Buena locura y repertorio moderno
A veces se juega con que la creación contemporánea no es capaz de generar repertorio estable. Esta obra de Marin prueba lo contrario, pero se trata de la calidad, el valor intrínseco de lo que vemos y juzgamos lo que hace que se quede o se olvide. Ya la coreógrafa está en el acervo del siglo XX con dos obras, ésta y su Cenicienta. May B se corresponde con la época de ruptura, de bailar poco. Un hiriente toque de silbato da la salida a una misa laica sobre la locura. Se piensa en las esculturas de yeso de Segall, en los dibujos de Ensor, en las piezas duras de Peter Weiss, un todo donde el ritmo marcial, acaso contra las tesis de Foucault, arrima la locura a un acto coordenado, hasta lírico en su crudeza, en su desconocimiento. El embudo (sí, el mismo del Bosco) lo llevamos todos en la cabeza: unos por fuera, señalados; otros por dentro, sin dar la nota.Maguy Marin dibuja su Corte de los Milagros y sonríe, lo mismo que hubiera hecho Goya, porque Goya está presente en ese instinto de representación coral del desastre. Al final, ese viaje a ninguna parte, esa farsa de escape, también es un espejo. No van lejos ellos, que inspiran ternura desde el esperpento; no va lejos el espectador, que carcajea ante el equívoco de un humor que es tragedia, y esta tragedia es una obra maestra, tal como lo es en sí misma la música de Schubert (La muerte y la doncella) y la manera en que la coreógrafa la somete a un registro de distanciamiento actoral que la hace tan trascendente y contemporánea como el todo de la obra.
Compañía Maguy Marin May B
Coreografía: Maguy Marin (1981). Música: Franz Schubert, Gilles de Binche y Gavin Bryars. Vestuario: Louise Marin. Teatro Albéniz. Madrid, 7 de junio.
Babelia
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