Una política clientelar
Una reciente sentencia obliga al alcalde-presidente de Melilla, Enrique Palacios, a convocar esta misma semana un pleno para debatir la moción de censura que el PP ha presentado contra él. En teoría, Palacios debería estar tranquilo: el apoyo del PSOE, el Grupo Mixto, la UPM (un partido localista) y CpM le garantizan el triunfo. Pero Palacios, él mismo un tránsfuga del PP, teme que otros sigan su ejemplo y le arrebaten el poder a cuatro meses de las elecciones. Su oponente, el popular Ignacio Velázquez, tiene tres procesos abiertos: uno de ellos por resistirse también a convocar el pleno que debía censurarle y comprar a un tránsfuga de su propio partido, Abdelmalik Tahar, para recuperar la mayoría.
Palacios concurrirá a las elecciones con una nueva formación creada desde el poder: el Partido Independiente de Melilla. Siete fuerzas (PP, PSOE, UPM, CpM, PIM, PSDM y GIL) tienen posibilidades de obtener escaño.
La descomposición del mapa político hasta extremos de parodia es consecuencia del clientelismo: el empleo de la Administración local para repartir empleos y prebendas entre los afines. Los musulmanes, incluidos con frecuencia en las listas como señuelo para atraer votos, han aprendido rápidamente las ventajas del transfuguismo. El resultado es que los intentos por integrar equilibradamente a miembros de ambas comunidades en un mismo partido han concluido en fracaso. Y en esto llegó Dudú.
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