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No incordien a la ministra J. J. PÉREZ BENLLOCH

El martes pasado se efectuó la primera de las numerosas inauguraciones que se celebrarán próximamente del Palacio del Marqués de Dos Aguas de Valencia. Por el momento, sólo la planta noble, y desnuda de mobiliario, queda habilitada para el público. Seguirán otros fastos, tantos como porciones del edificio se vayan rehabilitando, sin mencionar la presentación de su no menos valioso contenido museístico. O sea, que hay mucho que bendecir y publicitar. Un momio en año electoral. Lo cual no empece para que los valencianos nos sintamos agradecidos por el dilatado esfuerzo restaurador que el Gobierno central ha llevado a cabo. Pero entendemos, sin embargo, que la ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, que nos honró con su protagonismo, ha perdido una oportunidad excelente para anticiparle a esta ciudad unos Reyes Magos insólitos y, en lo que le concierne, salir a hombros por la puerta de Serranos. Habría bastado para ello que, además de ensalzar las exquisiteces arquitectónicas del monumento y la brillantez de la victoria contra las termitas que lo devoraban, nos hubiese devuelto la titularidad, gestión y responsabilidad del mismo con sus pertenencias museísticas. "Vuestro es y vuestro queda. A ver si, en adelante, tajo de meninfotistas, sabéis defenderlo mejor". Un discurso justamente mortificante y aleccionador que bien pudo habernos endiñado doña Esperanza. Pero este desprendimiento del tesoro nacional español requería que, previamente, alguien hubiera ilustrado a la ministra acerca de los Rabassa de Perellós que, enmarquesados -"eres més ric que el Marqués de Dosaigües", se decía- lo construyeron en el siglo XVIII con mármoles procedentes de una cantera de Picassent; de Hipólito Rivera e Ignacio Vergara, que lo ennoblecieron con su rocoquísimo arte, y de las vicisitudes que se sucedieron, incluidos los despropósitos municipales que estuvieron en un tris de injuriar la integridad de su diseño en la década de los 60, expresivas todas aquéllas y éstos de su raigal valencianía. Requería asimismo recordarle a Madrid que su titularidad sobre este palacio no tiene otra legitimidad que la obsecuencia y la estupidez de las autoridades establecidas, allí y aquí, en los años de la posguerra civil, y las dejaciones que se sucedieron a espaldas del pueblo supuestamente soberano. Pero, claro, este memorial es más propio de un Guillem de Vinatea, capaz de plantarle cara a la mismísima realeza, que del consejero de Cultura de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, tan cortés y boquiabierto ante la donosura y mando en plaza de la ministra. Optó por no incordiarla. Por cierto que si los socialistas vociferan ahora en tono reivindicativo sólo pueden hacerlo por boca de ganso, que tiempo tuvieron de enmendar el entuerto y recuperar la titularidad del palacio, además de afrontar las reparaciones. Tabarca y el Benacantil Con las reservas apuntadas, el PP que gobierna puede envanecerse por la obra restauradora que glosamos. Más difícil, muy difícil lo va a tener a la hora de justificar las iniciativas urbanísticas que autoriza en la isla de Tabarca y la que corporativamente emprende en la ladera del Benacantil, en Alicante. En ambos casos se trata de un bien escaso, singularísimo y en el que, consecuentemente, habría que operar con pinzas, con sumo cuidado y todos los sentidos. Pero, por lo visto, los munícipes populares alicantinos tienen mucha prisa y tanta sensibilidad como un elefante en una cacharrería. Con respecto a la isla han forzado el espíritu de la ley para otorgar licencias de obras. Primero fue un grupo de viviendas solicitado por el alcalde y, después, la reforma de la otra. Muy posiblemente estamos ante dos peticiones legítimas y atendibles, pero no insoslayables cuando es inminente la promulgación del Plan Especial de ese espacio codiciado y existen informes oficiales contradictorios acerca de estas actuaciones. El mismo hecho de que se esté procediendo por vía de urgencia no hace sino acrecer las sospechas de que se prevarica. Algo que nos importaría menos de no conllevar una posible injuria a este paraje entrañable, frágil y largamente olvidado. Alúmbrese ese Plan Especial y procédase a su tenor, sin trampas. Como visos de trampa tiene la remoción de tierras en la ladera del Benacantil para agilizar, presuntamente, las obras del Palacio de Congresos, cuya ubicación es impugnada por una nutrida plataforma vecinal. Que el alcalde Díaz Alperi tenga por santo y seña gobernar por real gana no le otorga un poder omnímodo. Le otorga, simplemente, un plus de descrédito propio de un autócrata pequeñito y orondo que ensueña dejar su huella edilicia con una puñalada en ese paisaje. Policía 2000 Nuestro paisano Juan Cotino, director general de Policía, ha encarado el nuevo año con un par de proyectos que conciernen especialmente a Valencia y Alicante. Por un lado promueve la Operación Jíbaro, que consiste en sacudir la burocracia policial para que haya más agentes en la calle. O sea, gastar más suela y menos papelamen. Por otro, acaba de anunciar el proyecto Policía 2000, que ya se ejecuta en seis ciudades españolas, incluidas las citadas. Objetivo: luchar contra la pequeña delincuencia: sirlas, robo de vehículos, trapicheo de droga, etcétera. Nada tendríamos que objetar, pues se trata de mejorar la seguridad ciudadana, pero es inevitable que se nos pongan los pelos como escarpias cuando dicen que se imita a la policía de Nueva York -"tolerancia cero", predica su jefe- y que se incentivará económicamente la productividad de los maderos. Habrá que salir a la calle acompañado de letrado.

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