El fin de la transición

El presidente brasileño, José Sarney, anunció, en un mensaje dirigido a todo el país, la víspera de la elección presidencial de ayer, que "la transición brasileña ha concluído" y cerró su discuso con la frase "¡Dios bendiga al Brasil". La apelación a la divina providencia, con que Sarney concluyó su mensaje, está plenamente justificada. Las cifras macroeconómicas del Brasil que Sarney entregará a su sucesor son pavorosas. La inflación de octubre raspa ya el 40% al mes y se teme que, si Sarney cumple su mandato hasta el final y entrega el poder el 15 de marzo, para esas fechas puede haber alcanzado el 100% mensual. La inflación anual, a fin de este año, se estima en 1.634%.

En su alocución de nueve minutos, Sarney realizó un balance de su presidencia. Sólo destacó los aspectos posítivos de su Gobierno, los logros democráticos, sin hacer la menor referencia a la crisis económica que vive el país.

"Las dificultades, los; obstáculos, enfín todo lo que atravesamos, no fue fácil, pero dejo al país, gracias a Dios y al apoyo del pueblo, la mayor realización soñada por el género humano: vivir y compartir la vida en régimen de libertad, de justicia, bajo el imperio de la ley del orden y del Estado de Derecho", dijo.

Al hacer balance de su trabajo, Sarney constató que "los partidos dejaron de ser clandestinos. Acabamos con los preconceptos ideológicos". También dijo: "Yo trabajé para este día. Trabajé con visión de la historia, tuve paciencia, tuve humildad, luché, me esforcé, sufrí y no sólo prediqué la democracia, sino que practiqué la democracia con mi ejemplo".

No tan optimista en su juicio se mostró el especialista en ciencia política Helio Jaguaribe, que considera que en estas condiciones mínimas para sostener la estabilidad del país, Sarney debe de abandonar de inmediato el poder como "una forma de atender el interés" del Brasil y también para "cerrar dignamente su inandato". Según Jaguaribe, "esperar casi tres meses [a entregar el poder] será desesperante".