El Sindicato de la Vida Cotidiana
Los 'descontentos' con los partidos y centrales tradicionales se movilizan en Bélgica en una nueva organización
Son los herederos de la marcha blanca que paralizó una Bélgica indignada por la ineficacia de sus poderes públicos. Combaten la doctrina de que el mercado todo lo puede. Simpatizan con los descontentos de Seattle y con José Bové porque la aldea global tiene muchos defectos. Pero reniegan de la violencia. Son, o serán a partir de septiembre, el Sindicato de la Vida Cotidiana, el SVQ en francés.Tres representantes de lo que se viene a llamar sociedad civil han animado el patio político y social del verano en Bélgica lanzando este nuevo sindicato que quiere defender todas las causas, aunque parezcan casi perdidas. Mario Gotto preside una asociación llamada Cire (Coordinación e Iniciativas para los Refugiados y los Extranjeros). Philippe Laurent es fundador de Médicos sin Fronteras Bélgica y trabaja ahora en la Agencia Wallona para la Integración de Personas Discapacitadas (Awiph). Benoît Scheuer es un sociólogo especializado en la observación de las cambios sociales.
Juntos acaban de lanzar un proyecto que está levantando ya cierta polémica en este frío y oscuro primer verano belga del milenio. El Sindicato de la Vida Cotidiana, desvelado por el diario francófono Le Soir, quiere ir más allá de la acción meramente laboral de los sindicatos tradicionales sin convertirse en una alternativa tradicional al estilo de un partido político. En cierto modo quiere ser el abogado de los imposibles. "Nos ocuparemos tanto de los problemas que pueden tener los padres de niños enfermos de cáncer como de los que tienen los usuarios de transportes públicos o las mujeres de los detenidos, la comida basura o los problemas de medio ambiente", explica Mario Gotto en las páginas de Le Soir.
"Nuestras sociedades se están desintegrando bajo los redobles de tambor de una economía global que desborda los sistemas políticos. Los individuos intentan convertirse en actores, quieren conquistar la capacidad de poder decidir en torno al curso de las cosas", razona Benoît Scheuer.
"Separar la sociedad civil y la política es una de las claves", advierte Philippe Laurent. "Los partidos no tienen que abarcarlo todo. Su esfera de influencia socio-cultural se ha acabado. Hay que empezar a verlo así. Por ejemplo, Ecolo era al principio un movimiento de la sociedad civil y ahora es un partido en el poder", explica. Pero eso no quiere decir que su movimiento sea apolítico. No reniegan de mantener relaciones con los partidos políticos, aunque recelan de la derecha liberal en el poder y abominan de la extrema derecha.
Quieren penetrar en el tejido social a través de Internet porque "la contestación en torno a la cumbre de la OMC en Seattle se orquestó únicamente a través de la red: itinerarios, puntos de encuentro, reservas de hoteles, etcétera. En el proceso de José Bové ocurrió lo mismo". Seattle y Bové son dos puntos de referencia, pero no el ejemplo a seguir. Desarrollarán acciones-comando y campañas mediáticas, "pero con la no violencia como idea maestra".
Los partidos políticos han reaccionado con prudentes bienvenidas, más intensas a la izquierda que a la derecha. Pero los sindicatos ya han empezado a curarse en salud. "Movilicémonos por los problemas sociales y desconfiemos del individualismo que mata al individuo", proclama Michel Nollet, presidente del gran sindicato socialista FGTB. "Todos aquellos que luchan contra los injusticias son bienvenidos, pero sería inútil crear confusión entre las dos grandes organizacones sindicales", sostiene.
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