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Cuentos

NEGRITASAna quiere ocultar su apellido aunque lleva media vida pateándose los medios de comunicación. Siempre a primera hora, aunque diera la impresión de que cazaba despistada a cada nueva presa: un trabajador al que despertarle la inquietud para captarlo para su sindicato, la UGT. Cuando alcanzaba su propósito, regularizaba sus visitas para mantener viva la llama. Pero esta mujer escondía una paradójica realidad. Llevaba 12 años amasando delegados para incorporarlos a la lucha sindical, pero ella seguía mecida por el vaivén del contrato temporal. El desfile de secretarios ugetistas como Francisco Valenzuela, Juan Antonio Triviño y, ahora, Esteban Delgado o la marcha desde Andalucía de Cándido Méndez hasta la cúpula de la organización no varió su incertidumbre personal. Siguió pisando los centros laborales por temporadas y, al extinguirse su precaria relación, aguardaba en el paro hasta emerger por la convocatoria de un nuevo proceso electoral.Y llegó un día en que esta mujer se cansó. Y reclamó fijeza para su trasiego y recibió el despido para la alforja de su siguiente viaje. A pocos kilómetros de Ana, en Torremolinos, Mar Santiago era delegada sindical de CC OO y dirigía el teatro local. La villa tiene por regidor al popular Pedro Fernández Montes, hombre de gesto adusto y gustos clásicos, que alcanzó año atrás notoriedad por retirar de una calle el rótulo de Picasso y nominar una avenida con el de Manuel Fraga.

No se puede discutir al munícipe su apego por el folclore. Conocida es su cena anual en la Villa y Corte madrileña con pescaítos en el mantel y Rocío Jurado o Marujita Díaz de comensales. Incluso gratificó como turistas de honor a Norma Duval y a Marta Sánchez. No es, por tanto, un gobernante con remilgos hacia la farándula. Pero en esta ocasión le sirvieron el espectáculo en casa.

Un puñado de bomberos decidió expresar con contundencia el malestar por sus escasos medios y no tuvieron mejor idea que la de quedarse en cueros. Los funcionarios pidieron ayuda a la responsable teatral y ésta accedió. Los apagafuegos estrenaron la obra, en un pleno y ante la atónita mirada del edil se despojaron de sus vergüenzas, sin otro gesto de pudor que el de conservar sus cascos. Con el incendio provocado y a la espera de respuesta, la representante sindical recibió dos días más tarde una carta con tufo a represalia en la que se leía su destitución fulminante. Por lo visto de la escena sólo sobró la coreógrafa.

ANTONIO MÉNDEZ

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