Galafates y astifinos
El milagro de unos cuajados galafates y de astifinas defensas, a excepción del mogón y cornicorto quinto, se produjo ayer en Toledo. Tan sorpresivo suceso, inhabitualísimo en plazas de segunda categoría, pudo alcanzar la perfección si los morlacos hubiesen llevado pura sangre brava en sus venas, pero su catadura interior era pajuna y chochona.Los coletudos, a falta de emoción, por el noblote y aborregado comportamiento de sus tullidos enemigos, se dedicaron a recrearse en suertes de corte estético, aunque con el mérito añadido de esas alfileradas perchas amenazantes. En este festoneo, a Manzanares le tocó el mejor lote y lo aprovechó para ganar la partida de la belleza.
El alicantino se limitó a breves apuntes de arrebato estético en el que abrió tarde. Fue en el castaño y bocirrubio cuarto, al que ya saludó con verónicas de aroma candeal, en el que, con la pañosa, alumbró pases de belleza sin mácula, intercalados con otros de mucho menor calibre.
González / Manzanares, Ponce, Caballero
Cinco toros de Manolo González, (uno fue rechazado en el reconocimiento) y 5º de Murteira, excelentemente presentados, mansotes, nobles y flojos. Todos, excepto el 5º, astifinos.José Mari Manzanares: media desprendida y descabello (ovación); estocada (oreja). Enrique Ponce: pinchazo, estocada desprendida y rueda de peones (oreja); estocada perpendicular desprendida perdiendo la muleta (ovación). Manuel Caballero: pinchazo, estocada y rueda de peones (ovación); cuatro pinchazos y descabello (palmas). Plaza de Toledo, 11 de abril. Menos de media entrada
Así, desde, la ribera de la plena elegancia artística pasó al cauce del puro sentimiento en tres cortas series, dos de redondos y una de naturales, abrochadas con cadenciosos pases de pecho. Concluyó improvisando unas inspiradas trincherillas y cuando el galafate le pidió la muerte se la otorgó, que para eso llevaba la espada de verdad.
El cotarro solicitó más trofeos porque en sus retinas guardaba esta corta e intensa explosión de estética y la comparaba con la faena de Ponce a su primero, premiada igualmente con oreja. Elegante y fácil, el valenciano toreó con bello relajo, aunque sin llegar al abolengo de Manzanares.
El larguísimo y enmorrilado quinto llegó a la muleta huyendo de los engaños como cualquier mortal del recaudador de alcábalas, y ya se sabe que dos no pelean si uno no quiere. Ponce le obligó a ir desde las tablas al platillo, pero inmediatamente el animal recorría por su cuenta el camino a la inversa, por lo que el diestro, tras esturrear pases por acá y acullá, optó por despenarlo.
Caballero se llevó los dos funos más sosos y amodorrados, aunque con descaradota estampa y sendos pitones derechos de escalofrío. El de Albacete practicó un toreo extractivo, pero sólo alguno de los pases sueltos fue algo más que una fruslería estética.
Babelia
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