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FERIA DE SAN JAIME

Un caballo torero corneado

Chaparral Cuatro rejoneadoresCinco toros despuntados de El

Chaparrall y uno de Félix Hernández, de juego y presencia desiguales, manso y bronco el 12, que hirió a un caballo. Curro Bedoya: rejón metisaca trasero bajo y otro contrario bajísimo (vuelta). Antonio Correas: dos rejones traseros, rueda de peones -aviso- y, pie a tierra, descabello (silencio). Ginés Cartagena: rejón trasero contrario (oreja). César de la Fuente: rejón trasero contrario (oreja).

Por colleras: Bedoya, rejón trasero y De la Fuente, otro contrario (oreja). Alternativamente Correas y Cartagena, rejón trasero, otro traserísimo, pinchazo a la media vuelta -aviso-, nuevo pinchazo, rejón trasero y Cartagena, pie a tierra, dos descabellos (palmas).

Más información
'Empolvaos'

César de la Fuente salió a hombros por la puerta grande.

Plaza de Valencia, 22 de julio. Segunda corrida de feria.

Media entrada.

JOAQUIN VIDAL

Un caballo torero fue brutalmente corneado por el primer toro y dio mucha pena. El incidente resultó tan dramático como se puede suponer y sucedió así: Curro Bedoya cabalgaba para poner al toro en suerte y al dar un giro rápido, resbaló el caballo. El accidente aún pudo tener peores consecuencias porque el caballo cayó de lleno encima de Bedoya. Todo acaeció de manera rapidísima. Patas arriba el caballo, se arrancó el toro y le estuvo pegando tremendos testarazos en el vientre, sin hacer caso de capotes al quite, coleos, voces, cuadrillas agitándose en torno. Acudió Ginés Cartagena y de un zarpazo asió las bridas, levantó al caballo, lo llevó lejos a toda velocidad. Mientras tanto, el toro amagaba embestidas a Curro Bedoya, que ya se había incorporado; rodaba por los suelos un peón, el derrote ciego del toro lanzaba al aire un capote, César de la Fuente corría hacia el patio de cuadrillas para interesarse por el caballo herido.

Después del alboroto en el ruedo y los muchos peligros vividos, quedó en el tendido un ambiente de consternación. Efectivamente, el caballo herido daba pena. Los caballos de rejoneo, caballos toreros en pura ley, poseen, aparte la buena doma que sus jinetes saben lucir en el ruedo, una valentía admirable y una inteligencia peculiar. Si les dejaran, darían las buenas tardes a los señores y besarían la mano a las señoras, que son mayoría en estas funciones. Nadie merece cornadas, pero un caballo torero, menos. Afortunadamente, los toros de estos festejos salen ayunos de pitón -que se los cortan sin contemplaciones- y eso impidó que el toro agresor le sacara las tripas al caballo agredido.

El toro agresor tenía guasa. El toro agresor era un mansazo que intentó varias veces saltar al callejón y estuvo desarrollando bronquedad hasta que rindió la vida. Curro Bedoya lo toreó y banderilleó con coraje y buen oficio y, naturalmente, su labor tuvo mucho mérito. Ginés Cartagena convirtió en gran espectáculo su actuación, unas veces para la galería, otras de estricta pureza rejoneadora, brillante siempre. Levantaron clamores sus banderillas prendidas en la modalidad del violín, sus alardes ecuestres, saltos y cabriolas, y alcanzó un gran éxito. También lo alcanzó César de la Fuente, con su toreo espontáneo, alegre, seguro, lo mismo durante su actuación en solitario que por colleras. Antonio Correas tuvo un toro reservón que le obligó a pasar demasiadas veces en falso, y pudo lucirse mejor con el quinto de la tarde, que era boyante.

Quinto y sexto sufrieron la agresión intolerable del toreo por colleras. Al quinto le pusieron sobre los lomos todo un almacén de madera (por dentro, una ferretería) y el pobre no sabía de donde le llegaba tanto caballo torero trotón, tanto jinete armado hasta los dientes encima, y contemplaba con estupor cómo después de clavarle hierros, la emprendían a saltos y sombrerazos. Al sexto le pasó lo mismo. Si suprimieran el turbio asunto de las colleras, los espectáculos de rejoneo tendrían mayor sentido torero y el público llegaría a sus casas con tiempo para cenar; no como ahora, que le dan las tantas.

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