El arriesgado juego del presidente ruso
Yeltsin intenta atraerse a las repúblicas para librarse del 'superparlamento'
En su afán de librarse del Congreso de los Diputados Populares, el presidente Borís Yeltsin ha iniciado un arriesgado juego conlas repúblicas de la Federación Rusa. En él, diferentes actores reescenifican algunos de los actos del drama del desmoronamiento de la URSS; entre ellos, el intento del ex presidente soviético Mijail Gorbachov de sustituir una legalidad caduca por otra nueva, basada en una alianza con las repúblicas soviéticas.
La erosión de la legitimidad actual del Estado ruso ha hecho progresos durante el Congreso de los Diputados Populares, según coinciden en afirmar observadores parlamentarios, testigos del protagonismo adquirido por los dirigentes republicanos y regionales sobre el telón de fondo de la crisis en las instituciones centrales.La intervención del presidente de Osetia del Norte, Ajsarbelc Galázov, ha tenido un valor simbólico. Este antiguo dirigente del partido comunista leyó el miércoles el manifiesto de las repúblicas, de Rusia, lanzadas a la conquista de unos derechos bastante parecidos a los que reivindicaban las repúblicas soviéticas ante el presidente Mijafl Gorbachov y el Parlamento de la URSS.
Los presidentes de las repúblicas y los jefes de las administraciones regionales, provinciales y de los territorios autónomos nacionales de Rusia pidieron, por boca de Galázov, una ley para delimitar las competencias reservadas a los órganos centrales del Estado en el territorio de los miembros de la federación. La división entre la propiedad federal y la propiedad local es un problema a resolver para estos dirigentes que quieren participar en el proceso legislativo del Sóviet Supremo y en la gestión del Banco Central de Rusia, en la política internacional y en las relaciones económicas exteriores.
Los sujetos de la Federación Rusa han alarmado a los sectores patrióticos del Parlamento con la propuesta de regular sus relaciones con el centro mediante acuerdos bilaterales. La nueva Constitución de la Federación Rusa, afirman, no debe elaborarse hasta que se apruebe una ley sobre los principios y mecanismos de realización del Tratado Federal (TF).
Este documento, firmado a finales de marzo de 1992, no ha tenido consecuencias prácticas. Como en el pasado, Moscú dicta sus condiciones, confisca las recaudaciones de impuestos y decide quién tiene derecho a exportar. No es sorprendente que algunos municipios siberianos ricos en petrorrublos oculten sus ingresos.
Dada la confusión que impera en Moscú, tampoco sorprende que la región siberiana de Tomsk esté debatiendo su propio proyecto de Constitución. En las repúblicas "crece la desilusión ante el Tratado Federal" y "la gente se siente engañada", según afirmó el Consejo de Jefes de las Repúblicas de la Federación Rusa en un documento difundido el pasado lunes.
Mensaje claro
El mensaje de las repúblicas de Rusia es claro. No están dispuestas a participar en ninguna vertebración del Estado que no tenga en cuenta sus reivindicaciones. En 1991, Gorbachov se vio forzado a ir a remolque de Rusia, que lideraba la ofensiva de las repúblicas soviéticas contra el centro.
El resultado fue el proceso que se llamó de Novo-Ogoriovo, en alusión a la casa de campo de las afueras de Moscú donde, desde abril de 1991, se celebraban las conversaciones entre el presidente soviético y los líderes de las repúblicas que deberían haber
Firmado el Tratado de la Unión el 20 de agosto de 1991. Las repúblicas soviéticas, que al empezar 1991 intentaron organizarse al margen de Gorbachov, acabaron desintegrando el Estado al final de aquel año. Entre Novo-Ogoriovo y las reuniones del Consejo de Jefes de las Repúblicas de la Federación Rusa (la última, celebrada el lunes en el hotel Presidencial) hay diferencias. Gorbachov no fue impulsado a actuar por un conflicto con su Parlamento, sino por deseo de mantenerse al frente de un Estado unido.
En Rusia, sin embargo, ha sido el mismo Yeltsin quien ha organizado a sus repúblicas en el Consejo de Jefes de las Repúblicas. Este organismo consultivo que surgió el pasado otoño está empezando a ser imprescindible en todas las decisiones de importancia estatal.
El Tratado Federal, que agrupa a sus signatarios en tres rangos distintos, fue firmado por 19 de las 21 repúblicas de la Federación Rusa (todas con excepción de Tatarstán y Chechenia), 58 provincias y otras unidades administrativas y 12 territorios nacionales. Hoy, todas las unidades administrativas de segundo y tercer rango quieren equiparar sus derechos económicos con los que poseen las repúblicas. Por su parte, las repúblicas que firmaron en su día el Tratado Federal siguen hoy los pasos de las que no lo firmaron, Tatarstán y Chechenia, y comienzan a reivindicar acuerdos bilaterales con el centro. "No hay que asustarse", exclama Mintimer Shaimíyev, el presidente de Tatarstán, que, tras el congreso, reanudará su negociación de un tratado bilateral con Moscú.
El proceso de privatización lanzado por la Federación Rusa ha topado con la afirmación nacional en las repúblicas. Tatarstán, donde hay lucrativas empresas que antes pertenecieron al Estado soviético, ha editado sus propios cheques de privatización, a repartir entre los ciudadanos de la república junto con los cheques del Comité Estatal de Privatización de Rusia.
El fin de los cheques tártaros es lograr que el paquete de control de la propiedad se mantenga en la república, según explicó a este periódico el presidente del Sóviet Supremo de Tatarstán, Farid Mujametshin. "Queremos reformar Rusia mediante el aumento de los derechos de las repúblicas y tratados bilaterales", señalaba Mujametshin, que opina que las repúblicas rusas deberían tener más competencias que los Estados de EE UU en lo político y semejantes en lo económico.
Jugar con fuego
Yeltsin jugaba con fuego cuando afirmó ante el Congreso que las repúblicas pueden dejar de enviar a sus representantes al Parlamento, como en su día hicieron Lituania y, más tarde, Ucrania en el Congreso de los Diputados de la URSS. Las palabras de Yeltsin formalizaban unas hipótesis que podrían ser fatales para el Estado ruso. "No sé cómo a Yeltsin se le ocurre decir esas cosas", afirmaba ayer una diputada. En opinión de la legisladora, el valor positivo que el presidente ha atribuido a la posibilidad de que la URSS siguiera viva suena hoy macabro, viniendo de uno de los firmantes de su sentencia de muerte.
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