El G-7 anuncia un acuerdo para "vigilar" los movimientos de los capitales especulativos
El G-7 (grupo de los siete países más ricos del mundo), quiso apuntalar ayer las recientes jornadas de relativa tranquilidad en los mercados bursátiles anunciando -a través del ministro de Economía británico, Gordon Brown, presidente de turno de los portavoces del G-7- un acuerdo que contiene propuestas para que el Fondo Monetario Internacional disponga más fácilmente de sus recursos propios en situaciones de crisis y para intentar asegurar la estabilidad financiera mediante mecanismos de mayor transparencia en los sistemas financieros, con especial atención para los fondos que gozan de de extraterritorialidad.El G-7 reclama el "establecimiento de procedimientos de vigilancia del sistema financiero internacional". Brown, en ese sentido, defendió la "creación de sistemas de vigilancia tan sofisticados como los propios mercados". El ministro británico reclamó "una nueva arquitectura financiera internacional".
Sobre el primer punto, los representantes de los siete países que componen el G-7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá), parecen haber alcanzado un cierto diagnóstico común sobre las principales amenazas a la estabilidad financiera internacional. Según reza el comunicado oficial emitido ayer, el objetivo "es limitar las alternancias entre las fases de crecimiento rápido y de crisis que merman la confianza y erosionan la prosperidad".
Según Brown, "en una economía mundializada e interdependiente, necesitamos crear sistemas de vigilancia y transparencia tan sofisticados como los mercados de capitales". Subrayó que "la arquitectura financiera internacional había sido concebida en los años cuarenta para las economías de entonces".
Fondos de cobertura
Con ese objetivo, los miembros del G-7 coincidieron en el compromiso de trabajar en favor del reforzamiento de las medidas de aseguramiento y regular la prudencia sobre las propias instituciones financieras de los países industrializados, algunas de las cuales han sido las grandes perdedoras en la reciente crisis financiera, y en "examinar las consecuencias de las operaciones de las instituciones de inversión especulativa y extraterritorial , con el objetivo de estimular las plazas financieras extraterritoriales a adoptar normas de comportamiento aceptadas internacionalmente".Brown también pidió ayer que los socios del FMI aporten 90.000 millones de dólares (12,6 billones de pesetas). Estos recursos, que aparecieron como nuevos en principio, no suponen ninguna aportación adicional a la ya aprobada en la reunión del FMI en su asamblea anual de septiembre de 1997, celebrada en Hong Kong.
En esa cumbre se acordó incrementar el capital del FMI desde los 195.000 millones de dólares hasta 283.000. Es decir, 88.000 más, los mismos a los que ayer se refirió el G-7. El acuerdo estuvo bloqueado durante más de un año por la negativa del Congreso de Estados Unidos a aportar su parte, 18.000 millones de dólares.
Otros países, como España no sólo cubrieron su parte, sino que anunciaron fondos adicionales para ayudar a Latinoamérica como aportación especial. Pero los estatutos del FMI establecen que el desembolso de las ampliaciones no puede llevarse a cabo sin que lo hayan acordado el 85% de sus miembros. Estados Unidos representa el 17,5 % del capital.
Los países miembros del FMI disponían hasta enero de 1999 para aprobar la suscripción de sus cuotas respectivas, por lo que la decisión del G-7 permite que la institución cuente con esos recursos antes de lo previsto.
El G-7 alcanzó también un acuerdo general para la creación de fondos de ayuda adicionales, en los que participarían además del FMI y el Banco Mundial, el sector privado y los miembros del propio G-7 interesados. Este acuerdo está en la línea del fondo aprobado por España. Las ayudas se otorgarán analizando "caso por caso", según dijo el secretario adjunto del Tesoro de EE UU, Lawrence Summers.
El presidente de EEUU, Bill Clinton, declaró que "los líderes económicos mundiales han aunado sus armas para contener las tormentas financieras" e implica introducir "más humanidad en la economía mundial". El presidente francés, Jacques Chirac, lo calificó como "una nueva etapa en la respuesta a las turbulencias".
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