El manual de Greene
El estadounidense ganó los 100 por regularidad, lejos de las explosiones de Johnson y las crecidas de Lewis
La carrera de Maurice Greene síguió la curva de velocidad que generalmente se establece en los 100 metros un ascenso brutal hasta los 40 metros, un pico máximo mediada, la prueba (en el caso del estadounidense ocurrió al paso por los 58,10 metros: 42,73 k/h), y un leve descenso en el último tercio. Según los datos proporcionados por la universidad de Colonia, Bailey alcanzó su techo cuatro metros después, con la misma velocidad punta: 42,73. Hace un año, en Atlanta 96, el atleta canadiense alcanzó una velocidad máxima de 12,1 m/s (43.56 k/h» en los 60 metros. Nadie, ni Ben Johnson en sus momentos estelares, ha llegado a ese umbral.La final fue el triunfo de la regularidad. Greene hizo una carrera de manual: tuvo una buena puesta en acción (0.135 segundos) y no falló en ninguno de los segmentos de 10 metros. Dominó la carrera y no se dejó invadir por la ansiedad.
Bailey confirmó que es un maestro entre los 30 y 70 metros, es decir, la parte intermedia. En ese tramo restó tres centésimas a Maurice Greene y estuvo en condiciones de sobrepasarle, pero de nuevo flaqueó en el tercio final. Porque en la salida cedió menos de lo habitual en el atleta canadiense.
Frente a la excelente carrera de Greene, que se quedó a dos centésimas del récord mundial, queda el recuerdo de tres momentos memorables: las actuaciones de Ben Johnson en Seúl 88 (9,79s) y los Mundiales de Roma 87 (9,83s) y la demostración de Carl Lewis en Tokio 91 (9,86s). Ninguno de los velocistas actuales ha conseguido acercarse a los márgenes de Johnson hasta los 60 metros. En ese trayecto construía su victorias. Hasta allí era un marciano. Luego se volvía humano.
Incluso en sus mejores tiempos, Ben Johnson cumplía con la curva habitual de velocidad. El único que no la ha respetado ha sido Carl Lewis. El atleta estadounidense desafió las convenciones en Tokio 91, cuando alcanzó su mayor velocidad punta en los 80 metros, cuando el resto de sus rivales declinaban con claridad.
Su problema era su tardía capacidad para alcanzar el máximo de revoluciones. Si Greene es la regularidad y Ben Johnson era la explosión temprana, Lewis era el huracán en el último tercio de la carrera. El cronómetro dice que Lewis corrió en 1991 los últimos 40 metros más rápidos de la historia (3,40 segundos), con una ventaja considerable sobre Johnson 87 (3,45s), Johnson 88 (3,46s) y Greene 97 (3,46s).
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