Italia estudia un recorte del Estado de bienestar para cumplir con el euro
La última cosa que necesitaba el Gobierno italiano, vapuleado esta semana por las estadísticas de la Unión Europea que colocan a Italia como el auténtico farolillo rojo en cuanto a crecimiento económico, era abrir la caja de pandora de la reforma de las pensiones. Sin embargo, las cuentas mandan y el primer ministro, Massimo D"Alema, es consciente de que Italia tiene que afrontar cuanto antes una reforma del Estado de bienestar para mantener sus compromisos al entrar en el euro, lo que reabre el enfrentamiento con los sindicatos.
Según los datos de la UE, y aunque en el año 2000 doblará su ritmo de crecimiento del 1,1% alcanzado en 1999, al 2,2%, Italia se coloca a la cola de los socios comunitarios. Una posición que ha provocado una respuesta encendida de la patronal, la Confindustria, que ha presentado al presidente de la República todo un programa económico "paralelo" para recuperar "la competitividad perdida", en palabras de su presidente Giorgio Fossa. Los datos comunitarios se unen a los del Instituto de Estadística Italiano, según el cual entre agosto de 1997 y agosto de 1998 se perdieron 25.000 empleos en la gran industria. La producción industrial, en cambio, mejora ligeramente con un nuevo aumento del 1,9% en el trimestre de julio a septiembre con relación al trimestre anterior. Pero se trata de una lenta mejoría.En este contexto, los empresarios son los primeros en presionar al Ejecutivo para que afronte los cambios estructurales necesarios y por lo tanto se apresuraron a apoyar al primer ministro que ha encendido la mecha de una nueva polémica al referirse el pasado domingo a la necesidad de adelantar la reforma de las pensiones en la reciente cumbre sobre el reformismo en el siglo XXI celebrada en Florencia. D"Alema se limitó a comentar en tono humorístico lo inadecuado de una reforma (aprobada en 1995) cuyos efectos no se dejarán sentir en las cuentas de la previsión pública hasta el 2020.
Razón por la cual, "habrá que adelantarla", dijo el primer ministro. La frase desató inmediatamente las protestas de los sindicatos, empezando por el poderoso CGILl, cuyo secretario general, Sergio Cofferatti, había llegado ya a un acuerdo con el Ejecutivo para posponer a enero del 2001 el debate sobre la reforma. Y provocó además el desmentido del ministro de Trabajo, Cesare Salvi, que declaró rotundamente que las cosas se harán como estaban previstas.
D"Alema dio marcha atrás, anunciando en un comunicado de palazzo Chigi que no habrá cambios sin la oportuna concertación, pero el martes, se reafirmó en lo dicho en Florencia. "El Gobierno tiene que afrontar la prueba de una reforma estructural del Estado de bienestar tal y como lo hemos conocido hasta ahora", dijo el primer ministro. Su intervención coincidía con la publicación de otra estadística de la UE que lanzaba la alarma sobre el desastre financiero que puede representar para Italia el envejecimiento progresivo de la población. De acuerdo con estos datos, el impacto del gasto en pensiones calculado en el 12,6% del PIB en el 2000, ascenderá al 21% del PIB en el 2040. Una razón de peso para afrontar cuanto antes este capítulo, piensa la Confindustria, en total sintonía con D"Alema.
Lo malo es que dentro de la coalición de Gobierno son pocos los partidos favorables a coger el toro de la reforma por los cuernos, es más el primer ministro está en minoría en esta cuestión clave. Las perspectivas de afrontar la reforma en el 2001 tropiezan con un inconveniente considerable: las elecciones generales tendrían que celebrarse la primavera de ese año. Aunque no todas las partes están seguras de que el Ejecutivo resista hasta esa fecha.
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