Espías y romances para no pensar
Las bibliotecas de los hospitales celebran tertulias y prestan libros para aliviar la enfermedad
Son islas de paz dentro de los hospitales. Suena Chaikovski y el sol entra por las ventanas. Allí los enfermos leen novelas policiacas para no pensar: la temida operación se halla a la vista. O toman café y charlan mientras se olvidan de las dolencias que los mantienen atados a una cama durante se manas. Dos hospitales de Madrid, el Doce de Octubre y La Paz, cuentan con sendas bibliotecas para los pacientes ingresados. La primera incluye una sala de lectura con 15 plazas que ha llegado a convertirse en un punto de reunión y de relajo para los pacientes que durante su ingreso llegan a conocer la existencia de este servicio.Pasillo arriba, pasillo abajo, los enfermos a la espera de su intervención desgastan la suela de sus zapatillas en los hospitales. A su alrededor sólo ven gente en la misma situación que ellos. Y eso cansa, y a veces deprime. "Tenemos los pasillos requetevistos", comenta Luis Rodríguez, de 57 años. Embutido en su batín azul, Luis acude casi todos los días a la biblioteca del Doce de Octubre para leer la prensa o alguna novela. Lleva un tiempo ingresado a la espera de que le operen y explica que en la sala de lectura se le pasan las horas sin sentir. A Marcelino Romanillos, de 63 anos, le tiran los libros de naturaleza y las biografías. "Estoy esperando la operación, y la lectura me da tranquilidad", asegura mientras hojea la prensa del día.
Los dos encargados de la biblioteca, Rosa Foces e Isidro Mora, tienen el recinto lleno de detalles. Que no falte la música de fondo y cuadros que alegren las paredes blancas. Cuentan con más de 2.000 volúmenes catalogados, y aún les quedan otros tantos por clasificar. Cada día, prestan unos sesenta libros a pie de cama. En cada planta del hospital, el enfermo al que le apetece leer y no puede bajar a la biblioteca tiene acceso a un catálogo con los títulos disponibles. Solicita algún volumen, y Rosa o Isidro se lo llevan a la habitación. Por una semana. "No nos desaparecen libros", asegura Rosa. Los enfermos parecen conscientes del beneficio público de la biblioteca.
Este servicio en los hospitales nació en 1990 a través de un convenio del Ministerio de Cultura con el de Sanidad. Los primeros cedieron 2.000 volúmenes a las bibliotecas del Doce de Octubre y de La Paz. El resto de los títulos y de las mejoras (como la informatización de los préstamos y de las memorias de la biblioteca y la ampliación de los títulos) han llegado de mano de los propios bibliotecarios. Y también de personas altruistas.
Teresa González, la bibliotecaria de La Paz, tiene ante sí 24 cajas llenas de libros para clasificar y una sonrisa en los labios. Está encantada con los montones de novelas y de cuentos que una señora acaba de donarle a la biblioteca. El recinto es chiquitín. Apenas cabe ella misma, rodeada de estanterías a rebosar. Desde allí organiza los préstamos y atiende las solicitudes. Bloc de notas y catálogo en ristre, Teresa peina cada mañana varias plantas del hospital. Y a cada enfermo le pregunta: "¿Quiere algún libro?, yo se lo subo". Pero una persona sola no puede abarcar todas las plantas de un hospital de las dimensiones de La Paz. A veces, el paciente ni se entera de que existe una biblioteca, aunque hay carteles que lo anuncian por los pasillos.
Para Teresa el libro es un pretexto con el que establecer comunicación con los pacientes. De hecho, colecciona experiencias para todos los gustos. "Es que no sé leer", le confesó con sonrojo el último día de hospital una paciente joven a la bibliotecaria. La enferma le había dado largas todo el tiempo que estuvo ingresada: "Me duelen los ojos", "hoy estoy cansada...".
La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, los relatos de Roahl Dahl y las novelas policiacas batieron marcas el año pasado entre los pacientes. Las parturientas apenas solicitaron libros y las madres que acompañan a sus niños en su estancia en el hospital se lanzaron a las historias de amor. Todo, para no pensar en la enfermedad.
Barquitos de papel
Y los jueves, tertulia. Organizada desde hace un año por voluntarios de Cáritas que trabajan en el Doce de Octubre y por los bibliotecarios, Rosa e Isidro, esta reunión supone una tregua en la monotonía hospitalaria. Unos 15 enfermos se acercan los jueves a la sala de lectura, donde les esperan una taza de café, charla, concursos de adivinanzas o diapositivas. "Esto es como una cafetería", comenta encantada una enferma. Hay un paciente fijo: Fernando, de "más de 80 años", y es el alma de la reunión. Llega a la sala pertrechado con su sabiduría de anciano y con papel y tijeras, porque es experto en papiroflexia. Le encanta enseñar a los otros enfermos y a los bibliotecarios a crear pájaros y barquitos de papel. La charla es animada y las palabras "me duele" ni se nombran. Está prohibido llevar a la tertulia el monotema de la enfermedad.
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