Inmigrantes
Soy ciudadano de Guinea ecuatorial, inmigrante, y llevo tres años viviendo en Madrid haciendo la carrera de Magisterio. No voy a hacer apología ni demagogia ante el tema de la inmigración. Sin embargo, somos muchos los que, una vez más, ante el drama humano, ante el dolor de las imágenes de los inmigrantes encerrados en un templo de París como una medida de presión para normalizar su situación en Francia, hemos sentido verdadera consternación.No es justo tratar a las personas de esta manera. Y aquí no se trata de racismo. Es mucho más grave: estamos ante un Gobierno francés inflexible e intolerante. Es el Gobierno que no hace mucho no atendió a las peticiones de la comunidad internacional e hizo todas las pruebas nucleares que se propuso. Es el mismo Gobierno cuyas decisiones restrictivas mantuvieron a sus propios ciudadanos en huelga durante muchos días en la calle. Ante ese Gobierno, ¿qué son 300 negros sin dinero y sin influencias? ¿Estos son los que harán presión? ¿A quién?
Ahora que el Gobierno español ha brindado una falsa oportunidad para que los inmigrantes regularicen su situación, siento miedo por lo que puede llegar. Estoy preocupado, no tanto por mí, ya que tengo otras ambiciones y éstas superan una tarjeta de residente o cambio de nacionalidad. Siento miedo por los que reuniendo, supuestamente, los requisitos que se les piden, se les negará la legalidad y se les empujará a una continua vida de incertidumbre.
¡Ojalá los dirigentes africanos les devuelvan a sus conciudadanos la libertad y la dignidad que en su día les robaron! En Occidente no las encontraremos.- Parla, Madrid.
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