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Tribuna:Sobrevivir en el Asfalto
Tribuna
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Una caseta de playa en casa ENRIQUE VILA-MATAS

Cada año igual. La pregunta de los amigos, acompañada de su risa maliciosa:-¿Qué haces en agosto?

Maldita sea. Saben que en los tres últimos meses he viajado a las Azores, a Chicago y a Honolulu. Todos han recibido mis postales y han sentido envidia de mis viajes fuera del periodo de vacaciones. Quizá por esto, ahora se vengan. Qué haces en agosto, me preguntan todos.

-Lo de cada año- les contestó-. Perfeccionar mi técnica de sobreviviente feliz en Barcelona.

Soy un maestro en supervivencia veraniega. Y es que ya hace muchos años que me enfrento al horror del mes de agosto. Soy capaz de todo con tal de no pisar una playa o pasar un día en el campo.

¿Qué es el campo? Un gracioso dijo que el campo es el lugar donde los pollos se pasean crudos. Bueno, para mí el campo es simplemente un país extranjero. Georges Perec decía que el campo no existe, es una ilusión. Cuando más desesperado estoy, acostumbro a leer esta declaración de Perec y me quedo feliz como una perdiz. Eso es -me digo-, el campo no existe o a lo sumo es un espacio de recreo que bordea una porción de las autopistas que mis amigos cogen los viernes por la noche para confirmar, semana tras semana, que los campos están poblados de campesinos que se dedican a abonar, margar, barbechar, desbarbechar, fertilizar, rastrillar... No continúo porque me mareo. Está claro que lo mío es la ciudad, me gustan el asfalto, el cemento, la polución... No continúo porque también me mareo. Mis versos preferidos hacen referencia a la belleza urbana: "Esta brumosa mañana de invierno/ no desprecies la joya verde entre las ramas/ sólo porque es la luz del semáforo".

¿Qué es la playa? La playa es estar quieto al sol cuando el sol aprieta y la arena está ardiendo y exponerse al maravilloso peligro de explotar como una bomba. Me acuerdo de cuando iba a la playa a bañarme. Debió de ser en el siglo pasado, pero me acuerdo. Me tumbaba en la arena, de pronto me levantaba y corría al agua. No sabía nadar, me hundía de inmediato. Metía los pies en el agua y ésta me parecía helada, el agua subía hasta las rodillas, cuando llegaba hasta la barriga era tremendo. Los ojos de la gente estaban dirigidos hacia mí. Se reían, aunque sus rostros estuvieran serios. Entonces simulaba que me había olvidado algo en la caseta, iba hacia ella a saltos, me encerraba y allí lloraba.

Llegó un día de agosto en que comprendí que podía ahorrarme tanto sufrimiento, bastaba con encerrarme en casa. Desde entonces paso los agostos en Barcelona imaginando que estoy en una caseta de baño. Invito al lector que odie el campo y la playa a que pruebe a imaginar que pasa agosto en una caseta dentro de su casa, le invito a que siga un interesante consejo del inefable Kafka: "No es necesario que salgas de casa. Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate completamente solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pies".

Aquí me tienen, con el mundo a mis pies. Vivo en la caseta de mi casa y sólo salgo de noche, como las ratas, los gatos, los monstruos. Deambulo por las calles, me deslizo por los pequeños cines mugrientos de mi barrio, me hago fuerte en mi resistencia al campo y a la playa. Durante el día permanezco en mi caseta, sin comer apenas, sin leer, casi sin moverme, riendo cada cinco horas de todos aquellos que se están quemando los pies en la playa o se están sentando en un paisaje bucólico sobre una gran cagada de vaca. Paso horas observando la gota de agua en el grifo del rellano o bien observando en el techo la línea sinuosa de una delgada grieta o siguiendo el itinerario estúpido de una mosca.

Y eso sí, cada año incorporo novedades a mi agosto, pues ya no me basta con el grifo, la grieta y la mosca. Este año me propongo intentar ver el alma de mi amada por medio de una radiografía. Creo que soy capaz de ver más allá de la materia. Y si resulta que no, tampoco pasa nada, habré estado entretenido todo el mes de agosto, ese mes que es una gran estafa, un grandísimo engaño a los trabajadores, porque en realidad no existe, no hay agosto como no hay campo ni playa. Agosto, a lo sumo, es un país extranjero, una doble cagada de vaca en la playa.

Carmen Secanella

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