El G-7 anuncia la vuelta a la prosperidad
Los "siete grandes" piden prudencia a los inversores de todo el mundo para evitar futuras crisis
ENVIADOS ESPECIALESCon el canciller alemán, Gerhard Schröder, a la cabeza, el Grupo de los Siete (los dirigentes de los siete países más ricos del mundo), reunido en Colonia, quiere que esta cumbre sea recordada como el inicio de un nuevo periodo de prosperidad mundial, tanto en Occidente como en los países del Tercer Mundo, a los que el viernes se les perdonó 70.000 millones de dólares (11,2 billones de pesetas) en deuda externa. Con la economía de Japón creciendo de nuevo y las buenas perspectivas que se dibujan para Europa, el G-7 quiere evitar que episodios como la crisis asiática le amarguen el pastel, para lo que sugiere reforzar las instituciones financieras internacionales y atar más corto a los jóvenes agentes de Bolsa con "medidas que les lleven a actuar con más disciplina".
Pasado el sofoco de la crisis asiática, el G-7 ha encontrado tiempo, entre Rusia y Kosovo, para reflexionar sobre el desorden financiero que durante meses amenazó a la economía mundial. De sus conclusiones, sorprendió a muchos la que sugiere que en los momentos de euforia los inversores occidentales actuaron alocadamente, cerraron los ojos al peligro en ciernes y, llevados por la ambición, pusieron en peligro el sistema financiero. Para el futuro se les pide más prudencia, y a los Gobiernos, que les aten más corto.
El documento Cómo reforzar la arquitectura financiera internacional lleva la firma de los ministros de Economía del G-7, fue repartido al resto de asistentes a la cumbre en esta ciudad alemana tras recibir el plácet de los siete líderes de las potencias más industrializadas y contiene afirmaciones sorprendentes para los también accionistas mayoritarios del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). "Los dos últimos años nos han enseñado que los inversores a menudo subestiman los riesgos en su intento de conseguir más beneficios. En periodos de euforia se dan créditos y se realizan inversiones que no se harían en otras condiciones. Los fracasos, tanto de los que conceden los créditos como de los encargados de controlarles, en los países ricos, se pueden achacar a prácticas demasiado arriesgadas, información inadecuada, pero también a la escasa atención que se presta a la información disponible", reza el mea culpa de los siete grandes.
Cambio de Gobiernos
No parece ajeno a este lenguaje inusual del club de los siete más ricos el hecho de que dos de sus miembros, Reino Unido y Alemania, hayan cambiado a sus Gobiernos conservadores por otros de signo socialdemócrata desde la última reunión, celebrada en Birmingham el año pasado. Tampoco que varios de los asistentes, el presidente japonés, Keizo Obuchi, los primeros ministros italiano y británico, Massimo D"Alema y Tony Blair, y el canciller alemán, Gerhard Schröder, acudan por primera vez a estas reuniones frente a un Bill Clinton decano del club, pero ya en la recta final de su poder. Los siete grandes piden por las buenas a bancos y fondos de inversión que "refuercen sus mecanismos para evaluar el riesgo" y no contribuyan a alborotar los mercados financieros, especialmente los de países en vías de desarrollo, pero amenazan también con obligar por la fuerza, al recordar que una comisión internacional emitirá en breve una serie de recomendaciones para frenar a los inversores menos escrupulosos. "Una vez publicado este informe, hacemos un llamamiento a todos los Gobiernos a que consideren la posibilidad de incorporar a su legislación estas propuestas".
Poco ha trascendido de la discusiones que a puerta cerrada mantienen los siete dirigentes, y en las comparecencias ante la prensa, sus portavoces han recurrido en numerosas ocasiones al "sin comentarios" para sortear las preguntas de los más descarados, de lo que se puede adivinar la preocupación por las críticas que tanto el FMI como el BM, de los que los países del G-7 son los primeros responsables, han recibido a cuenta de la inestabilidad financiera de los dos últimos años.
Por ello, otra de las propuestas ha sido acometer una revisión a fondo de ambas instituciones, acusadas de no advertir de crisis ni turbulencia financiera alguna hasta que salían en los periódicos, para que puedan reaccionar con más "agilidad"y "flexibilidad" de cara a tropiezos futuros. También se ha prometido más, claro indicativo de que lo que hubo hasta ayer no se estima suficiente. Todo ello forma parte del complejo plan del G-7 para desempolvar de arriba abajo al FMI y al BM, que se presentará y aprobará en la reunión anual de ambos organismos en septiembre próximo.
Sentadas las bases para evitar disgustos en los mercados los próximos años, los siete grandes abordaron otros temas. Obuchi y Jean Chrétien, el primer ministro canadiense, hicieron mancuerna ante Clinton para que arregle como pueda sus problemas con China, agraviada porque aviones de Washington le bombardearon su Embajada en Belgrado alegando que cargaban con un mapa de hace años, y le pidieron que Pekín sea admitida en la Organización Mundial del Comercio (OMC) antes de que comience la próxima e importante ronda negociadora. "¿Y que dijo Clinton?", preguntaron los periodistas. "Sin comentarios", respondieron en la delegación japonesa.
A pesar de la discreción de sus portavoces, Japón ha jugado un papel importante en esta cumbre, pues Obuchi acudió a Colonia con las primeras cifras de crecimiento económico que su país puede presentar en mucho tiempo, correspondientes al primer trimestre del año. Inevitable en cumbres anteriores el rapapolvo a los japoneses por lastrar el tren de la economía mundial con su escaso o nulo crecimiento, el presidente Obuchi trata esta vez en sus encuentros bilatelares con los otros líderes evitar la consabida mención a su país en el comunicado final, en la que se le pide siempre que abra más sus mercados, uno de los más cerrados de los países industrializados.
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