¿Hasta dónde ha de crecer el aeropuerto de Manises?
La Cámara de Comercio, la Confederación Empresarial y los operadores aeroportuarios no paran de decir que el nuevo plan director del aeropuerto de Manises se quedará corto para los requerimientos que necesita un aeropuerto como el de Valencia, la tercera ciudad de España. Según ellos, la ampliación que quieren (terminal de carga que multiplicará por seis su capacidad, una nueva pista, etc.) es un buen síntoma de progreso social y de la dinamicidad de nuestra economía. Y están presionando todo lo que pueden y más para que el nuevo plan director incluya todas sus exigencias. Saben que van contra reloj. ¿Por qué? Está en marcha una directiva de la Unión Europea que asegurará la ubicación de los aeropuertos alejados de las ciudades y que impondrá límites a las emisiones de ruido y gases sobre zonas habitadas, y además establecerá una restricción generalizada de tráfico entre las 23 y las 7 de la mañana. Y si el Ministerio de Fomento aprueba ahora un plan para hacer un aeropuerto megalómano para su ubicación, como el que plantean, será más difícil, incluso con la normativa europea aprobada, limitar sus operaciones.Es una barbaridad plantearse ampliar el aeropuerto de Manises. Ni tan siquiera la terminal de carga. No estamos en los años cuarenta, en que Manises, Quart, Riba-roja, la Canyada, etc., eran poblaciones con pocos vecinos, y el tráfico aéreo, insignificante. No se puede ampliar un aeropuerto que está en el corazón de una de las áreas metropolitanas más densamente pobladas, con un olvido absoluto de las personas que en ella viven y sin haber oído su opinión. No se puede mantener una población sometida permanentemente a ruidos que superan ampliamente los máximos legales tolerables y a unas emisiones de óxido de nitrógeno superiores en más de un 100 por ciento a todo el tráfico rodado de la zona. No se puede tener la prepotencia de menospreciar a la Corporación municipal de Manises sólo porque un aeropuerto es competencia exclusiva de la Administración del Estado. Hace falta buscar soluciones razonables. Y las soluciones razonables, desde nuestro punto de vista, pasan, ineludiblemente, por darse cuenta de que el aeropuerto de Manises, por su ubicación, no ha de crecer más por el impacto que tendría en la salud de miles de personas y por las infraestructuras añadidas que requeriría gestionar un aumento tan desorbitado de la carga (centros logísticos, ampliación de carreteras, etc.), que degradarían aún más la comarca. Según las previsiones de la Unión Europea, el tráfico aéreo casi se duplicará hacia el 2010. Lo sabemos. Y no nos alegramos. Es precisamente este modelo de crecimiento sin fin en un medio finito como es la Tierra el que está causando un deterioro sin precedentes de los sistemas naturales, con consecuencias para las personas que ya no son meras anécdotas (aumento de enfermedades relacionadas con la contaminación, más catástrofes naturales, etc.). No olvidemos que el avión es el medio de transporte que más energía consume por tonelada/kilómetro recorrido, y, por tanto, el que más contamina. Y que los precios de los billetes de avión no incluyen el impacto que estos causan al medio ambiente. Por tanto, no seremos nosotros los que plantearemos alternativas como construir otro aeropuerto alejado de los núcleos urbanos. Evidentemente, esta alternativa sería mejor que ampliar Manises, pero no sería fruto de una reflexión profunda sobre las opciones de desarrollo económico porque respondería a la misma lógica de crecer sin fin hasta el previsible colapso.
Nosotros creemos en el futuro, y en un futuro para todas las personas, no sólo para los que quieren hacer negocio sin tener en consideración los impactos que generan. Por eso hace falta entrar en razón y no plantearse proyectos inviables por las tensiones sociales y ambientales que pueden generar. No se puede esperar que los límites los marque la Unión Europea, mucho más sensible en temas de impacto ambiental que el Gobierno español. Ni aprobar un proyecto tan costoso socialmente que ocasione conflictos permanentes con las poblaciones afectadas. Ir por delante y pensar en el futuro, hoy en día, es rechazar la ampliación planteada por empresarios y operadores y estudiar tranquilamente, entre todos los colectivos implicados y con la máxima racionalidad y apertura de miras, otras alternativas al transporte de personas, y especialmente de mercancías, que tengan un menor coste ambiental y social.
Cristina Domingo es portavoz de la comisión de Energía de Acció Ecologista-Agró.
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