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Reportaje:

Entre el Segre y el Valira reside un jefe de Estado

La sensación que percibe el viajero cuando llega por primera vez a La Seu d"Urgell es que ha entrado en una ciudad profundamente marcada por sus peculiaridades históricas y geográficas. Situada estratégicamente en el corazón del Pirineo, entre los ríos Segre y Valira, entre el Principado de Andorra, la Cerdanya y el Pallars, es una ciudad de 11.000 habitantes, antigua y moderna al mismo tiempo, integrada armoniosamente en un paisaje irrepetible y con una clara vocación de ejercer de capital de un amplio territorio que sobrepasa los límites comarcales. La historia dice que La Seu es una de las siete ciudades más antiguas de Cataluña, pero por los rasgos de modernidad que encontramos en ella nadie lo diría. Una leyenda grabada a fuego en la sala de plenos del consistorio urgellense asegura que fue fundada por Hércules el Egipciano 1.699 años antes del nacimiento de Cristo y 606 años después del diluvio universal. Pero, ¿alguien sabe realmente cuándo sucedió? Lo único que se puede deducir es que Hércules el Egipciano lo hizo con urgencia, ca-si sin detenerse, pues otros proyectos guerreros más ambiciosos le llevaron hacia el sur de la Península Ibérica. De ahí que la primitiva ciudad se llamara Urgellia. Pero esa tendencia histórica a ser considerada una ciudad de paso se está acabando. Hasta hace muy poco, La Seu era simplemente un lugar de referencia para los miles de turistas que se dirigían a Andorra. Era algo así como una frontera psicológica, la antesala de un pequeño territorio extranjero. Hoy en día, sin embargo, es una ciudad de destino, de parada y fonda, y cuenta con una calidad de vida envidiable y una gastronomía exquisita. Ha costado mucho vencer esa inercia. Llegar a La Seu ya no se hace tan penoso como lo era una década atrás. La mejora de las comunicaciones y la apertura del túnel del Cadí -obra que evidentemente no se hizo para los lugareños- han recortado las distancias entre la metrópoli y los jardines pirenaicos, pero ello no ha eliminado el desconocimiento que se tiene del territorio desde Barcelona y Lleida, en especial desde la Administración. Todo eso explica que la sociedad urgellense esté muy arraigada a sus tradiciones. "Muchos pueblos semiabandonados del Alt Urgell se han convertido en segundas residencias, pero todavía hay gente que nos mira con exotismo, como si fuéramos ciudadanos de segunda", se lamenta Albert Vilaró, escritor y archivero municipal. El visitante puede encontrarse en La Seu con dos ciudades diferentes en las que conviven los vestigios históricos y la modernidad con todos sus componentes lúdicos. La primera se centra en el casco antiguo, con sus calles porticadas y la magnífica catedral de Santa Maria (siglo XII), la única de Cataluña de estilo románico puro. Su claustro está formado por 51 columnas coronadas por capiteles esculpidos con figuras de la mitología medieval, de influencia rosellonesa. Adosada al claustro se encuentra la iglesia de Sant Miquel, otra joya del románico. En los últimos años, La Seu ha experimentado una transformación urbanística que ha contribuido a reforzar su capitalidad. Las riadas de 1982 y su designación como subsede olímpica de Barcelona 92 fueron dos acontecimientos que sirvieron para diseñar una ciudad nueva, respetuosa con el paisaje y abierta a los dos ríos que la cruzan por el oriente y por el sur, convertidos ahora en dos bellos parques urbanos. El del Valira o parque de los enamorados, situado en el ensanche de la ciudad, invita a meditar y en él se encuentra una réplica modernista del claustro de la catedral, diseñado por el escritor y urbanista Lluís Racionero. En sus capiteles están representados los grandes mitos del siglo XX. En cambio, el parque del Segre es una instalación deportiva en la que puede practicarse todo tipo de actividades en aguas bravas y tranquilas, como kayac, rafting, hidrospeed y remo. Este verano se ha introducido como novedad la posibilidad de hacer rafting los viernes y sábados en horas nocturnas por el mismo precio que durante el día. La Seu es una ciudad de peculiaridades y una de ellas es su carácter episcopal. Se erigió en sede episcopal durante la época visigoda y ese hecho ha condicionado toda su evolución a través de los siglos. El obispo era el señor feudal, el dueño de la ciudad, con atributos en el ámbito religioso y en la administración civil, y con un gran peso específico en la sociedad urgellense. Aun hoy al prelado Joan Martí Alanis se le dice señor bisbe. Es, además de Madrid, la única ciudad española que es sede permanente de un jefe de Estado. El obispo Martí Alanis es, junto al presidente francés Jacques Chirac, copríncipe constitucional de Andorra y ante él presentan sus cartas credenciales los embajadores. Una porción del palacio episcopal es territorio andorrano y como tal goza de inmunidad diplomática. La condición episcopal hace que La Seu tenga como patronos a dos obispos santos: Sant Ermengol, patrón del agua, y Sant Ot, patrón del sol, y a ellos dirigen los feligreses sus peticiones para controlar el tiempo en función de las necesidades del momento. Sin embargo, uno de los principales atractivos de La Seu y de la comarca es sin duda el paisaje, caracterizado por la presencia de la sierra del Cadí como telón de fondo y por una variada muestra de vegetación, de geología, de luces y de colores que dan vida a una veintena de valles laterales de gran belleza, desconocidos para la mayoría de los visitantes. En ellos podemos encontrar un centenar de pueblos que todavía conservan los rastros de vida de una sociedad que desaparece lentamente. Se aconseja a los turistas perderse por alguno de los pequeños pueblos habitados del municipio del valle del Valira (Anserall, Arcavell, Arduix, Argolell, Ars, Asnurri, Bescaran, Calbinyà, Civís, La Farga de Moles, Farrera dels Llops, Sant Joan Fumat y Os de Civís). Cada uno de ellos tiene algo nuevo por descubrir. No se olvide el viajero de detenerse en Cal Pauet, en Sant Joan Fumat. Su estómago se lo agradecerá eternamente.

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