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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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Se acerca el fin

Termina agosto, las vacaciones de la mayoría, y se abren ensueños de cambio mientras se aproxima el año 2000. Datos suficientes para sentir el acecho de toda clase de espantos. El milenarismo es una de las doctrinas que más han estimulado ese componente misterioso que alimenta la zozobra de una parte considerable de los humanos. Incluso el agosto que concluyó el martes tuvo que soportar las predicciones finalistas, situadas en París, de algún botarate de los que alcanzan notoriedad -¡ay!- porque los medios de comunicación muestran una extraña proclividad a amplificar determinadas muestras de estulticia.

Lo cierto es que comienza septiembre y que se aproxima el 1 de enero del año 2000.

En mayo pasado, el Defensor hizo una especie de balance de las preocupaciones y las protestas más frecuentes. Decía entonces que la queja más repetida de los lectores de EL PAÍS es la utilización de la grafía aceptada por las diferentes comunidades autónomas para escribir el nombre de determinadas poblaciones españolas. Molesta que se escriba A Coruña, Ondarribia, Lleida...

Eso era cierto, pero se ocultó entonces, a propósito, que, junto a esta protesta y probablemente sobrepasándola, están las quejas por cualquier tipo de alusión al 1 de enero del 2000 como comienzo del siglo XXI o al 31 de diciembre como final del XX.

El primer día que el Defensor se hizo cargo de este cometido se encontró ya con una carta que denunciaba la posible transgresión. Desde entonces, un goteo incesante de comunicaciones le ha recordado el mismo asunto y ha sabido que la sección de Cartas al Director soporta una notable avalancha en la misma dirección.

Son habituales en textos y titulares expresiones del tipo "Las últimas vacaciones del siglo", "El último campeonato del milenio" y tantas otras para señalar que algo que ocurre este año acontece por última vez en este siglo.

Francisco Gor, en la anterior etapa del Defensor, trató de zanjar el asunto y dio la razón a quienes aducen que el siglo II sólo se cuenta a partir del año 101, por lo que basta aplicar la misma lógica y la misma forma de contar los años y los siglos para determinar que el siglo XXI se inicia a las cero horas del 1 de enero del 2001.

Entre los lectores, el pensamiento racional se impone de modo abrumador frente a las ilusiones sin fundamento que toman el cambio de dígito -¡mil años iniciados con el 1!- para apresurarse a otorgar al 2 la propiedad de cambiar el siglo, como si hubiese una cierta prisa por sacudírselo de encima, como una extraña ansiedad por sabernos de un nuevo siglo.

El Defensor, desde el mes de enero, ha contestado privadamente a un buen número de lectores, y a todos ha venido a decirles lo mismo: tiene usted razón al señalar que el siglo XXI no comienza hasta el 1 de enero del año 2001, pero vamos a esperar a que se aproxime el final de este año para que el aviso pueda tener alguna efectividad.

El Defensor confiesa que su escepticismo es casi total. Es muy difícil, en la vorágine diaria de un periódico, controlar cualquier alusión, literaria o como dato, al final del milenio.

Y aún hay más: de aquí al fin de año se multiplicarán las ofertas comerciales de todo tipo que proponen celebrar de mil modos distintos el final de siglo.

Fernando Savater, en el número de mayo de la revista Claves, ha planteado el problema en términos muy realistas: "En las biografías es el cero el que marca la entrada de una nueva época. Y resulta que la convención de los siglos o los milenios tiene más que ver en nuestra imaginación con lo biográfico que con cualquier otro respetable aspecto de nuestro sistema de pesas y medidas. De modo", añade, "que apuesto por la victoria final en el imaginario colectivo de los tres ceros del 2000. Creo que los partidarios del 2001 son mejores matemáticos, pero peores psicólogos".

La duda es si el periódico debe ceder ante la psicología colectiva, azuzada comercialmente. El Defensor tratará de que prevalezca el rigor.

San Ignacio y la calentura

A la vuelta de vacaciones, el Defensor encuentra entre la correspondencia una curiosa carta enviada el 2 de agosto desde Logroño por Manuel Goñi Ayestarán. Lamenta que en el periódico del 31 de julio y en la sección de Agenda, al recordar la festividad de San Ignacio de Loyola se le atribuyese, como distintivo, ser "abogado de las calenturas" y no se le recuerde como fundador de los jesuitas. Que no es poco fundar para la historia europea. Éste es un periódico laico que no olvida la realidad cultural en la que se mueve y publica a diario el santoral de la Iglesia católica.

Pero el relativo anacronismo de las calenturas -aún se usa el vocablo para nombrar las pupas en los labios- es tan delicioso que el Defensor decidió preguntar dónde se obtuvo tal dato.

La respuesta de la secretaría de redacción -que elabora la agenda- resulta incontestable por sorprendente: del Calendario zaragozano, aquel que fundase en 1840 "don Mariano Castillo y Ocsiero", que se sigue publicando y que incluye, entre muchas cosas, el "juicio universal meteorológico" y el "santoral completo".

Tranquilícense los lectores.Para informar del tiempo, el periódico ha preferido siempre las previsiones de ordenador de los meteorólogos a las predicciones del muy reputado calendario.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es) o telefonearle al número 91 337 78 36.

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