Clinton entrega a Gore en Los Ángeles un legado de paz social y prosperidad económica
Ahora, sí; ahora, Bill Clinton acepta la idea de que ha llegado el momento de retirarse a un segundo plano y permitir que Al Gore ocupe el centro de la escena política demócrata. En el discurso que iba a pronunciar en la madrugada de hoy, hora española, ante la convención demócrata reunida en Los Ángeles, Clinton, tras hacer balance de los aspectos más positivos de su paso por la Casa Blanca, y en especial la prosperidad económica y la reducción de la delincuencia, iba a transmitirle a Gore la antorcha del liderazgo del partido de Franklin Roosevelt y John Kennedy. Hoy, en un encuentro en Michigan, Clinton y Gore escenificarán físicamente ese relevo.
A Clinton le ha costado mucho, y le seguirá costando en los cinco meses que le quedan en el cargo, aceptar que el sol de su presidencia ha comenzado a ponerse. Pero el momento de reconocerlo llegó ayer de modo inaplazable, con la apertura en Los Ángeles de la convención que debe proclamar a Gore candidato demócrata a la Casa Blanca en los comicios del 7 de noviembre. Tras disfrutar durante el fin de semana de las fiestas de homenaje de Hollywood, Clinton, según declaró al diario Los Angeles Times, estaba ayer preparado psicológicamente para ese momento. "Ya le he dicho a Al que mi objetivo será quitarme de su camino, porque EE UU sólo puede tener un presidente", dijo Clinton. Y añadió que, aunque le gustaría ofrecer sus consejos a Gore, está dispuesto a consentir que la única tarea que le encargue sea la de representarle "en funerales de gente importante".
En la apertura de la Convención Demócrata, el principal mensaje de Clinton fue que EE UU no tiene necesidad de cambiar de rumbo y que Gore es el piloto adecuado para tomar el relevo. Clinton criticó la tesis republicana según la cual el mérito de la prosperidad estadounidense lo tienen la política liberalizadora de los 12 años de presidencias de Ronald Reagan y el padre de George Bush, la política antiinflacionista de la independiente Reserva Federal que dirige Alan Greenspan, la insistencia de la mayoría conservadora del Congreso en recortar el gasto público, el dinamismo de las empresas y la revolución tecnológica.
Las decisiones adoptadas por su presidencia, señaló Clinton, fueron "vitales" para encarrilar a EE UU. Los republicanos, dijo, parecen sugerir que la prosperidad "llegó por casualidad". Eso, añadió, contrasta con el hecho de que durante los 12 años de Reagan y Bush los republicanos incorporaban a su balance "hasta el hecho de que el sol salga todos los días".
Clinton también atribuyó el clima envenenado que se ha respirado en Washington en los últimos años al "extremismo derechista" de la mayoría republicana del Congreso. Aunque, según la Casa Blanca, no pensaba aludir al asunto ante la Convención Demócrata, Clinton, en sus declaraciones a Los Angeles Times, calificó de "correctas" las críticas a su comportamiento en el caso Lewinsky del candidato a la vicepresidencia, Joseph Lieberman. Pero reiteró que el Congreso republicano se "equivocó" al procesarle para la destitución. Gore, según Clinton, tiene "el mejor historial como vicepresidente", y a su lado, Bush "no tiene la suficiente experiencia".
La fotografía que simbolizará para la posteridad que Clinton confía en Gore será tomada hoy en una reunión entre los dos políticos, en Michigan. Ya iba siendo hora, porque las vísperas y la apertura de la Convención Demócrata han estado dominadas por la sombra de Clinton y su esposa, Hillary, que esta madrugaba iba a precederle en la tribuna de oradores del Staples Center. Ese protagonismo de la pareja presidencial ha aplastado a un Gore que, según declaró ayer, pretende utilizar este cónclave para que el pueblo norteamericano le conozca. "Para que vea cómo soy y no sólo como ese vicepresidente que está en el podio sin hablar mucho", declaró. La relación entre Clinton y Gore va a seguir siendo una de las claves de esta campaña.
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