un país. Sin embargo, conviene distinguir entre los diferentes tipos de pasivo, porque, según su naturaleza, generan obligaciones muy distintas. En el balance de una empresa, por ejemplo, tanto el capital social como los créditos bancarios aparecen en el pasivo de la misma. Sin embargo, todo el mundo encuentra útil la distinción entre socios y acreedores. El grado de riesgo que asumen unos y otros es muy diferente: la remuneración de los primeros depende directamente de los buenos resultados de la empresa, mientras que la de los segundos no, salvo el caso extremo del fallido. También en las cuentas exteriores de un país conviene distinguir entre socios y acreedores. El capital que entra en forma de inversión directa, inversión en cartera en títulos de renta variable e inversión inmobiliaria constituye la primera categoría. Asume el mismo tipo de riesgos que la inversión nacional, y sus beneficios dependerán en gran medida de la buena marcha del conjunto de la economía del país.
El examen de la balanza de capital de la economía española revela que el actual déficit por cuenta corriente está más que compensado por la entrada de capital extranjero en forma de inversión directa, en cartera de títulos de renta variable e inmobiliaria. No estamos generando acreedores, sino socios. Este solo hecho debería hacer replantear algunas interpretaciones alarmistas de nuestro déficit exterior.
¿De verdad puede alguien creer en serio que si nuestro déficit fuese el resultado de un frenesí consumista, que si nuestro déficit fuese un desequilibrio preocupante e insostenible, estaría entrando a chorro el capital extranjero para financiarlo compartiendo nuestros riesgos y haciéndose solidario con nuestro futuro?
¿No será más bien que nuestro déficit por cuenta corriente es la consecuencia necesaria de la confianza de los inversores extranjeros y de la entrada de capital exterior en nuestro país?
El dinero que viene del extranjero o bien se guarda en el Banco de España o bien se debe gastar en el extranjero. Las reservas españolas están ya, en términos absolutos, entre las más elevadas del mundo. La estructura de nuestras importaciones indica que no nos estamos pateando el resto. Del total de importaciones no energéticas en el primer semestre del año en curso, el 55% son bienes intermedios necesarios para el funcionamiento de nuestra producción, el 23% son bienes de capital -maquinaria y material de transporte-, y el 22% restante son bienes de consumo. Incluso exportamos más bienes de consumo que los que importamos.
Pugna por el capital
Es en el contexto de una Europa integrada en donde debe interpretarse nuestro déficit por cuenta corriente. A estas alturas todo el mundo ha asumido ya la competencia en Europa, entendida como una competencia por la mayor fracción posible de la demanda agregada de los distintos países, incluido el propio. No es una visión incorrecta, pero es tremendamente parcial. En Europa se va a competir ferozmente -se está compitiendo ya- por el capital. El ahorro es el recurso verdaderamente móvil, que tomará cuerpo como capital allí donde vea mayores oportunidades de rentabilidad.
Los Gobiernos, con sus políticas económicas, deben competir por hacerse con la mayor fracción posible del ahorro de los distintos países, incluido el propio. Ello implica no sólo la política macroeconómica, sino también los impuestos, los servicios públicos, los recursos humanos, etcétera. Los países que tengan éxito en esa competencia presentarán déficit en la balanza por cuenta corriente.
Visto desde esta perspectiva, un déficit como el español, con las características de nuestro superávit en la balanza de capital, no puede interpretarse como un desequilibrio negativo. Por el contrario, somos un país que está teniendo mucho éxito en la captación del ahorro exterior, lo que nos permite capitalizarnos rápidamente y acortar distancias con los países más adelantados de la Comunidad Europea.
Lo dicho hasta aquí no implica que el ahorro exterior pueda sustituir al nacional. La inversión extranjera puede y debe ser un complemento importante en el fuerte proceso inversor que tiene que tener lugar si queremos aproximarnos a Europa, pero no puede ser el motor principal. Un esfuerzo ahorrador tiene que acompañar al inversor, y ello debe propiciarse con medidas de política económica que, probablemente, deben ser de naturaleza microeconómica.
es subdirector general de Planificación Económica.
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