Sanguinetti, presidente
LAS ELECCIONES del domingo pasado en Uruguay han dado la victoria a Julio María Sanguinetti, el candidato del partido Colorado, que ya ocupó la presidencia en 1985, tras la caída de un Gobierno militar que había durado 12 años. Sin embargo, la presente elección presenta una diferencia esencial en relación con las anteriores de la historia uruguaya: en vez del bipartidismo tradicional, entre un partido Blanco más bien conservador y un Colorado inclinado a la socialdemocracia, Uruguay ha entrado en un sistema tripartito, con la presencia de una nueva fuerza política, el Encuentro Progresista, en el que se agrupan, al lado de los comunistas, diversas fuerzas de izquierda de inspiración católica o laica. Este tripartidismo se refleja claramente en los porcentajes. Sanguinetti gana con el 32,3% de los sufragios. Le sigue el candidato del Partido Nacional (Blanco) con el 30,1 %, y a muy corta distancia, el Encuentro Pogresista, con el 29,8%. El peso de este último partido se potencia, además, por el hecho de que ha ganado la alcaldía de Montevideo con un 45% de los votos.Para el nuevo presidente, este tripartidismo será fuente de serias dificultades. La gobernabilidad del país se complica, ya que todo el sistema político y electoral está basado hasta ahora en el bipartidismo. Por ello, una de las primeras preocupaciones de Sanguinetti tendrá que ser preparar -algunos hablan incluso de la conveniencia de convocar una Asamblea Contitucional- unos cambios en el sistema político.
Por otra parte, Sanguinetti tendrá que abordar en su presidencia, que oficialmente se inaugura el próximo mes de marzo, otro problema muy complejo en el terreno económico: la entrada de Uruguay en Mercosur, el acuerdo de libre comercio que engloba a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Sólo con que se tengan en cuenta las diferencias territoriales que separan a Uruguay de vecinos gigantescos como Argentina y Brasil, es obvio que, por muchas que sean las ventajas de entrar en un mercado mucho más amplio, deberá afrontar la amenaza de verse invadido por mercancías de los grandes. La insistencia de Sanguinetti sobre la necesidad de que Uruguay, se esfuerce por concentrarse en las ramas que le son más favorables y por elevar la calidad de su producción, está plenamente justificada.
Al mismo tiempo, Uruguay es un país con una tradición de Estado de bienestar, de la que el partido Colorado ha sido abanderado. No es casual que el triunfo de Sanguinetti coincida con el éxito de un referéndum que prohibe a los Gobiernos reducir las pensiones actualmente vigentes. La aprobación de ese referéndum ha sido por mayoría aplastante. Por otra parte, hay que prever que el peso adquirido por el Encuentro Progresista con sus resultados electorales le permitirá presionar para que la política social no se debilite; más bien que se fortalezca.
Sanguinetti tendrá, pues, que abordar las duras exigencias económicas de la integración en un mercado común con Brasil y Argentina, conservando una política social que no reduzca las ventajas -como las pensiones- a las que los uruguayos están acostumbrados.
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