Padres 'especiales'
Dos familias explican por qué adoptaron niños con graves enfermedades o minusvalías
Belén no conoció a su madre natural, que renunció a ella al nacer, hace 21 meses. Pero sus rasgos achinados de niña con síndrome de Down o mongólica no le han impedido encontrar una familia adoptiva. Daniela, de dos años, con una grave anomalía cardiaca conocida como tetralogía de Fallot, ha conseguido otro hogar después de que sus padres, unos nómadas húngaros, la abandonaran en la maternidad madrileña al no poder atenderla.¿Qué motivó a sus nuevas familias a acogerlas?
Olga y Pilar (son nombres falsos), de 38 años, solteras y profesoras de Ciencias Naturales y Griego, respectivamente, en un instituto madrileño, decidieron hacerse cargo de Belén porque los niños con mongolismo son los que más difícil tienen encontrar una familia. Legalmente, la madre adoptiva sólo puede ser una de ellas, pero la cuidan entre las dos. No son pareja. Sólo un par de amigas con un proyecto de vida común basado en el cristianismo.
"Somos voluntarias en un centro de acogida de la Comunidad de Madrid en Chamberí y en un local parroquial; a través de esas actividades hemos conocido numerosos chavales con problemas, y nos empezamos a plantear hacernos cargo de uno de ellos", explica Olga.
"Nuestro propósito no era adoptar a un niño recién nacido y sano, esos chavales no tienen problemas porque hay colas de gente dispuesta a hacerse cargo de ellos", apostilla. Cuando les hablaron de un bebé de mes y medio con síndrome de Down no lo dudaron. "Hay más personas dispuestas a acoger a un niño con anticuerpos del sida que a otro con mongolismo, es algo que no entiendo, a nosotras se nos hacía muy duro enfrentarnos a la idea de que el chaval desarrolle la enfermedad y muera", afirma Pilar.
El de Daniela, es otro caso de acogimiento especial. Juan Carlos y Marta, un bombero y una educadora infantil con dos hijos propios de cinco y tres años, decidieron acoger a esta niña que padece una anomalía cardiaca, la tetralogía de Fallot, tras conocer su caso. Marta se encontró con Daniela en la escuela infantil donde trabaja: "Era tan pequeña para la edad que tenía y había sufrido tanto sola que no pude apartar su mirada y, tras consultar con toda la familia, decidimos hacernos cargo de ella".
Los dos ventrículos del corazón de Daniela están comunicados, por lo que la sangre venosa, o sucia, se mezcla con la sangre arterial, que es la recién oxigenada. Ella es uno de los denominados niños azules, porque sus labios permanecen amoratados.Sus primeros meses de vida fueron una tortura: tuvieron que colocarle una fístula entre las arterias y someterla a 15 operaciones por otros tantos neumotórax en su pecho. Siendo sólo un bebé debió superar su adicción a un derivado de la morfina que le suministraron en el hospital para aliviar sus dolores.
"Con nuestros dos hijos ya teníamos el instinto de paternidad y maternidad satisfecho. Nos encontramos con las circunstancias de esta niña de frente, y son situaciones de las que no te puedes esconder", explican.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.