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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ataque ¿y respuesta?

LA OFENSIVA militar lanzada por fuerzas iraquíes contra la ciudad kurda de Arbil, en territorio de Irak pero dentro de la zona de exclusión al régimen de Sadam Husein dictada por los coligados en 1991 para proteger a los kurdos de la región, conlleva graves riesgos, pese a que Bagdad la haya presentado como una "operación limitada" de 12.000 soldados. Con ella, el régimen iraquí ha instalado de nuevo su bandera en Arbil y lanzado un desafío a la comunidad internacional.Desde 1991, en que la coalición internacional intervino en esta zona para evitar la persecución de los kurdos de Irak por el régimen de Husein, militarmente derrotado en Kuwait, éstos han vivido un período de cruentos enfrentamientos entre los seguidores del Partido Democrático Kurdo (PDK) de Masud Barzani, al que Bagdad parece favorecer, o al menos utilizar como excusa para su operación, y los de la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK) de Jalal Talabaní, que controla un 70% de la población y hasta ayer Arbil, y al que apoyaría Irán. Los intentos de acercamiento entre ambos, propiciados en 1995 por EE UU, no han dado los frutos esperados, y la guerra fratricida se ha intensificado.

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Más de tres millones de kurdos en el norte de Irak son parte de un problema más amplio que afecta a los veinticuatro millones de kurdos de la región. En derredor, se da una amplia coincidencia entre los principales países de la zona -Turquía, Irán e Irak- para evitar el surgimiento de un Estado kurdo. Las incursiones turcas e iranies, en persecución o en apoyo de sus kurdos -instrumento para cambiar el equilibrio en la zona-, han sido notables. Ahora es Irak el que ataca, cuestionando la credibilidad de la coalición internacional que le derrotó en 1991. La operación lanzada ayer no ha sido pequeña, y aún es pronto para calibrar su extensión.

No estamos en 1991. Cinco años después, la ecuación es otra. Sadam Husein es militarmente débil pero sigue resistiendo a la cabeza de Irak, y sabe, que los kurdos están profundamente divididos. Aunque claramente necesita que la comunidad internacional le permita abrir el grifo de su petróleo para lograr divisas, la situación interna en Bagdad es sumamente confusa, y con esta operación Husein podría intentar frenar una creciente oposición en su contra. En Oriente Próximo, la actitud prooccidental del régimen de Arabia Saudí está siendo cuestionada, y cabe dudar de que se pudiera volver a poner en pie con celeridad una nueva coalición internacional contra Irak. Turquía tiene hoy al frente de su Gobierno a un integrista islámico, lo que sin embargo no le ha impedido reconducir el acuerdo sobre las bases aéreas en su territorio para la protección exterior del norte kurdo de Irak. E Israel vive grandes problemas con el proceso de paz. Finalmente, ésta puede ser la primera gran crisis internacional para Bill Clinton, que sabe que en el modo de afrontarla y gestionarla se puede jugar su reelección. Estas circunstancias no parecen favorecer un envío de tropas de tierra por parte de EE UU, aunque sí medidas aéreas y navales, a comenzar por la alerta que ayer ordenó el presidente norteamericano, y, sobre todo, diplomáticas y económicas.

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