Plomos
Se ha descubierto recientemente por qué Francisco de Goya tenía un carácter tan gruñón y desabrido: el pintor padecía de saturnismo, enfermedad crónica producida por intoxicación de plomo. Es decir, que el plomo no sólo es un pesado, sino que también provoca misantropía, taciturnidad, espasmos, alucinación y delirios. Aunque ahora se lleva la gasolina sin plomo, casi todos los conductores y muchísimos taxistas están tocados irremediablemente por el saturnismo: el fantasma de la mala leche campea por la ciudad. El cabreo impera. Pero no todo es propiciado por el Gobierno; la culpa la tienen los plomos y toda la caterva de sinapismos, moscones, latosos, lenguaraces, lapas de taberna, rollos, coñazos, jeremías, ladillas peripatéticas, periquitos que hablan de todo con fluidez inquietante e ignorancia supina.Así las cosas, las autoridades debieran defender al ciudadano ante los plomos de todos los calibres. Los plastas recalcitrantes tienen que sucumbir bajo el peso de la ley y la justa venganza. Quien incordia a un inocente debe ser condenado a infligir idéntico tormento a las estatuas o al espejo. Si preguntas a alguien qué tal está y él aprovecha para contarte su vida, ese tal merece que lo internen en una cartuja.
El plomo es un metal pesado, blando, fusible y de color gris. Cuando un tipo gris se suelta la lengua y empieza a escupir necedades hay que salir de estampida al juzgado de guardia. Si además está borracho y no sabe mear, hay que acudir a la trompeta más próxima y efectuar toque de queda. Porque el plomo etílico es una de las lacras más vergonzosas de los países vitivinícolas, y de los otros también. En los últimos tiempos hay invasión nocturna de plomos coca-túas, gentes con un palmo de narices que siempre se pasan de la raya y que te ponen la cabeza como un bombo obligándote a huir a la francesa cual gallina. La química y la estupidez son una aleación letal.
El plomo en bruto, por su parte, es pesado porque el mundo le hizo así, porque nadie le ha tratado con amor, o por otras desgracias. Para vengarse, sale a la caída de la tarde diariamente y devora a los desavisados y a los incautos. Si no queremos que nuestra patria se vuelva tarumba, malhumorada y saturnina, no habrá más remedio que poner bozal a los plomos. Goya, al fin y al cabo, era un genio. La mayoría de los plomos, en cambio, tienen el cerebro deshabitado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.