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Yeltsin desata una nueva crisis al destituir al 'zar económico' a los tres días de nombrarle

Si Serguéi Stepashin conservaba alguna esperanza de poder gobernar efectivamente en Rusia, Borís Yeltsin se la arrebató ayer. La destitución fulminante del viceprimer ministro y teórico zar económico Mijaíl Zadórnov, que sólo llevaba tres días en el cargo, vuelve a demostrar que el rumbo errático del país más extenso del planeta se marca por un presidente sin otra motivación que su capricho y la voluntad de aferrarse al poder. El cese de Zadórnov, un liberal reformista que había sido ministro de Finanzas desde noviembre de 1997, resucita la incertidumbre política y económica.

La situación creada en los últimos días es disparatada incluso para Rusia, donde se dan en los últimos años, y sobre todo en las últimas semanas, los más insólitos escenarios políticos.Este mismo mes, Yeltsin ha destituido a un primer ministro, Yevgueni Primakov, no porque fuese impopular y su gestión crease inestabilidad, sino justamente por todo lo contrario. Yeltsin se sacó de la manga para el relevo a Stepashin, un general y ex ministro del Interior considerado como un incondicional del presidente, obligó a la Duma a tragarse el sapo de su confirmación y, a la hora de formar Gobierno, le ató de pies y manos. A tal extremo han llegado las cosas que ya se especula incluso con la dimisión de Stepashin, que en estos días ha debidoagotar su capacidad de aguante.

Primero, Yeltsin impuso como primer viceprimer ministro al titular de la cartera de Ferrocarriles, Nikolái Axiónenko, cuyos conocimientos económicos son un misterio, pero que tiene acreditadas unas buenas relaciones con el maquiavélico magnate Borís Berezovski, cuya mano, siempre cerca de Yeltsin y su familia, está presente en los acontecimientos de estos días. Luego, el presidente rechazó el consejo de Stepashin de nombrar otro primer viceprimer ministro en la persona del respetado Alexandr Zhúkov, presidente del Comité de Presupuestos de la Duma. Y finalmente, aunque a regañadientes, aceptó para ese puesto clave a Zadórnov.

Inmediatamente después, sin embargo, le segó la hierba bajo los pies y nombró a un ministro de Finanzas, lo que comprometía las posibilidades de Zadórnov de dirigir efectivamente la economía rusa, ya muy reducidas por el contrapeso de Axiónenko.

Zadórnov se plantó y, como cabía esperar, habida cuenta del carácter de Yeltsin, eso le ha costado el puesto. Ayer por la tarde, el ya ex ministro admitió que él creía que sólo podía hacer su trabajo si conservaba la cartera de Finanzas, pero que el presidente tenía otra opinión. Ahora hay que buscar sustituto, y el que más suena es Víktor Jristenko, que ya fue viceprimer ministro en el Gobierno de Serguéi Kiriyenko, a quien Yeltsin convirtió en cabeza de turco de la crisis financiera de agosto de 1998.

Es urgente llenar el hueco, ya que la economía rusa está prácticamente en la unidad de cuidados intensivos y el FMI presiona para que la Duma apruebe el paquete legislativo necesario para el desembolso de un vital crédito de más de 700.000 millones de pesetas.

En esta crisis van ganando Axiónenko, Berezovski, la hija y asesora de Yeltsin, Tatiana Diachenko, el ex jefe de la administración presidencial Valentín Yumáshev y el propio líder del Kremlin, confirmado como la vara única para medir el poder. Pierden Zadórnov, Stepashin, la oposición comunista, la estabilidad, la lógica y Rusia.

La estrategia del cambio de sillas

El nuevo primer ministro ruso, Serguéi Stepashin, quiso dejar claro el jueves quién era su número dos. Por eso, en la reunión que celebró con su aún incompleto equipo de Gobierno, situó a su derecha a Mijaíl Zadórnov, y a su izquierda, a Nikolái Axiónenko.Ayer, Borís Yeltsin le hizo ver cuán equivocado estaba. Axiónenko se sentará muy probablemente desde ahora a la derecha de Stepashin, y Zadórnov, que midió mal sus fuerzas o que no quiso claudicar, se queda compuesto y sin silla.

No era sólo cuestión de protocolo. Tres semanas antes, Yeltsin utilizó este peculiar sistema de comunicación para dar a entender que iba a deshacerse de Yevgueni Primakov. En una reunión con el patriarca ortodoxo Alejo II miró perplejo a los asistentes e hizo que Stepashin, al que días antes había convertido en viceprimer ministro, se levantase de su alejada silla para situarse al lado del jefe del Gobierno. Siete días más tarde, Primakov era destituido y Stepashin se convertía en el candidato para relevarle. Otra semana más y la Duma, dominada por los enemigos del presidente, y que ya había sido incapaz de procesarle por alta traición, se plegaba sin ofrecer apenas resistencia, para evitar males mayores, como la disolución de la Cámara.

En esa misma reunión del jueves, Stepashin, harto ya de que los periódicos le presentasen como un muñeco en manos del líder del Kremlin, recordó a sus ministros que, según la Constitución, él es el eje sobre el que gira el Gobierno. Yeltsin le demostró ayer que se equivocaba.

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