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Los liberales japoneses se juegan mañana en las urnas una hegemonía de 38 años

Juan Jesús Aznárez

Las elecciones generales de mañana han sido consideradas las más importantes desde la II Guerra Mundial porque, el Partido Liberal Democrático (PLD), en el Gobierno desde 1955, puede perder la mayoría absoluta e incluso el poder en beneficio de un Gabinete de coalición liderado por Tsutomu Hata, el político que el pasado 18 de junio, en nombre de la reforma, asestó un primer patadón a las viejas estructuras.

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Hata, un conservador favorecido por el mismo sistema que ahora afirma querer cambiar, rompió la disciplina de su partido al apoyar con otros disidentes una moción de censura de la oposición contra el Gobierno de Kiichi M¡yazawa, acusado de incumplimiento programático y de retrasar indefinidamente una reforma considerada imprescindible para adaptar la política japonesa a la nueva situación surgida del fin de la guerra fría.Anochece en Tokio, y no hay quien calle, ni quien escuche, a la candidata socialista Suzumi Kikuku. "Nos azotan vientos fuertes", dice en alusión a la metamorfosis de la política nacional y la previsible inestabilidad poselectoral. Ni un alma en la plazoleta donde se explica con tropos meteorológicos. La desolación del entorno no arredra a Suzumi: micrófono en mano, se dirige a los balcones. "Lucharé aunque sea mujer". Algunos miradores se iluminan, la candidata cobra ánimos y alza la voz en su alegato contra la corrupción.

La oposición centrista y la socialista, seriamente maltratada esta última en las encuestas por antigua o blanda, encuentran en el disidente Hata, y su Partido de la Nueva Vida (Shinseito), la única posibilidad de acceder a la Administración.

Así se lo dice Suzumi Kikuku a la militancia que protesta por una eventual alianza con políticos que únicamente prometieron combatir la estrecha dependencia entre dinero y política, fundamento de la mayoría de los escándalos, cuando su facción fue arrinconada en el partido liberal.

"Shinseito está todavía sucio, pero si continuamos rechazándolo nunca tendremos la oportunidad de hacer algo". Hata, enronquecido de tanto jurar honradez, en falso, afirman sus adversarios, reclama "un nuevo Japón". Casi todos los candidatos lo han hecho durante la campaña con escasa audiencia y más decibelios que entusiasmo.

Morihiro Hosokawa, líder del Nuevo Partido de Japón, de centro-derecha, resultado de otra escisión del PLD ocurrida hace un año, no corteja a Hata y rechaza el agrupamiento poselectoral con el Partido de la Nueva Vida o con los liberales.

Los resultados obtenidos en las recientes elecciones a la asamblea municipal de Tokio y las favorables expectativas en las de mañana aconsejaron a Hosokawa el juego por libre. En un encuentro con corresponsales extranjeros pronosticó que el PLD retendrá un Gobierno débil y en minoría. "Nosotros permaneceremos fuera. Será un Gobierno de corta vida, y este año se celebrarán nuevas elecciones". El anterior primer ministro, Toshiki Kaifu (1989-1991), derribado por su propio partido cuando se manifestó a favor de una amplia reforma política, prometida ahora por la mayoría, está bien situado en la tema liberal para suceder a Miyazawa. Pero gane quien gane, las cosas serán distintas.

Durante la campaña, en la que el dinero gastado en regalos e invitaciones decidirá muchos éxitos y, fracasos, los liberales prometieron mayor pureza en la Administración y pronosticaron una "anarquía política como en Italia" si gana la oposición y recordaron la prosperidad nacional.

Los "bárbaros peludos" rusos

Las referencias a política exterior entre los candidatos fueron pocas, pero algunas reveladoras y de acento nacionalista. Michio Watanabe, ministro de Asuntos Exteriores hasta su relevo por enfermedad, subrayó los alarmantes índices de la delincuencia en EE UU, "donde venden marihuana por cualquier sido". El periódico Asahi informaba de que Shintaro Ishiliara, un dirigente del PLD, calificó al ministro ruso de Exteriores, Andréi Kózirev, de "bárbaro peludo" y reprochó al jefe de Gobierno excesiva efusividad en los saludos "al hombre blanco", en alusión a varios dignatarios extranjeros.

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