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Barajas

Los retrasos alcanzaban al 90% de las operaciones, la media de demora rozaba las tres horas, había decenas de vuelos cancelados y los pasajeros partían sin sus maletas, que en número de 15.000 se amontonaban en la central de equipajes del aeropuerto completando el cuadro desolador de caos y desconcierto. Semejante espectáculo tenía lugar en el arranque de las vacaciones de julio, justo cuando coincide la gran oleada de los que salen de viaje de vacaciones o acuden a cursos de verano en el extranjero con la primera tanda de turistas. El país entero estaba indignado con los acontecimientos cuando en todos los medios de comunicación escuchábamos atónitos el siguiente y literal diagnóstico de situación: "El aeropuerto de Barajas tiene muchos problemas, que tampoco son exclusivos del aeropuerto de Barajas porque fa... ba...bb basta viajar un poco por ahí... ue... todos los aeropuertos tienen sus problemas, pero en fin, nos debemos preocupar de que se arreglen los problemas del aeropuerto de Barajas porque realmente siem... puede haber problemas, hace poco hubo problemas en... eh... en vuelos por... raz... algunas razones... eh... puede haber razones... puede haber problemas deeee... deeee de otro tipo de razones en el espacio aéreo, es decir, puede haber distintos problemas. Lo que hace falta es que naturalmente se contribuya por parte de los responsables directos de la gestión del aeropuerto de Barajas es que las cosas funcionen y que por lo tanto que el aeropuerto vuelva rápidamente a la normalidad", fin de la cita.Si la autora de tal declaración hubiera sido mi niña pequeña me preocuparía seriamente porque es una cría espabilada e inteligente que no tiene problemas de dicción ni suele desvariar. Mi sentimiento, en cambio, fue de alarma porque aquella perorata incongruente se la marcó en el palacio de la Moncloa el señor presidente del Gobierno, don José María Aznar. Y no lo dijo por hacer una gracia o en un momento de modorra intelectual, sino en su comparecencia pública ante los periodistas y acompañado del primer ministro de Namibia, quien dudo mucho que haya logrado recuperarse aún de la traducción simultánea.

Oyendo al presidente tuvimos la sensación de que el desastre de Barajas le importaba un rábano y que de él para abajo tampoco le quitaba el sueño a nadie. Pero no era del todo justo. Un día antes, el ministro de Fomento salía del trance como buenamente podía afirmando que el nivel de saturación del aeropuerto era tal que cualquier pequeño incidente provocaba retrasos. Arias Salgado se tomaba un respiro hasta la gran reunión del lunes pasado, a la que estaban convocados también el ministro de Industria y los responsables máximos de Iberia y AENA. Estos dos últimos se llevaron la bronca por la imagen tan lamentable que dieron de enfrentamiento y descoordinación, aunque la conclusión final fue que lo que había que hacer en Barajas se estaba haciendo, que habría más sufrimiento hasta fin de año en que terminarán de construir la tercera pista y, sobre todo y muy principalmente, que la culpa de todo la tenían los anteriores Gobiernos socialistas.

Es verdad que Borrell no puede decir ni pío en esto del aeropuerto porque ya se veía venir cuando él era ministro de Transportes y le faltó previsión. Pero no es menos cierto, sin embargo, que este Gobierno desoyó en un principio la urgencia con la que los técnicos advirtieron del desastre que se avecinaba y que no reaccionaron hasta ver el aeropuerto patas arriba. Veintisiete meses en el Gobierno es un espacio de tiempo más que sobrado para asumir responsabilidades sobre las cosas que pasan.

Es posible que en Barajas, y como dice Arias Salgado, estén haciendo lo que hay que hacer, aunque probablemente no como se debe hacer. Experimentar el sistema de control para adaptarlo a la entrada en funcionamiento de la tercera pista, o poner a prueba el nuevo centro de distribución de equipajes en vísperas de la gran vorágine no parece muy acertado.

Como tampoco lo es la relación autista entre Iberia y AENA ni el desprecio o la paupérrima, cuando no contradictoria, información con que son obsequiados allí los pasajeros. "El problema -como diría Aznar- es deeeee... bb... el problema".

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