La Comisión apuesta en firme por el crecimiento
El libro critica los errores político-macroeconómicos del pasado
El texto de la Comisión critica con enorme dureza los "errores políticos macroeconómicos" cometidos en el pasado, a los que atribuye la profundidad de la recesión actual y la crudeza del problema del paro. Ante posibilidad de elegir entre un crecimiento modesto pero con una gran capacidad de generación de empleo, o un crecimiento más fuerte pero con una generación de empleo menos elevada proporcionalmente, el Libro Blanco se inclina por esta segunda fórmula como camino más adecuado para alcanzar el objetivo de crear 15 millones de empleos de aquí al año 2000 y reducir así la tasa de paro europeo a la mitad.
A pesar de que gran parte de la crisis actual ha sido provocada por los recalentamientos de la economía comunitaria en el binomio 1989-90, el texto descarta la fórmula de incentivar un crecimiento modesto pero muy creador de empleo, al estilo del modelo que ha permitido a Estados Unidos mantener estable su tasa de paro (5,6% en 1972, 5,5% en 1990) con un crecimiento anual del 2,3% del PIB. Según la Comisión, para aplicar este modelo en Europa sería necesario abrir el abanico salarial hacia abajo, lo que traería consigo un recorte del resto de costes ligados a los salarios, por ejemplo en materia de seguridad social. Al mismo tiempo, este escenario sería menos positivo para el resto del mundo porque implicaría una ralentización en el crecimiento de las importaciones europeas que tendría efectos negativos sobre las exportaciones y los ingresos de los países en vías de desarrollo y de Europa del Este.
Estos problemas, según el Libro Blanco, dan a entender que sería preferible un esquema de crecimiento fuerte, que a la larga aumentaría la capacidad de generar empleo. Con una tasa de crecimiento sostenido del 3% anual se podría alcanzar el objetivo de los 15 millones de empleos, de los que 10 millones corresponderían al propio crecimiento del PIB y el resto al aumento de la capacidad de generar empleo.
Las recetas para alcanzar este objetivo pasan por la condición "indispensable pero no suficiente" de aumentar la rentabilidad de las inversiones, lo cual exige mejorar la confianza del entorno de los negocios. Una buena manera de hacerlo sería que los Gobiernos lanzaran mensajes tendentes a dejar muy claro su interés por incentivar el crecimiento. En este marco se inscribiría precisamente la gran iniciativa de infraestructuras contemplada en el Libro Blanco, pero también la liberalización de la economía en el marco del GATT, la apertura total del mercado interior, las redes transeuropeas, etcétera.
La lucha contra el paro, según el Libro Blanco, debería pasar por la combinación de políticas macroeconómicas y estructurales y por dejar muy claro el mensaje de que esas políticas se seguirán aplicando cuando haya pasado la recesión. Las primeras permitirían a las empresas adaptarse a su nuevo entorno tecnológico reduciendo el marco reglamentario, creando un mercado de trabajo eficaz y capaz de responder a las nuevas situaciones en materia de concurrencia y dibujando un entorno internacional abierto que permita a la Comunidad participar en el desarrollo de otras zonas del planeta.
Estabilidad monetaria
En materia macroeconómica el primer objetivo ha de ser la estabilidad de la política monetaria, reducir los déficit públicos al 3% del PIB, aumentar la tasa de ahorro interno y la contención salarial. A largo plazo, los déficit deben quedar por debajo del 1% del PIB. La Comisión insiste en que sólo la contención salarial y la reducción del déficit permitirá que las reducciones de tipos de interés sean duraderas y creíbles.
La Comisión atribuye en gran parte a "errores de política macroeconómica del pasado" las elevadas tasas de paro actuales. Considera que fue una equivocación la relajación de la política monetaria acordada después del crack bursátil de 1987, en un momento en que la tasa de crecimiento de la economía comunitaria estaba en camino de remontar: las perspectivas abiertas por el proyecto de mercado único y la repercusión de la bajada del petróleo acababan de desencadenar un fuerte crecimiento de la inversión, aunque esto no apareció en las estadísticas hasta la primavera del año 1988. La consecuencia de todo ello fue un crecimiento del 4,1%, en lugar del 1,3% previsto. Es decir, una tasa de crecimiento real que provocó tensiones inflacionistas y salariales y una rápida subida de los tipos de interés. Todo ello, aderezado con las urgencias desatadas por la rápida unificación alemana, abrió las puertas a una política monetaria restrictiva de consecuencias muy negativas sobre la inversión y el crecimiento.
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