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Los intelectuales y la paz

Hace unas semanas estuve en Roma en un congreso en el que participaban intelectuales israelíes y palestinos. El tema del congreso era cómo pueden la cultura palestina y la cultura israelí servir de puente entre estos dos pueblos y ayudar así en el proceso de paz. A pesar de que el tema era muy general y poco preciso, el congreso sirvió para contrarrestar el tedio y la desesperación que rodea todo lo relacionado con el conflicto israelí-palestino, sobre todo después de la llegada de Netanyahu al poder. Tanto entre los palestinos como entre los israelíes se vive en medio de ese cansancio y esa desesperación. Por eso es importante que la iniciativa de personas y organismos de fuera, especialmente de Europa, obligue a ambas partes a salir de vez en cuando de la rutina y el cansancio en el que están e infundan en ellos nuevos desafíos e ideas en torno a un tema del que ya parece haberse dicho todo.El objetivo del congreso era lograr el resurgimiento de la esperanza y el optimismo para luchar por un acuerdo entre Israel y los palestinos. Eso evitó, por un lado, el ambiente quejumbroso y fatalista tan habitual entre unos y otros, y en el que sólo se hablaba del estancamiento del proceso de paz y se culpaba al Gobierno de Netanyahu de la paralización de las conversaciones. Pero, además, por otro lado ha conseguido que los intelectuales comprometidos con el proceso de paz vuelvan a tomar fuerzas y ayuden a israelíes y palestinos a enfrentarse a la próxima fase del proceso, la fase más difícil de todas y que conducirá a un definitivo acuerdo de paz.

Voy a resumir a continuación las propuestas más importantes y que van dirigidas tanto a palestinos como a israelíes. Antes quiero decir que una de las consecuencias más extrañas que he experimentado en mí, tras tantos años de conflicto, es que he empezado a pensar en la estrategia que convendría a ambas partes, como si yo también fuese palestino.

-El pasado. Se equivoca el que piensa que puede desentenderse del pasado y pensar sólo en los acuerdos del presente. En toda discusión, en todo problema, surge siempre el pasado y se siente el peso moral de todo lo que se va arrastrando desde hace años. Así pues, si queremos fundamentar adecuadamente un definitivo acuerdo de paz, es muy importante que intelectuales de ambos lados analicen el pasado moral de cada uno. La misión vital que recae sobre nosotros es la de intentar conocer mejor al otro y otorgarle la legitimidad moral ahí donde le corresponde.

Los palestinos reconocen el hecho de la existencia del Estado de Israel, pero no le conceden legitimidad. Aquí es, por tanto, donde se ha de debatir con firmeza para convencer a los palestinos de que los judíos tenían el derecho (no histórico, sino existencial) de encontrar en el mundo un pedazo de tierra en el que poder normalizar su situación. La existencia atípica de un pueblo disperso entre las naciones no es sólo un problema europeo, sino mundial, y por eso los palestinos también han de colaborar en su solución. Es verdad que se les pide un precio muy alto al tener que perder parte de su tierra y, por tanto, deben recibir una generosa y conveniente compensación tanto de los judíos como del resto del mundo. Pero, en definitiva, han de asumir la existencia legítima del Estado judío.

Por otro lado, los israelíes deben comprender la reacción natural de los palestinos contra la entrada en su territorio, por lo menos hasta la llegada del Holocausto. Ésta es la idea que los nuevos historiadores israelíes tratan de defender y difundir entre la población israelí, para convencerla de que los palestinos se comportaron durante los años veinte, treinta y cuarenta como cualquier otro pueblo lo hubiera hecho. Aceptar la legítima oposición de los palestinos al movimiento sionista, al menos hasta el Holocausto, es muy importante para que se olviden muchas de las heridas del pasado que aún determinan el rechazo israelí a cualquier concesión a los palestinos.

-El colonialismo. En el mundo árabe se teme la fuerte influencia de la cultura occidental de Israel cuando se llegue a una paz definitiva en la región. La traumática y complicada experiencia de los árabes con el colonialismo occidental, que les atrajo y sedujo, mientras que éste les explotó y despreció, provoca en ellos un temor exagerado ante el "colonialismo cultural de Israel". Como los árabes se han dado cuenta de que un país muy pequeño y de poca población es capaz de ganarles en el campo de batalla, piensan que eso mismo puede pasarles en el campo de la cultura. Se podría decir que el concepto de colonialismo ha adquirido un carácter mítico que influye en cualquier contacto entre el mundo occidental y los árabes, y ello se produce, además, muchos años después del fin del colonialismo. Es una relación que recuerda la de un adolescente enfadado con sus padres.

Éste es, sin duda, un tema importante que han de tratar los intelectuales palestinos e israelíes para eliminar algunos de los escollos más peligrosos del camino. El sionismo no es un fenómeno colonialista, es otra cosa, es algo quizá más complicado, pero, en cualquier caso, no es colonialista. Los judíos fueron a establecer un Estado en un territorio árabe, pero no fueron a explotar a los árabes ni a imponer su cultura. Para que haya colonialismo ha de haber una población local cuyo trabajo y cuya riqueza natural son aprovechados por un Estado europeo. En cambio, el sionismo no pretendía explotar la riqueza de los árabes para llevársela a algún punto en el centro de Europa, sino al contrario, quería llevar la riqueza de los judíos a Oriente Medio. El sionismo soñaba con un territorio sin árabes para erigirse en un Estado, pero no con explotar la riqueza de los árabes en beneficio de una potencia colonial judía que nunca existió.

Pero para que la intelectualidad árabe se libere del mal concepto que tiene del colonialismo, los judíos han de abrirse a la cultura mediterránea y asimilar los rasgos de esta identidad cultural. Los israelíes no tienen por qué sentirse como occidentales a los que el antisemitismo ha recluido en las costas de Oriente Medio, sino como unos hijos que regresan al origen ancestral de su identidad. La mitad de los judíos que viven en el Estado de Israel no vienen de países de Occidente; por tanto, deben mostrar su identidad sin renunciar, por supuesto, a los logros de la democracia occidental que se han ido consolidando durante el último siglo. La tarea de "profundización en la cultura mediterránea" dentro de la identidad israelí es vital para alejar el temor real o imaginario que sienten los palestinos ante el "dominio cultural" de Israel.

-Jerusalén. No se podrá llegar a una solución definitiva del conflicto israelí-palestino si Israel no está dispuesto a hacer concesiones que afecten a Jerusalén, de modo que se les otorgue a los palestinos un lugar en una ciudad también sagrada para ellos. Por eso, los intelectuales israelíes en favor del proceso de paz, que durante años han tratado de mentalizar a la población de que había que reconocer el derecho de autodeterminación de los palestinos y de que había que negociar con la OLP, ahora han de orientar sus esfuerzos hacia el objetivo de convencer a los israelíes de que los palestinos tienen también el derecho de tener expresión y lugar propios en Jerusalén.

-La religión. Los religiosos, de uno y otro bando, se han vuelto, en los últimos años, los enemigos más radicales del proceso de paz y de la conciliación. Así pues, hay que valerse de la moderación de los sectores laicos israelíes y palestinos para evitar que este conflicto político se convierta en un interminable conflicto religioso. Por tanto, es necesaria la iniciativa de la inte-

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lectualidad de ambas partes para animar a los sectores religiosos más moderados a dialogar sobre la paz. Los encuentros entre religiosos de uno y otro lado son fundamentales para vencer el obstáculo religioso.

-El Holocausto. La negación del Holocausto por parte de algunos portavoces palestinos es uno de los hechos que más duelen a los israelíes. Por eso, los intelectuales palestinos en favor de la paz tienen que condenar con firmeza declaraciones como ésas. El Holocausto es un hecho histórico. Los palestinos pueden decir que no les afecta a ellos o que no les obliga a nada, pero han de cuidarse mucho de apoyar, directa o indirectamente, cualquier idea que pretenda negar la veracidad del Holocausto.

-Las minorías. En Israel vive una minoría palestina muy importante, cuyo número ronda el millón de personas. Esta minoría disfruta de todos los derechos civiles, aunque aún no ha conseguido los mismos derechos en el ámbito económico y social dentro de la realidad israelí. De igual manera, en el Estado palestino hay cabida para una minoría de judíos; de hecho, hoy día viven en los territorios ocupados unos 150.000 judíos. Por eso, los intelectuales palestinos han de mentalizar a su pueblo de que si los colonos que tanto les odian aceptasen, una vez concluido el proceso de paz, ser ciudadanos palestinos y ser fieles al nuevo Estado no hay motivo para expulsarles de Palestina. Esta idea es fundamental no sólo para superar los peligrosos obstáculos con los que se vaya tropezando en el camino hacia la paz, sino también para garantizar el pluralismo democrático y laico del nuevo Estado palestino.

-Libertad y democracia. Entre los intelectuales israelíes que apoyan el proceso de paz no hay una postura clara respecto a cómo actuar ante el posible régimen despótico en la Autoridad Palestina. ¿Acaso la intelectualidad israelí debe protestar por ello del mismo modo que lo hace ante la represión y la violación de los derechos humanos en otros países? ¿O deben pensar que mientras el Estado palestino cumpla con los acuerdos de paz los israelíes no tienen que opinar sobre lo que hacen en su país vecino, tras tantos años de conflicto entre ambos pueblos? En mi opinión, debemos tender la mano a los intelectuales palestinos en su lucha por la democracia y el respeto a los derechos humanos. No debemos olvidar el hecho de que nunca hubo una guerra entre dos países democráticos. La democracia es una de las mejores garantías para mantener una paz duradera. Por eso, a pesar de lo problemático que es denunciar al Estado palestino por la violación de los derechos humanos, debemos ser fieles a los principios democráticos que guíen todos nuestros actos.

Abraham B. Yehoshúa es escritor israelí.

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