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Educar

Educar es enseñar a no hablar a gritos, no reír a carcajadas, no mostrar en público los sentimientos de manera impúdica, respetar nuestra propia intimidad para que sea respetada, en fin, unas normas de comportamiento que hagan más agradable la convivencia con nuestros semejantes y protejan la dignidad de todos, porque todos somos más dignos cuando somos educados y respetuosos con los demás y con nosotros mismos. Educar es un ideal al que hay que dedicar esfuerzo, intención, dinero, vocación y apuesta política para convertirlo en prioritario y básico, y para hacerlo realidad incluso más allá de la escuela. Sin duda el lugar natural para educar es la escuela y en ella tiene que estar todo dispuesto y decidido para que nada falte al cumplimiento del ideal por el que se llega a la formación de ciudadanos verdaderamente libres e iguales entre sí: nada iguala tanto como la educación y sin ella toda igualdad es quimera. Hoy, cuando los medios de comunicación están tan presentes, de alguna manera, también son escuela. El responsable de un medio, sobre todo de la televisión, no podrá por menos que sentir la gravedad de su responsabilidad.Los medios, la televisión fundamentalmente, puede estimular las potencias de los ciudadanos, o sus más bajos y groseros instintos. A eso parece que se dedican con más empeño que a otra cosa en este lamentable momento, todas las televisiones. Hay algo aún peor y es que los más lamentables programas se justifican porque son los que quiere la gente -a veces la gente quiere la pena de muerte, lo cual en ningún caso justificaría el crimen de hacerle caso-. Por eso, procedimiento para su nombramiento aparte, no pueden menos que resultar gratas las palabras del nuevo director general de la RTVA que en su toma de posesión elevó el discurso, al afirmar que "no puede ser deudora de los malos hábitos y el mal gusto de los públicos, sino que tiene que ser rigurosa y exigente en su papel de educar, formar y consolidar los valores democráticos y los principios de ética civil" y no le faltó decir que divertida, porque lo dijo al afirmar que esa televisión no tenía por qué ser aburrida y sí gustar a todos los públicos. Si lo dicho por Rafael Camacho además de discurso es compromiso, no puede ser más prometedor, ni más novedoso.

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