Del automóvil
Querido coche:Hola, ¿cómo estás? Sí, no me hagas mohínes, ya sé que estás muy bien, que tienes elevadas prestaciones, carácter racional, que eres independiente y otras cualidades que veo en tus anuncios (tus papás y tus abuelos no pueden presumir de lo mismo, aunque tienen muchos humos). Pero los anuncios son impersonales y seguramente echarás de menos alguna carta; por eso te escribo, espero que te guste.
No creas que los elogios que te hacemos -tan abundantes y variados- son aparentes o artimañas. Al contrario. Fíjate en que tu especie aumenta tanto o más que la nuestra. Ello prueba lo mucho que te queremos. Así: pagamos un buen dinero por ti, te aseguramos, te ponemos aire acondicionado y música, te lavamos, te hacemos revisiones y reparaciones, te alojamos en costosos garajes, te llevamos con nosotros todos los días y a todas partes, y, por si fuera poco, compartimos contigo heridas y muertes. Además, nuestros gobernantes lo llenan todo de carreteras y aparcamientos, despreocupándose de las marginales "especies de transporte colectivo" (el tren y el autobús, principalmente). Algunos centros públicos (hospitales) y otros privados (hipermercados) te dedican grandes superficies. Eres el rey de la publicidad. Todo está a tu favor. ¿Qué más puedes pedir? ¿Hay amor mayor?
Todos sabemos que tienes algunos pequeños defectos (destruyes el ozono, los pinos, la vida en los lagos, revuelves el clima, pulverizas las filigranas de piedra de iglesias y catedrales, apestas y estorbas en las calles... pero ¿quién no los tiene?
Sé de alguien (de mente retorcida) que, remedando el conocido eslogan publicitario de una de tus razas, va diciendo por ahí: "Contigo el fin del mundo". Tú, ni caso; como quien oye llover.-
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