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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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Venecia en Barcelona AGUSTÍ FANCELLI

¿El nuevo urbanismo de Venecia en Barcelona? A bote pronto, nuestras últimas aportaciones a la ciencia de construir ciudades se me antojan de escasa utilidad para la capital de la laguna. El túnel de Mitre no es, ciertamente, modelo para ella, pues a nadie debe escapársele la manifiesta inutilidad que supone hacer agujeros en el agua. En cuanto a la plaza de Cerdà, me temo que los venecianos nos llevan siglos de ventaja en materia de achique de fluidos.Esto último puedo confirmarlo en cuanto inicio el recorrido por la exposición Venezia, la nuova architettura, organizada por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura en el Palacio Real de Pedralbes (hasta el 21 de mayo; de momento no se dispone de catálogo, ni siquiera en la bibliotecta de la facultad: ¿por qué?). Un vídeo informa de la gran obra proyectada para hacer frente al acqua alta, molesto fenómeno que se produce cuando la pleamar, generalmente en invierno, se combina con el viento acanalado procedente del sur del Adriático y deja a la ya de por sí melancólica ciudad convertida en un fantasmal parque acuático. El prodigio de ingeniería hidráulica que ha de librar a la ciudad de buena parte de su tristeza consistirá en unos diques móviles colocados en las tres bocanas que comunican la laguna con el mar abierto: Porto Lido, frente al litoral de San Erasmo; Porto di Malamocco, entre la isla del Lido y la de Pallestrina, y Porto di Chioggia, alegre pueblecito de pescadores que cierra la laguna por su extremo meridional (un consejo: si se pasan por allí, cojan en el Lido el autobús que va a Chioggia; me lo agradecerán). Con las mareas a niveles normales, los diques permanecerán sumergidos por efecto del agua que llenará su interior, mientras que, ante el riesgo de inundaciones, emergerán al ser desalojada esa agua por aire. En este caso, una esclusa colocada junto al dique continuará asegurando el paso de las embarcaciones a mar abierto.

Prosigo la inspección. Varios de los proyectos, ganadores de concursos convocados recientemente, son de rehabilitación de viejos edificios para transformarlos en residencias estudiantiles, según el plan del ex alcalde, Massimo Cacciari, empeñado en retener en la ciudad a la abundante población universitaria que hoy, concluidas las clases, se traslada a Mestre, donde la vida le resulta mucho más económica. Una importante concentración de intervenciones se producirá en la antigua zona industrial junto al canal de la Giudecca por su parte de Poniente. Enric Miralles y Benedetta Tagliabue han ganado el concurso para construir el Instituto Universitario de Arquitectura en unos antiguos almacenes frigoríficos cerca del Campo di San Niccolò, y en unos tinglados portuarios próximos surgirá el Museo de la Venecia Contemporánea. Poco más allá está previsto reformar la estación marítima y enfrente, en la misma isla de la Giudecca, reconvertir en viviendas las naves de la vieja fábrica de relojes Junghans, no lejos de la imponente mole neogótica de la harinera Mulino Stucky (fundada en 1883 por un visionario llamado Giorgio Stucky que acabó muerto a tiros en 1910 por uno de sus obreros), que también debería ser en el futuro un centro cultural.

Por cierto, Miralles consiguió también el segundo premio -el primero fue para David Chipperfeld- en el concurso para ampliar el cementerio de San Michele, donde reposan, entre otros, los restos del matrimonio Stravinski, el bailarín Serguéi Diaghilev y el poeta Ezra Pound. La operación comportará la delicada tarea de ganar espacio a las aguas por desecación. Santiago Calatrava, por su parte, construirá un puente que unirá Piazzale Roma -donde desemboca el puente del Littoriale, mandado construir por Mussolini en 1933- con la estación de ferrocarril sin necesidad de dar el largo rodeo hasta ganar el Ponte degli Schiavi. A diferencia de los de la Isla de la Cartuja, en Sevilla, y de la calle de Bac de Roda, en Barcelona, el puente veneciano de Calatrava no llevará tirantes escultóricos: el contexto impone comedimiento.

No podía quedar ausente de tan apabullante furor arquitectónico el mundo del arte: la Fundación Solomon Guggenheim, de la que depende el museo del Palazzo Venier, donde la excéntrica Peggy se instaló en 1949, habilitará para exposiciones diversos espacios de la Punta della Dogana, centinela a la entrada del Canal Grande. Más arriba del canal, está previsto operar una amplia reforma en Ca' Pesaro, sede del museo de arte contemporáneo. Y finalmente Frank Ghery prepara una macrointervención tipo Guggenheim para el aeropuerto Marco Polo, bautizada con el nombre de Venice Gateway.

Por proyectos, que no falten. Otra cosa será, en un país de perennes incertidumbres políticas como Italia, que lleguen a buen puerto. La Fenice, aún muda, no invita al optimismo.

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