Modernidad y consenso social
MICHEL HANSENNEAmérica Latina se encuentra hoy en una encrucijada que requiere una acción decidida para lograr que lo que resta del siglo se convierta en una etapa de desarrollo con justicia social, afirma el articulista. Y agrega que en la región nunca existieron condiciones más propicias para enfrentar con éxito este desafío.
Es con optimismo cauteloso que se ha iniciado el último decenio de, siglo XX en América Latina. Las proyecciones internacionales auguran mayor crecimiento, los momentos más graves de la crisis de la deuda externa parecen ha berse atenuado y la región vuelve a constituir un espacio económico estratégico para el desarrollo mundial.Los países de la región han optado por el camino de la modernidad con equidad y en democracia. Para alcanzar esa meta se. requerirá combinar- la capacidad de competir internacionalmente con la de asegurar internamente la legitimidad social de la senda escogida. La legitimidad social, a su vez, se consigue con la equidad, y, en particular, con la eliminación de la pobreza, que constituye la forma más aberrante de desigualdad.
Cambios profundos sacuden al mundo, no solamente a América Latina. Existe incluso la tendencia, producto quizá de una observación apresurada,. a pensar que las grandes transformaciones comenzaron en Europa oriental y que es allí únicamente donde se plantean los problemas que afectarán al porvenir del resto del mundo. Lo cierto, sin embargo, es que fue. en el continente americano donde soplaron por primera vez los vientos del cambio. Fue allí donde volvió a manifestarse la opción en favor de la democracia -a costa del sufrimiento de millones de hombres y mujeres- Fue allí donde se adoptaron nuevas soluciones económicas, caracterizadas por la internacionalización de la economía, el robustecimiento de la función que desempeña el mercado y la disminución progresiva de la participación del Estado en el sector de la producción. Y fue también allí donde comenzaron las políticas de ajuste estructural, con efectos tan controvertidos, por ser a la vez fuente de esperanzas y de miseria.
El continente, con todo, se encuentra en un momento favorable para profundizar esas transformaciones. Por segundo año consecutivo el crecimiento será del 3,5%, y la inflación, excluyendo Brasil, no rebasará el 30% -lo cual contrasta con la inflación, de cuatro o incluso cinco dígitos que se registraba a finales del decenio de 1980- Esta evolución redunda ya en un descenso del desempleo, aunque sigue aumentando el número de empleos de baja productividad y los salarios reales no han recuperado el nivel que tenían anteriormente. Al parecer, los cambios efectuados comienzan a dar fruto, sin por ello dejar de tener consecuencias negativas. Pero si bien el coste social ha sido elevado, ya comienzan a observarse los efectos positivos que las transformaciones surten sobre el empleo y la pobreza, los cuales son más visibles en los países que emprendieron antes el proceso de cambio y lo efectuaron con mayor profundidad.
Las repercusiones que inevitablemente tuvieron los cambios en el mundo del trabajo fueron objeto de un debate franco y abierto -si bien también complejo y difícil- durante la l3a Conferencia de los Estados de América miembros de la OIT, que hemos celebrado a principios de este mes en Caracas. Allí se debatió también otro tema clave para la región: las reformas al sistema de Seguridad Social, habida cuenta de la crisis económica reciente y del ajuste estructural. Y si bien debemos continuar en la búsqueda de un acuerdo en esta materia, lo importante es haber podido entablar un diálogo que permite definir las divergencias, concretar, los argumentos y conducir a una convergencia de puntos de vista opuestos. El consenso es un objetivo difícil, pero si se alcanza, sus resultados serán más eficaces y duraderos.
En esa cumbre americana del trabajo los representantes de los Gobiernos y de las organizaciones de empleadores y de trabajadores de la región coincidieron en la apreciación de que el continente se debate entre el conflicto y la esperanza.
Orientar el cambio
Frente a esa realidad, y consecuentes con los principios y objetivos de la OIT, estamos convencidos de que es a través del desarrollo de un auténtico consenso tripartito, de un diálogo social robusto, que América Latina podrá recorrer el camino hacia un nuevo tipo de sociedad. Es necesario un diálogo diferente, nuevo, original. Un diálogo que con tribuya a orientar el cambio, a ser protagonista del mismo, a aceptarlo y a sacar provecho de él.
El diálogo social debe ser considerado a la vez como un medio y como un fin. Como un medio, porque sólo el diálogo permite encausar y realizar mejor las transformaciones. Como un fin, porque asegura una distribución más equitativa de los costes y de los beneficios, y, por consiguiente, garantiza un mejor equilibrio social.
El diálogo debe ser tripartito, y ello hace a la esencia de nuestra organización, pero sus formas y variantes no pueden menos que responder a las realidades nacionales. Se requiere también una mayor autonomía de los partícipes en el diálogo, que habrá de acompañarse de un reconocimiento mutuo de que es posible el cambio en las posiciones. De lo contrario, resulta imposible pasar de una cultura del enfrentamiento a una del diálogo y de la aceptación.
La tarea de la OIT es ayudar a la región a responder al desafío que se le plantea en esta nueva década. Deberá hacer todo lo posible por contribuir a afianzar la confianza recíproca entre los interlocutores sociales y promover un clima propicio al diálogo a través de los servicios que presta a sus mandantes. En lo que hace a las normas internacionales del trabajo, deberá estar dispuesta a renovarse cuando ello sea necesario para servir mejor a sus Estados miembros, sin por eso permitir que la alejen aquellas normas que corresponden a los derechos fundamentales.
En cuanto a la cooperación técnica, creemos que nuestra organización debe incrementar la colaboración y mejorar continuamente el nivel de sus servicios. En este sentido, la Conferencia Regional de Caracas adoptó una resolución por la cual se recomienda que los recursos y programas deben promover una asociación más estrecha de las organizaciones de empleadores y de trabajadores en el despliegue de los esfuerzos nacionales de desarrollo. En la misma resolución se observa que se necesitan más recursos para que la OIT pueda mantener en un nivel satisfactorio la cooperación técnica en los dominios de su competencia.
Resulta interesante destacar que la participación de España como país donante en los proyectos de cooperación técnica de la OIT se concentra preponderantemente en América Latina, contribuyendo así de manera concreta a lograr los objetivos que la región se esfuerza por alcanzar. La asistencia de España, que destina al continente prácticamente el 90% de su aporte total a los proyectos de cooperación técnica de la OIT, no abarca sólo el espacio financiero; sus expertos se cuentan entre los más calificados de nuestra organización y desarrollan actividades, tanto en la oficina de Ginebra como en el terreno. Esta contribución, se vuelca particularmente a las áreas de las relaciones laborales, el desarrollo de la pequeña y mediana empresa, la gestión de cooperativas, la promoción de la mujer y la igualdad de oportunidades y de ingresos, y la rehabilitación profesional.
Mantener, o incluso incrementar, tal participación, no puede menos que servir de manera eficaz a crear y consolidar el clima propicio para el diálogo social, a impulsar la modernización y a promover la democracia y la estabilidad en la región latinoamericana. En un mundo cada vez más interrelacionado e, interdependiente, a nadie extraña que la solidaridad esté llamada a desempeñar un papel decisivo para todos, trátese de donantes o de beneficiarios.
América Latina, se encuentra hoy en una encrucijada que requiere una acción decidida para lograr que lo que resta del siglo se convierta en una etapa de desarrollo con justicia social. Nosotros, en la OIT, estamos convencidos de que nunca existieron condiciones más propicias para enfrentar con éxito este desafio. Confiamos plenamente en que las decisiones surgidas de un diálogo social renovado, enriquecido, harán que se alcancen las metas anheladas y contribuirán a la construcción de un porvenir venturoso para la región.
es director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
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