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Asombrosa peregrinación

Gentes de todo de mundo siguen peregrinando a Bayreuth con una ilusión verdaderamente asombrosa. Lo que se ve aquí es dificil de encontrar en otro lugar: desde un matrimonio noruego que consiguió una entrada para Lohengrin tras seis años de peticiones y entraban uno en cada acto hasta grupos de japoneses (ellas con kimono) hablando con delectación sobre las posibles conexiones del kabuki con la estética del Tristán.Viendo la exhibición de trajes de noche y alta costura que lucían los espectadores es difícil imaginarse que la crisis económica vaya a llegar alguna vez a este lugar encantador, con flores por todas partes y en el que algunos hoteles de los pueblos de los alrededores preparan un bufete para sus clientes, aunque las representaciones terminen a medianoche, como Parsifal. Sin embargo, algunos indicios apuntan que el festival va a tener recortes el próximo año.

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Plácido Domingo conquista a los wagnerianos de Bayreuth pese a sufrir un fallo de voz

Algunos de los directores de escena más instalados en criterios de vanguardia, desde Chereau a Upfer, han pasado por aquí como dignos sucesores del revolucionario Wielamnd Wagner. Las voces siguen siendo el problema más alarmante. Ello explica el interés levantado por Waltraud Meier o Domingo en sus respectivos desafíos. Pero a la crisis vocal wagneriana no se le ve el fondo ni el punto de inflexión. Tal vez ahora el mercado audiovisual exija menos agudos y modulaciones y más piernas consistentes y rostros atractivos. Wolfgang Wagner tiene, por ahora, la última palabra.

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