"El PP tiene los grupos de presión dentro"
Mallorquín de 47 años, licenciado en Biología y experto en investigación pesquera, Xavier Pastor lleva embarcado más de la mitad de su vida: primero, como biólogo del mar (trabajó para el Instituto de Oceanografía durante 12 años), y después, desde 1987, embarcado en su despacho de Greenpeace España o, de pronto, en cualquiera de sus buques de acción.Pastor cobra 335.000 pesetas netas al mes y gestiona un presupuesto de 400 millones (ni un solo duro de subvención), dirige a 32 empleados y representa a 72.000 socios que cada año pagan 5.000 pesetas. Le duele que la "parte científica y expositiva" de Greenpeace pase inadvertida y que sólo se destaquen sus acciones espectaculares. Pero lo acepta como signo de los tiempos.
Pregunta. Ustedes denunciaron siempre el cambio climático. En España, hace unas semanas nos moríamos de frío. Ahora nos morimos de calor. ¿Quién nos ha robado la primavera?
Respuesta. Las emisiones de CO2. Hace muchos años que lo decimos, y ahora ya todo el mundo está de acuerdo, incluso los más escépticos. Cada vez se producen más catástrofes relacionadas con el clima: altas temperaturas, huracanes, lluvias torrenciales, inundaciones, problemas en los cultivos... Siempre las ha habido, pero ahora las compañías de seguros saben muy bien que esto empieza a afectar a su negocio más que nunca. Está claro que hay que reducir las emisiones de CO2, los gases que crean el efecto invernadero.
P. Un millón de norteamericanos dejaron Greenpeace por la postura de la organización ante la guerra del Golfo. ¿Han vuelto?
R. No. Entonces teníamos cinco millones de socios, el momento en que más hubo. Pero un 90% de los norteamericanos estaba a favor de castigar a Irak, y nuestros compañeros de Estados Unidos no tuvieron éxito al pasar el mensaje de que se podían aplicar exclusivamente sanciones económicas y de que tras esa guerra no había un problema de libertades, sino de intereses petrolíferos. Ahora tenemos tres millones de socios, y ese bajón se debe también a que las campañas contra nosotros son ya más profesionales; no se da tanto la represión como el descrédito: que no tenemos base científica, que respondemos a oscuros intereses, que somos una multinacional de la ecología...
P. Claro, y con tanta hambre en el Planeta, ustedes ocupándose de los animalitos.
R. Ése es un discurso caduco, igual que el de quienes dicen que los ecologistas están contra el progreso. Pero resulta que, al margen de cuestiones éticas y culturales como el derecho de nuestros nietos a conocer las ballenas y el derecho de los animales a vivir también en la Tierra, los recursos pesqueros y forestales son recursos del hombre. Y el 80% de nuestras campañas sobre energía, tóxicos y desarme están dirigidas a proteger a la población humana.
P. Ustedes, los ecologistas, critican tantas cosas que al final, cuando hay una catástrofe, siempre aciertan. ¿No les quita eficacia tanta actividad?
R. Ése es uno de los problemas más graves que tenemos: la tensión -sana tensión- de centrarnos en los debates prioritarios o diversificarnos en problemas más pequeños. Está bien centrarse en los grandes problemas, pero, ¿cómo puede Greenpeace decir ante lo de Doñana "no me interesa eso", o ante un incendio forestal...? Yo me inclino por la diversificación. Greenpeace ha de ser relevante para la población local. No puedes hablar sólo del problema de la Antártida. Además, si dejamos de actuar en cuestiones más locales siempre dirá alguien: ¿qué intereses habrá en Greenpeace que le impiden hablar de esto? Pero, en fin, este problema no lo tenemos resuelto.
P. ¿Qué diferencias ve entre el Gobierno del PSOE y el del PP?
R. Si los socialistas estuvieron sometidos a los grupos de presión de las constructoras y las empresas químicas o energéticas, el PP los tiene sentados en el Consejo de Ministros. Isabel Tocino fue abogada de las empresas energéticas en el problema de la moratoria nuclear; Abel Matutes domina las grandes urbanizadoras de Baleares; Piqué tiene intereses en la industria del cloro, y Esperanza Aguirre montó desde el Ayuntamiento de Madrid la incineradora de Valdemingómez. En la época socialista, nos entendimos muy bien con Cristina Narbona (secretaria de Estado de Medio Ambiente) y muy mal con Borrell (ministro de Obras Públicas). Borrell es superinteligente, y entendía muy bien lo que decimos, lo que era todavía más triste; porque cayó en manos del sector más duro del ministerio. La presa de Itoiz, las hoces del Cabriel, no se mojó contra el uso del PVC, la incineradora de Almadén... El PP empezó con un discurso más cercano al nuestro, por ejemplo, en el problema del agua, y dio una mejor solución a la autovía por las hoces de Cabriel... Pero se fue endureciendo. Y ahora el Ministerio de Medio Ambiente, que podía habernos visto como una ayuda, sólo se dedica a justificar los proyectos del resto del Gobierno a los que nosotros nos oponemos.
P. ¿Y en lo de Doñana?
R. Fue penosa la actuación del ministerio y de la Junta de Andalucía descargando la culpa en el otro. El ciudadano está harto de que las administraciones quieran siempre competencias excepto cuando pasa algo. Ahora Isabel Tocino ha dado marcha atrás porque sabe que se equivocó. Y además, aquellas declaraciones: "No he visto a los ecologistas anoche echando una mano", como si fuéramos una ambulancia ambiental. Y eso que estuvimos allí al día siguiente.
P. ¿Le han pasado factura por aquella comida con Felipe González y Baltasar Garzón antes de las elecciones de 1993?
R. ... La comida que montó José Bono (presidente castellano-manchego). Asistió mucha más gente, como el pintor Antonio López, y Ventura Pérez Mariño, y Grego-rio Marañón... He dudado luego si fue acertado acudir. Aquí (en Greenpeace) no he tenido problemas, avisé a mis compañeros antes. Recibí luego cuatro o cinco cartas de socios en contra, que supongo representan la opinión de unos miles de personas que no escribieron. Algunos decían que si tenía que hablar con González debía ser en La Moncloa y con publicidad. No sé si fue acertado, pero volvería a hacerlo. Durante la comida hablé casi una hora y fui extremadamente crítico. Critiqué a Vicente Albero, entonces secretario de Estado, y luego González le nombró ministro. A Kindelán (del Consejo de Seguridad Nuclear), y también la presencia de armamento nuclear de EE UU en puertos españoles. Y fui muy crítico con el tono que mantenían los socialistas, con sus posturas a veces insultantes. Y con esa obsesión de modernizar España con tecnologías duras que en otros países están de vuelta.
P. ¿Le ofrecieron algún cargo?
R. Ni concejal de mi pueblo.
P. ¿Y habría aceptado usted?
R. No. La actividad política sería interesantísima si no fuera tan cutre. Me gusta el proyecto político por lo bello que tiene de que puedes llevar tus ideas a la realidad, pero esa belleza se acaba convirtiendo en algo asqueroso en la práctica diaria.
P. En el último número de su revista citan a un conocido periodista científico como "Manuel Tontaria". ¿No son estas cosas las que les causan descrédito a ustedes?
R. Había que responder a los ataques al movimiento ecologista. No se nos encontrarán muchos casos así.
P. ¿Se disculpará con Toharia?
R. No.
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