Juan Pablo II pide a un millón de mexicanos huir de "ideologías falaces"
El papa Juan Pablo II encontró ayer a ese México "fiel" que siempre menciona en sus discursos. Fue en la misa que concelebró en un inmenso circuito automovilístico a las afueras de la capital. Más de un millón de personas asistieron devotas y entusiastas a una ceremonia religiosa en la que Karol Wojtyla pidió a los mexicanos que no abandonen la fe católica ni "busquen en ideologías falaces y aparentemente novedosas la verdad de la vida".
Palabras enigmáticas en las que muchos de los presentes vieron una indirecta crítica al auge de las sectas y a los avances, especialmente en la zona de Chiapas, de la llamada "teología indigenista" que predican obispos como Samuel Ruiz, titular de la diócesis de San Cristóbal de las Casas. Una teología ya condenada por Wojtyla en el avión que le traía a México.El Papa fue recibido ayer con gritos de entusiasmo -"Se ve, se siente, el Papa está presente", "Juan PabloII te quiere todo el mundo" y hasta algunos "olés" sazonados con el tradicional "Viva México"- en el inmenso recinto del autódromo Hermanos Rodríguez, completamente abarrotado de fieles, muchos de los cuales llevaban esperándole desde el día anterior. Una persona murió por un fallo cardiaco y más de 60 debieron ser hospitalizadas a causa de las bajas temperaturas de la madrugada.
"Un solo Señor, una sola fe", cantaba el espectacular coro, situado en una de las tres tribunas instaladas para celebrar la misa solemne. "Un solo bautismo, un solo Dios Padre". Pero los días de esa "sola fe" universal que preconiza la Iglesia católica empiezan a verse comprometidos en México con la implantación cada vez mayor de las sectas religiosas, especialmente activas entre los más de 10 millones de indígenas que viven en esta inmensa nación de casi 100 millones de habitantes, afectada por toda clase de problemas.
El Papa mencionó enigmáticamente estos problemas y las disensiones internas del clero mexicano al referirse a "las seducciones que desgarran a la Iglesia" y a aquellos que, "dando la espalda a la verdad, predican la división y el odio".
Antes de que Juan Pablo II se dirigiera a los congregados, le correspondió al cardenal primado del país, el arzobispo Norberto Rivera, poner al Pontífice en antecedentes sobre la situación real del México que visita a los 20 años justos de su primer viaje a este país en calidad de jefe supremo de la Iglesia católica. "México está pasando por situaciones difíciles, ha sido engañado y la pobreza lo invade, la violencia y los modelos de vida extraños a su idiosincrasia lo están minando", dijo el cardenal. Aun reconociendo los progresos hechos por el país en "la democracia, en la educación, en la salud, en la macroeconomía", Rivera denunció que México, "ha sido presa de los intereses inhumanos de los capitales económicos del mundo y de la deshonestidad interior". Una alusión sutil a la corrupción del sistema en un país donde 300 familias poseen más de la mitad de la riqueza.
A esta nación "sumergida en el dolor", Juan Pablo II le pidió más vocaciones, recordando las necesidades de evangelización que se presentan en el tercer milenio, y conminó a sus habitantes a defender la vida, especialmente la de los no nacidos: "¡Que ningún mexicano se atreva a vulnerar el don precioso y sagrado de la vida en el vientre materno!", dijo Wojtyla. Una condena expresada en términos más duros que los utilizados el día anterior por el Pontífice para pedir el cese del "innecesario recurso a la pena de muerte". Petición hecha en inglés y dirigida al que será el martes su anfitrión, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. Aunque la legislación mexicana no autoriza el aborto, la presión demográfica es tan fuerte y tan duras las condiciones de vida para un amplio sector de la población, que proliferan en México las clínicas que practican abortos clandestinamente.
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