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LA OFENSIVA TERRORISTA

Casi un millón de personas claman en Barcelona contra ETA y por el diálogo para buscar la paz

Aznar e Ibarretxe se suman a la manifestación convocada por el asesinato de Ernest Lluch

Enric Company

Clamor en favor del diálogo. A pesar de que discurrió en un silencio sobrecogedor, la manifestación contra ETA se convirtió en un clamor de cientos de miles de personas en favor del diálogo y la búsqueda de soluciones que lleven a la paz. Pese a ser una de las concentraciones con mayor presencia política e institucional de cuantas se recuerdan en España, el momento más intenso se produjo al final, cuando la compañera y las tres hijas del ex ministro socialista Ernest Lluch, asesinado el martes, subieron a la tarima y, entre un ensordecedor aplauso, exhibieron el cartel que resumía el espíritu de la convocatoria: "Diálogo ya". Este gesto y la respuesta que provocó cuajaron el sentido de la multitudinaria manifestación.Eso sucedió cuando la cabecera ya se había dispersado, con cierta incomodidad, tras recibir el inseperado jarro de agua fría que arrojó sobre ellos, contra todo pronóstico, la periodista Gemma Nierga, que fue quien leyó el manifiesto unitario de condena del asesinato del ex ministro. "Ustedes que pueden, dialoguen", les dijo.

Encuentro tras cinco meses

El presidente del Gobierno, José María Aznar, había compartido cabecera con el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero; los presidentes de la Generalitat y del Gobierno vasco, Jordi Pujol y Juan José Ibarretxe, respectivamente, y una de las más numerosas representaciones de las instituciones políticas españolas en una manifestación.Era la primera vez en mucho tiempo que Aznar e Ibarretxe coincidían en una concentración. La última vez fue en Durango (Vizcaya), hace cinco meses. Desde entonces se han producido once atentados de ETA, con 15 muertos [desde la ruptura de la tregua ya suman 21]. Esta vez lo hacían portando una pancarta que decía, en catalán, Cataluña por la paz, ETA no.

Separados por unos metros, Aznar e Ibarretxe no llegaron a hablar. Cuando Aznar llegó al cruce del Paseo de Gràcia con la calle de Aragón, donde comenzó la marcha, no tuvieron tiempo de acercarse. Cada uno se colocó tras la pancarta y quedaron separados por Pujol y el alcalde de Barcelona, Joan Clos. Aznar fue recibido con algunos silbidos, lo contrario de lo que sucedió cuando llegaron Rodríguez Zapatero e Ibarretxe, que cosecharon aplausos. Tras la lectura del manifiesto con el que se cerró el acto, Aznar abandonó rápidamente la plaza de Cataluña.

Pero los manifestantes seguían llegando. Y la petición de diálogo que Gemma Nierga acaba de formular, aunque no figuarba en el texto del manifiesto pactado por los convocantes, era coherente con muchas de las pancartas que portaban los manifestantes anónimos. Y coincidía también con las demandas expresadas el miércoles por los dirigentes socialistas en el acto de homenaje póstumo a Lluch celebrado en la sede del PSC. Había muchos carteles que decían Basta ya y ETA no. Eran los más numerosos. Pero también los había con la leyenda Queremos diálogo.

La manifestación tenía dos cabeceras. En la primera se apretujaban los presidentes de los Gobiernos, las instituciones y los dirigentes de los partidos y sindicatos convocantes. En la segunda, otras personalidades.

La compañera de Ernest Lluch, Montserrat Lamarca, y las tres hijas, Rosa, Mireia y Eulàlia, habían sido invitadas a participar en la cabecera principal, pero horas antes de iniciarse la manifestación, las tres se reunieron con los principales dirigentes del PSC para comunicarles que Ernest Lluch había sido un firme defensor del diálogo entre los partidos como fórmula para alcanzar la paz en el País Vasco, y consideraban que traicionarían su legado si compartían el protagonismo de la manifestación, que ya se prevía multitudinaria, con Aznar y el ministro de Interior, Jaime Mayor. De modo que se situaron en la segunda cabecera.

Ya se había dispersado la hilera de autoridades cuando ellas llegaron al final de recorrido. Subieron a la tarima y, entre sollozos, recibieron el homenaje de los congregados. Una de ellas levantó entonces el cartel que portaba, en el que se reclamaba Diálogo ya, escrito en catalán. El gesto fue rubricado por una prolongada ovación.

Los manifestantes se resistían a dispersarse. La comitiva tardó más de dos horas en completar el recorrido. Parecía que la lectura de un simple manifiesto les hubiera sabido a poco, dada la intensidad emocional que había tenido el acto.

El tono general dado a la manifestación por el gesto de la familia de Lluch, la iniciativa personal de Gemma Nierga y las demandas expresadas por los manifestantes a través de pancartas y aplausos, incomodó a los dirigentes del Gobierno y del PP. Alberto Fernández Díaz, presidente del PP de Cataluña, no ocultó su disgusto, que, por otra parte, había quedado patente en las expresiones de las caras de la cabecera, particularmente las de Aznar y Pujol. "Cataluña es un ejemplo de diálogo entre todas las fuerzas políticas y el Gobierno, y este ejemplo se mantiene", dijo Alberto Fernández. "Pero lo que no se puede hacer es dialogar con quien utiliza las armas", insistió.

Satisfacción del alcalde

La policía municipal de Barcelona cifró la asistencia en 900.000 personas. El alcalde de la ciudad, Joan Clos, expresó su satisfacción por la respuesta ciudadana al llamamiento realizado por todas las instituciones catalanas y por la ausencia de incidentes.La manifestación había sido convocada por los gobiernos, los partidos, los sindicatos y contó con la adhesión de numerosas entidades cívicas y sociales. Junto a Aznar y Rodríguez Zapatero estaban en la primera fila la presidenta del Congreso de los Diputados, Luisa Fernanda Rudi, y los principales dirigentes de todos los partidos. Cinco ministros, numerosos presidentes de comunidades autónomas, los secretarios generales de los sindicatos, decenas de diputados a Cortes, el Parlamento catalán en pleno, y cientos de alcaldes y concejales. Y numerosas escuelas, empresas, organizaciones, entidades no gubernamentales, asociaciones de vecinos y particulares.

Todos ellos pudieron oír cómo a medida que avanzaba el recorrido de la silenciosa manifestación, los gritos que se les dirigían desde las aceras donde una gran muchedumbre espereaba el paso de la comitiva eran sobre todo, demandas de diálogo. Hubo también algún grito reclamando cadena perpetua para los terrroristas, algunos insultos. Pero este tipo de expresiones eran pronto ahogadas por los aplausos del público.

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