"¿Pegas a tu mujer?"
Feliciano Fidalgo y Máximo son dos profesionales cuya originalidad y genialidad son harto conocidas por nuestros lectores desde el nacimiento de este diario. Máximo con sus dibujos, que algunos lectores consideran como un editorial gráfico cotidiano, y Feliciano con sus entrevistas dominicales, en las que su característica consiste en no haber repetido una sola de las más de ocho mil preguntas que ha planteado al casi medio millar de entrevistados en su sección Luz de gas.
Pero precisamente esa originalidad y creatividad de Feliciano y de Máximo, al mismo tiempo que reciben aplausos de entusiasmo, producen también a veces algún que otro mal humor en algunos lectores.
El pasado domingo día 9 se encontraron ambos periodistas creativos en un mano a mano en el que Feliciano colocó en el sofá del psiconalista a Máximo, de quien recordaba que había realizado 6.971 dibujos para este diario desde el día mismo en que nació, el 4 de mayo de 1976.
Pero hubo una pregunta del inconformista periodista y una respuesta del irónico dibujante que irritaron a una serie de lectoras que han presentado su queja, por teléfono y por escrito, al Defensor del Lector.
La pregunta en cuestión de Feliciano a Máximo era: "¿Pegas a tu mujer?". Y la respuesta de Máximo fue: "Sólo el día de la alcaldesa de Zamarramala".
Una lectora comentó al Defensor del Lector que, si le había molestado la provocadora pregunta del periodista, entendía menos que el dibujante "le siguiera la gracia".
Por su parte, un grupo de mujeres españolas y extranjeras ha escrito desde Madrid pidiendo amparo formal al Defensor del Lector por lo que ellas consideran una "humillante trivialización de la violencia contra las mujeres". Escriben: "Quienes firmamos esta carta somos algunas de los, suponemos, miles de personas, mujeres y hombres, a quienes ha resultado imposible reírse. Si usted hubiera visto alguna vez a alguna de los miles de mujeres que son golpeadas por sus maridos cada año, algunas de ellas hasta la muerte, tampoco habría podido soportarlo".Añade la carta: "Pero las mujeres tenemos que tener más sentido del humor. ¡Era una broma! Sólo una duda: ¿habría hecho este señor (y los responsables del periódico aceptado y publicado) una broma sobre la violencia de los skins contra los inmigrantes o los homosexuales? Impensable. No se puede bromear sobre una violencia que costó hace dos años la vida a una dominicana. Y EL PAÍS trata seriamente la violencia y los problemas sociales en general. ¿Sabe usted cuántas mujeres murieron a manos de sus maridos el pasado año? Sólo tiene que leer el informe anual de la policía que nosotras hemos leído en su periódico".
Y concluyen: "Somos lectoras antiguas de EL PAÍS, mujeres profesionales de distintos sectores. No nos dirigimos al autor de la entrevista ni al entrevistado. Nos dirigimos al Defensor del Lector para que EL PAÍS repare públicamente la brutal y humillante trivialización de la violencia contra las mujeres que apareció en sus páginas el pasado domingo". Las firmantes añaden todas su DNI. Una de ellas, su pasaporte norteamericano.
Este departamento ha pedido a Feliciano y a Máximo que den una explicación a las lectoras que se han sentido heridas. Ambos han enviado separadamente su respuesta."Puedo equivocarme"Feliciano Fidalgo ha escrito así a las lectoras dolidas: "Gracias por leernos y molestarse en escribirnos. Digo esto también con mi corazón". Y añade: "Recuerdo siempre una anécdota. En los primeros años de los ochenta, un redactor fue encargado de escri bir una serie de artículos sobre la situación política española. Y aquello resultó una apología del PSOE que nadie esperaba. En cuanto me fue posible, le manifesté mi sorpresa al director, Juan Luis Cebrián. Él me mánifestó también la suya, y me dijo: '¿Qué quieres que haga: censurar como en la época de la censura franquista?'. No olvido nunca aquello. En suma, es lo que diferencia la libertad de expresión de la dictadura: el riesgo de error que corre el periodista que escribe libremente, y su periódico en consecuencia, EL PAÍS está considerado como uno de los cinco o seis periódicos más importantes y concienzudos del mundo. Pero Le Monde, francés, o The New York Times, norteamericano, y sus homólogos en importancia mundial también se someten a ese riesgo que lleva consigo la libertad. Lo que me inquieta en España, hoy, son esos periodistas que gritan a diario: 'A mí no hay quien me cierre la boca'. Yo reconozco que se me puede cerrar la boca y que me puedo equivocar".Y concluye: " Por fin, también me gustaría que se entendiera que, sin quitarle ni una pizca de importancia a cualquier tema grave y serio como el de la relación hombre-mujer, yo, personalmente, no quiero privarme de un cierto punto de humor en la vida, en todo. ¿Habrá algo más grave en este siglo que las dos guerras mundiales, o habrá algo más inconmensurablemente tétrico que el comunismo y el hitlerismo, amasados ambos con millones incontables de cadáveres? Pues se han hecho películas, libros, artículos, escenificaciones, etcétera, donde el instrumento del horror, para mejor plasmarlo y denunciarlo, es un gramo de ironía. Pero siempre, señoras, gracias por- su atención"."Mi respuesta es ancestral"Máximo responde en tono de humor afirmando que la suya era una respuesta ancestral a una pregunta atávica de Feliciano en el conjunto de un apacible juego esperpéntico. Dice así: "Quizá hubo un tiempo en que los rústicos feroces y los proletarios beodos pegaban a sus desdichadas mujeres por mor del costumbrismo, la estulticia, el predominio y la infamia, y eso se ha quedado, como reminiscencia de reminiscencias, en los fondos genérico culturales de dos seres peligrosos: Feliciano, franciscano, y un servidor, lego. La pregunta de Feliciano es atávica. Mi respuesta es ancestral. Es un breve pasaje medieval y bruegheliano, como de una película de Inginar Bergman en la que el guionista fuese Woody Allen. No sé lo que pintan aquí las alcaldesas de Zamarramala, pero algo pintarán".Continúa Máximo: "Varias lectoras se indignan, con razón, porque ellas piensan (al socaire de nuestro diálogo de borrachos serenísimos) en maltratadores modernos de mujeres, que hoy resultan ser psicópatas urbanos con COU y jurisconsultos abstemios y sádicos capaces de llegar en su vesania hasta el depósito de cadávares. Y bien: ¿qué tenemos que ver Feliciano y yo con la ofendida protesta de unas lectoras que nos toman por cómplices del jurisconsulto y del psicópata cuando sólo somos apacibles oficiantes del esperpento?".
Y concluye: "Tranquilícense nuestras amables y dolidas comunicantes: no sé en qué día las mujeres son alcaldesas en Zamarramala (¿será el día de Santa Águeda, único día al año, en mi pueblo, en que las mujeres podían entrar en el café?). Así que me pierdo la ocasión de pegar a nadie. Protesten, y yo con ustedes, cuando este periódico frivolice sobre el tema en las áreas de Sociedad correspondientes, pero permítanse el lujo y la alegría de espíritu de no ejercer la más mínima inquisición hacia una sección singular y libérrima que se llama Luz de gas, en la que el periodismo y la vida se permiten ser dominicales y distintos, una cancha automática cruzada de provocaciones e ironía en la que todas las preguntas son insólitas y ninguna respuesta puede ser convencional ni ser leída al pie de la letra. Por lo demás, yo no soy partidario de que nadie pegue a su mujer o a su hombre, sino de que nos demos muchos besos".
Si he entendido bien las originales respuestas a las quejas de las lectoras, Feliciano y Máximo han querido decir que se trataba sólo de una provocación literaria sin el menor propósito de incitar a la brutal y atávica pero también actualísima costumbre de algunos hombres de pegar a su mujer.
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